El Atlético mereció ganar pero sólo empató de penalti discutible
El nuevo Madrid-Atleti de la serie habitual no defraudó a los 70.000 espectadores que abarrotaron el campo del Manzanares. Aunque el fútbol, el buen juego, fue lo que más brilló por su ausencia, sí hubo emoción y polémica, que parecen salsas indispensables para que el acontecimiento siga siendo «el rey». Lo triste es que dentro del espectáculo -nunca mejor dicho- el deporte bien practicado sea una y otra vez el que se lleve la peor parte. Así le luce el pelo al fútbol de selección. El Atlético empató en el último minuto, y de penalti, posiblemente injusto, pero mereció ganar, descontadas todas las jugadas discutibles, que quizá nunca se aclaren. O si se aclaran, da lo mismo. Lo que debe contar es el mejor juego y los frutos o las oportunidades de cada uno. Y el Atlético ganó en eso. Como el fútbol no tiene lógica, y menos aún en estos tiempos donde los partidos no se resuelven la mayoría de las veces al concretar ideas de buen juego, sino por acciones individuales, esto tampoco podía faltar en un derby. Antes de que diese tiempo a comprobar que el Madrid iba a mandar en la primera parte, marcó su primer gol. El Atlético empató cuando menos lo merecía -pues sólo había creado peligro en la jugada de Cano del primer penalti-, aunque tuvo el mérito de no desmoralizarse por el fallo de Ayala y el acierto de Miguel AngeI. Supo así forzar el fallo del guardameta madridista en su salida al saque de un córner, porque los balones bombeados son el punto débil del internacional. Y para terminar el juego de despropósitos, el colmo fue ya que después de un segundo tiempo claramente rojiblanco, con dos ocasiones de gol perdidas de forma lamentable, marcó el Madrid su otro tanto. El segundo penalti, por ello, inicialmente fallado como el primero -los fallos reinaron, ya se ve- sólo vino a premiar dudosamente en su forma, pero no en el fondo, al Atlético.Al margen ya del adelantado primer gol blanco, la realidad es que el Madrid mandó en la primera parte, asentado en su mejor centro de campo. El gran pase de Stielike en el primer gol fue sólo el principio de lo mucho y bien que jugó el alemán ante Leal. Este se sacaría de sobra la espina en la continuación, aunque cedería otra vez al final y eso le costaría al Atlético encajar el segundo gol. Wolf pudo con Alberto en el poco tiempo que estuvo en el campo antes de retirarse con un tirón y más aún con un Ruiz que bastante hizo con no desentonar tras el descanso cuando el equipo funcionaba. Guerini, por último, con su rapidez, se bastó para controlar al impreciso Guzmán, un hombre que no acaba de concretar nunca lo que hace, aunque sea bueno en principio. Parece no tener solución.
El Madrid, con este nuevo centro de campo, sin la batuta de Del Bosque -suplido por la fuerza ordenada de Stielike en los lanzamientos y en serenar el juego, lo cual ya es meritorio-, se bastó para superar a un Atlético sin sitio. El juego fue rápido, pero los fallos se sucedieron. Buena prueba de ello es que las ocasiones de peligro brillaron por Su ausencia en ambos lados. Sólo la eterna individualidad de Rubén Cano cambió el rumbo del dominio territorial blanco. Al forzar el penalti, el fallo de Ayala espoleó al equipo y vino el empate casi inmediatamente. El partido se volvió más vibrante todavía, aunque igual de impreciso. Navarro paró dos tiros de Stielike y Guerini -éste, solo- y una falta del segundo pasó milagrosamente sin rematador entre un bosque de piernas. El Atlético, desbordado pese a su reacción tras el empate providencial, sólo lo siguió bombeando balones y buscando al solitario Rubén. Su panorama no era nada alentador, pues el Madrid empezaba a vivir ya al contragolpe.
Sin embargo, demostrando que la entidad del líder es sólo supuesta, aunque quizá sus hombres se apoyen como nadie «en equipo», bastó el magnífico juego de Leal en la segunda parte para cambiar las tornas del dominio. Ayala, que había empezado muy mal el partido ante Sol y se había recuperado encorajinado por el fallo del penalti, tuvo dos ocasiones en los minutos dos y ocho y quitó a Cano un gol hecho en el catorce, tirando mal en lugar de dejar a su compañero. A los diecisiete, Rubiotampoco pasó al infortunado Rubén Cano, y así se perdió otra ocasión de oro. Pero el fútbol es así y Stielike, abrumado tras el descanso por Leal, fabricó el segundo gol a su equipo, que no lo merecía. Menos mal que el segundo penalti, en el último contrasentido de un partido raro, hizo quizá injustamente la justicia del empate. El Atlético, que había merecido ganar, dominando un tiempo igual que su rival, pero con ocasiones de gol más claras, con mayor ambición, aunque tal vez más desordenada, al menos tuvo el premio del empate.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.