El Atlético, cada vez peor
El Atlético de Madrid está cada vez peor. El domingo empató en el último minuto un partido que debió perder merecidamente. Pude, tener la disculpa de las bajas, pero sólo relativamente, porque Leal, Ayala o Leivinha, los ausentes, también han demostrado encontrarse en un ínfimo momento. Resultó imperdonable la decisión del entrenador, Héctor Núñez, que alineó de salida a tres defensas centrales, Pereira, Eusebio y Arteche, rectificando a los, pocos minutos con la sustitución del tercero por Alberto, el recurso de siempre. Y fue, al menos, discutible, y desde luego sorprendente, que prescindiera en el segundo tiempo del brasileño. Quiso buscar en él un culpable de los goles donostiarras, pero un hombre de: su clase difícilmente puede serlo del desastre táctico de todo un equipo.El gol realista, logrado a los cinco minutos, no fue más que la justa consecuencia del error casi increíble cometido por Héctor Núñez inicialmente. Entonces Percira no se había ido todavía al ataque -el año pasado solucionó muchas cosas, no hay que olvidarlo-, pero es que perdido Julio Alberto, un lateral izquierdo haciendo las veces de centrocampista, tampoco funcionaron Robi y Marcial, en franca inferioridad para organizar juego ante la .fuerte malla central donostiarra.
El Atlético ni siquiera mejoró con Alberto, sustituto de Arteche, pues su rival, con orden y esquema definidos, mandó siempre y pudo inarcar más goles al contraataque, como hubiese sido justo.Jugó hasta el último momento con su alineación, pero fuese cual fuese, no podía variar del 4-4-2 al 4-3-3 más que incluyen.do en el ataque a López Ufarte. Si a éste, pieza vital donostiarra, le iba a marcar Marcelino necesariamente, resulta incomprensible de todo punto hacer jugar a Eusebio, Arteche y Julio Alberto a la vez. El primero se encargó.de Satrústegui, cuando el central, normalmente ha sido ha'sta ahora Arteche, sin desmerecer demasiado; el propio Arteche marcó de salida a Idígoras, que debía corresponderle a Julio Alberto, y éste, entonces, se debió convertir, por obra y gracías del desastre táctico. organizado por su entrenador, en centrocampista sin saber, emparejado con Diego.
No es extraño, por todo ello, que el centro del campo de la Real, integrado aparte de López Ufarte y de Díego, por Alonso y Zamora -ante Marcial y Robi, incapaces, de enderezar el desaguisado- mandara a sus anchas, formando una. malla suficiente para no dejar progresar a su rival y lanzarse también con rapidez al contraataque. Sus hombres se apoyaban magníficamente, desmarcándose con movilidad y jugando después a los espacios libres.
La entrada de Alberto, como recurso de tantas otras veces, fue el mejor ejemplo del error de Héctor Núñez. Se emparejó con Alonso, pasando Marcial con Diego y Julio Alberto -por fincon Idígoras, pero la solución no iba a ser buena esta vez, porque al asturiano, con años y sin partidos de rodaje, poco se le puede pedir ya. Pero al menos hubiese sido mejor inicialmente, pues en el fútbol lo que no se improvisan son jugadores. Los defensas no pueden convertirse, en centrocampistas, sí sólo saben ser defensas -salvo Pereira-, y el Atlético practicó hasta el minuto veinticinco la absurda táctica de utilizar cinco, sin tener siquiera los tres centrocampistas minimos, Todavía fuera de casa, con más miedo que otra cosa -un, 5-3-2- se habría explicado, pero no un extraño 5-2-3, y menos contra el fuerte centro de campo rival.
Ante el buen juego de la Real, en el Atlético sólo funcionaron Marcelíno -con su coraje habitual- y Rubén Cano -con insólitas ganas, sobre todo en la segunda parte- Tras la inclusión de Alberto, y salvo Navarro, el equipo rojiblanco era el del año pasado. pero con peor juego aún que entonces. Sin orden ni esquema, los abundantes fallos individuales acabaron por encrespar al público, que se volvió protestando hacia el palco presidencial, en especial al marcar la Real su segundo gol. En realidad, podía haberse vuelto mucho antes, pues su equipo era un completo desastre.
La única diferencia del panoraina trasiel descanso fue que el Atlético jugó igual de mal, pero más deprisa, y además tuvo suerte. Nuevamente actuó sin extremos -el nulo Aguilar y el frágil, como inútil «caracoleante » Rubio- y los barullos se sucedieron entre susto y susto del contraataque rival. La sorprendente sustitución de Pereira por Ruiz no evitó dichos sustos y privó al equipo de ataques y calidad inexistentes sin él. Pero el fútbol es as! de inesperado y por eso vino el penalti tonto de Gajate cuando entre Satrústegui -muy en forma- y López Ufarte pudieron haber marcado otros dos goles más. Y también por eso, en el colmo de la injusticia, llegó el gol del empate en el último minuto, después de que Navarro, para desquitarse de los dos primeros tantos imparables, salvó otros dos frente al delantero centro donostiarra.
Lo curioso es que, incluso antes, pudo marcar en otro penalti no pitado. Desde luego, sí el Atlético gana el encuentro es como para pensar que el fútbol se ha vuelto del revés. Lo que sí quedó claro es que aunque empató con una habilidad de Rubén Cano, hasta el más acérrimo aficionado rojiblanco debió pensar que enipatar así no merece la pena. Los puntos son cada día más importantes, pero jugar bien al fútbol, todavía mucho más.
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