¿Qué es el sionismo?

Me dirijo a usted como asiduo lector de EL PAÍS para manifestar mi más absoluta repulsa por el comentario del señor Juan Cueto sobre QB VII y el «referéndum sionista». En primer lugar, debo decir que el señor Cueto y todos los que por sus cartas le han dado su «apoyo», usan el término «sionismo» sin tener la menor idea de su significado; se habla del Estado sionista de Israel, igual podríamos decir del Estado hispanista de España. El sionismo no es otra cosa (lo cual no significa que no sea una ideología, ya que en toda sociedad de clases todo es ideología) que el derecho inalienable del pueblo judío a vivir en Palestina y establecer el Estado de Israel. A este respecto, no debemos olvidar dos cosas: 1) el «palestinismo», es decir, el derecho inalienable del pueblo árabe de Palestina a establecer un Estado en Palestina (derecho reclamado por las organizaciones palestinas y la mayoría de los países árabes), y 2) que la resolución de la ONU de 1947 sobre la «partición de Palestina» no olvidó lo que llamo «palestinismo», sino que se creaba tanto el Estado de Israel como el Estado árabe de Palestina; pero, lamentablemente, los países árabes, que tanto acusan a Israel de no acatar las resoluciones de la ONU, no la acataron nunca, y, su única reacción fue de que «expulsarían a los judíos a la mar».Me pregunto qué pasaría si en vez de QB VII fuese una serie sobre Guernica, el bombardeo alemán, etcétera, ¿tendríamos, señor Cueto, una Constitución euskadista, el racismo vasco, etcétera? (Todo un regalo al especial estilo literario del señor Cueto.) Como no tenemos relaciones diplomáticas con Israel, ¿de dónde salen las estadísticas de lo que llama despectivamente «... la creciente judería nacional.»?

Para terminar, tengo que manifiestar que, como sefardita, me siento tan español como el que más y debo agregar que me sentí profundamente emocionado por las palabras de SM el rey don Juan Carlos I en el milenario de la lengua castellana, en San Millán de la Cogolla, «... a tantas comunidades sefarditas dispersas por el mundo, que han guardado el castellano del siglo XV como prenda de identidad, como testimonio de fidelidad a lo que fue su patria y, en algún sentido, no ha dejado de serlo».