Millonarios en parados, o el más difícil todavía
Catedrático de Econometría en la Universidad Autónoma de MadridCuando en nuestro país se trata del paro como del problema más grave- de la realidad económico-social, cuando las cifras oficiales lo sitúan alrededor del millón de personas -es decir, por encima del 7% de la población activa-, cuando el paro se ceba especialmente en determinadas regiones y grupos sociales, cuando su solución se erige en el principal escollo de cualquier pacto social y político, parece obligado el que todos reflexionemos.
Se ha propuesto incluso la cifra de 200.000 puestos de trabajo anuales, es decir, un millón en el próximo quinquenio, como objetivo de nuestra política económica inmediata. A pesar de considerar tal meta como realista a la vez que alcanzable, en el contexto de un programa estudiado de relanzamiento económico, un análisis de las cifras disponibles me sugiere algunas consideraciones que pudieran tener algún interés general. Me baso al respecto en las encuestas de población activa que el Instituto, Nacional de Estadística viene realizando trimestralmente en una amplia muestra de 60.000 hogares españoles, es decir, recogiendo información de unas 240.000 personas. Sin, considerar tales cifras como exentas de error, me parece que procede de la fuente de información más fiable sobre el tema y que sustentan suficientemente las siguientes conclusiones:
1.º Las cifras de población potencialmente activa, es decir, de catorce y más años, muestran en el último período un crecimiento constante de alrededor de las 80.000 personas. En otras palabras, en 1979 unas 320.000 personas adicionales estarán, en España, en edad de trabajar.
2.º La población activa del país (otro problema es si encuentra trabajo o está en paro) está prácticamente estabilizada alrededor de los trece millones desde hace ya varios años. Natural mente, con una población en crecimiento, ello implica que casi tantas personas como ingresan en las fuerzas de trabajo, la abandonan. Éstos trabajadores, calificados frecuentemente como «desanimados», son aquellos que renuncian a trabajar ante las dificultades de buscar empleo en circunstancias económicas poco favorables para el país (amas de casa, estudiantes ... ). Puede estimarse, por tanto, desde los inicios de la crisis económica que veníamos sufriendo, en más de medio millón de personas los abandonos de las fuerzas de trabajo que esperan tiempos mejores para su reincorporación.
3.º La crisis actual también ha frenado momentáneamente los deseos crecientes de trabajo por parte de la mujer. Observando la evolución de las tasas de actividad hasta 1974, hoy puede estimarse que se encontraría por encima del 33% el porcentaje de mujeres que trabajarían entre los veinticinco y los 54 años. Sin embargo, por efecto de la crisis, la tasa actual es de sólo un 29%, lo que supone una disminución de unos 250.000 trabajadores adicionales en cuatro años.
4.º Naturalmente, todos estos trabajadores «desanimados» sólo renuncian transitoriamente a su trabajo. Precisamente por ello una de las críticas a la Administración Carter en su plan de creación dé puestos de trabajo era la no equivalencia entre puesto creado y parado convertido en activo, por la existencia en Estados Unidos de, en aquellos tiempos -verano 1977-, de unos 800.000 trabajadores «desanimados» en expectativa de mejora.
5.º Como consecuencia de los anteriores efectos «desalentadores», la población empleada (la que tiene puesto de trabajo efectivo), va disminuyendo en España en cuantía similar a la del aumento del paro. Más de medio millón de personas han perdido su empleo desde finales de 1974 y aproximadamente la misma cifra ha cedido la población empleada.
6.º El problema no es ya, por tanto, frenar un nivel de paro en alza que ya afecta a más de siete trabajadores de cada cien; es absorber una parte considerable de este millón de trabajadores en paro, teniendo presente que, a tales efectos, tendría paralelamente que buscarse trabajo también a los actuales (pero no futuros) trabajadores desanimados. El reto es, pues, sin considerar el paro fraccional, prácticamente inevitable, crear en los próximos años cerca del millón y medio de puestos de trabajo. Pero ello con una población demográficamente creciente en más de 300.000 personas por año, lo cual podría suponer la incorporación adicional. en circunstancias normales, de unas 150.000 personas/año.
Resumiendo nuestra posición en unas cuantas cifras fácilmente recordables, podríamos decir que, desde finales de 1974 se han producido medio millón adicionales de casos de paro, junto con el abandono transitorio de más de otro medio millón de personas que buscarían trabajo.
Si 1979 fuera un año como los anteriores, ello supondría que aumentase en unos 100.000 el número de parados y se desanimasen de encontrar trabajo más de 200.000 personas (incluidas las mujeres, que hubieran deseado inicialmente trabajar), lo que su pondría un déficit adicional de más de 300.000 puestos.
Con 200.000 nuevos puestos de trabajo, 1979 podría considerarse como un año importante de cambio de tendencia. El paro podría empezar a reducirse, aunque mucho menos de lo, que inicialmente pudiera pensarse por la presión creciente de los trabajadores desanimados ante estas, nuevas posibilidades de trabajo. Más de 150.000 puestos son ya exigidos en circunstancias económicas favorables por el simple crecimiento demográfico.
Realmente, para en un período de cinco años dejar reducido el paro a los niveles de 1974 y absorber al mismo tiempo a los trabajadores desanimados y al crecimiento demográfico del país, seria preciso. crear cerca de dos millones de puestos de trabajo, es decir unos 400.000 anuales. Las cuentas son inmediatas:
Desgraciadamente, la economía española no puede generar anualmente en las circunstancias actuales esos 400.000 puestos de trabajo. Pero esa contradicción no puede ocultar la realidad de las cifras. Al político, como artífice de lo posible, le corresponde marcarse ese objetivo deseable y realizable de los 200.000 puestos anuales. Al ciudadano raso le toca el recordarle que ese esfuerzo no es suficiente. Exigirle el más difícil todavía.
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