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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Palabras en la noche

BASTA CON un poco de insomnio y cualquier receptor corriente de onda corta, a cualquier hora de la noche, de todas las noches, las voces de las emisoras lejanas se amontonan en el dial. A veces estas emisoras tienen nombres que tratan de ocultar su origen: Paz y Progreso, Liberty, Europa Libre, la Voz de Occidente. Otras veces se identifican: radio Tirana, la Voz de América, Moscú, Pekín. Hablan en idiomas que no son los suyos. A esas horas, preferentemente en español, con distintos acentos americanos, en portugués brasileño. Pero también hablan en quechua, en castellano sefardita y en yidisch y en gaélico. En dialectos africanos, en francés, en inglés, en ruso, en húngaro. Son cientos de voces que a veces se superponen, se interfieren, como si lucharan por el espacio vital hitleriano.La característica común de estas emisiones, vengan de donde vengan, es la agresión. A veces hipócrita y refinada, a veces simplemente insultante. Las noticias son escasas, y algunas veces reales; lo que importa, sobre todo, es la deformación de esa noticia, la punta dura y acerada del comentario. Se sabe que hay pueblos que las esperan, porque la censura interior no les deja saber nada. Esos pueblos no sólo reciben información, sino intoxicación. Una enorme carga de odio, de guerra fría, de excitación cubre las ondas hertzianas de la madrugada. Desde el punto de vista de un periodista, esta degradación de la información y el comentario son indignantes. Desde un punto de vista simplemente humano, la escucha es aterradora. Demuestra que vivimos en un mundo irracional y que las sociedades mundiales han llegado a un grado de agresividad enormemente peligroso.

Sería necesario un desarme verbal. Se ha intentado alguna vez, corno en la conferencia de Helsinki. No se cumple: nadie resiste a la tentación de la guerra de los insultos. Probablemente la reducción de armamentos reales podría ser considerada como. posterior al desarme verbal. Las armas no van unidas al hombre, como en Virgilio -Arma virumque cano...-, y no son la causa del odio: son posteriores al hombre y consecuencia del odio. Y del miedo. Es miedo lo que recorre el mundo en la noche de la onda corta y el miedo es finalmente agresividad. Ya sabemos ahora los españoles lo que el miedo de todos está haciendo de nosotros y cómo se convierte en agresividad. A escala mundial está sucediendo lo mismo. Un acuerdo que redujera la agresividad verbal quizá no fuera suficiente para acabar con el odio, pero dejaría de estimularlo.

La Babel de las ondas cortas es un problema grave del mundo. Se está soslayando. Convendría atajarlo rápidamente. Podríamos hacer un ensayo, también, los españoles.

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