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El peor Valencia de los últimos años

Una cariñosa ovación acogió la presencia en el palco de Chamartín del nuevo presidente, Luis de Carlos. Dos soberbias pitas saludaron la presencia del Valencia, que había tenido la delicadeza de salir al campo con brazaletes negros en memoria de Santiago Bernabéu, lo que obligó al Madrid a lucirlos de nuevo. Al Valencia le silbaron también el año pasado los socios madridistas, después de aquella cesión de Mestalla por lo de la sanción de la UEFA. Al Valencia no le perdonan en Chamartín que vista los colores de la senyera de su ciudad. Casi todos los silbidos posteriores fueron justificados. Fue el peor Valencia de los últimos años.

Al lenguaje popular del fútbol el Valencia ha aportado dos matices muy peculiares; ser bronco y copero y mangriñear. El Valencia de hoy sólo tiene las partes negativas del tema. Después de haberse gastado millonadas en fichajes no ha conseguido superar el papel que por cuatro perras gordas realizaban los jugadores de la cantera. Los socios valencianistas están condenados a sufrir mucho más que en tiempos pasados. Entre otras cosas, porque antes, con los jugadores de Sueca, sólo aspiraba a ganar alguna copa y ahora desea ser campeón siempre. Con la actual directiva el Valencia parece destinado a representar el papel del Barcelona de Montal.El primer gran partido de la temporada fue decepcionante. De juego no más allá de un ápice. El encuentro, eso sí, tuvo chispazos de emoción cuando los delanteros madridistas crearon situaciones de peligro. El Valencia no se llevó una goleada porque entre los jugadores de Primera ha comenzado a surgir la solidaridad. El domingo hubo jugadores blancos que mejoraron con mucho a Cardeñosa. El gol que no marcó Cardeñosa a Brasil llevaba camino de convertirse en histórico, como el de Zarra o el de Marcelino, pero todo parece indicar que en un par de meses todos nos habremos olvidado de aquella historia que pudo haber sido y no fue.

Hay otra historia que todavía colea, aunque tampoco se ha producido: la huelga de los jugadores profesionales. Los futbolistas tenían y tienen toda la razón. La Federación les ha menospreciado siempre y se mantiene en sus trece. Cuando Pablo Porta asumió las riendas del fútbol nacional se pensó que iba a ser el gran presidente. Ha quedado en simplemente deseado porque a pesar de haberlo tenido todo a lo Fernando VII, todavía no ha conseguido mejorar a José Luis Pérez Payá, a quien él ayudó a caer.

Los jugadores siguen, en gran número, sin cobrar todos los emolumentos que les adeudan los clubs, pero el señor Porta que siempre se ha mostrado partido de resolver los problemas a nivel federativo, para evitar las intervenciones de las magistraturas de Trabajo, escudándose para ello en la posibilidad de no diligenciar las fichas de las entidades deudoras, ha permitido que la Liga comience sin que algunos hayan visto un duro.

Y las deudas no solamente las tienen los clubs modestos. Hay incluso un club de Primera, División que no ha tenido la delicadeza de liquidarle casi un millón de pesetas a un jugador que ha tenido que recurrir a la medicina privada para que le arreglaran una pierna que le dejaron en pésimas condiciones.

El derecho de retención es una horca caudina para la Federación pero tendrá que pasar por ella. La regulación de este llamado derecho -derecho porque defiende sólo a los clubs- no es cuestión que pueda aplazarse por más tiempo. Si los jugadores deciden un día dar el portazo, de ello sólo será responsable el organismo directivo.

La Federación es un cúmulo de desdichas. Ahora resulta que la retención también era aplicable a los jugadores extranjeros. Si Porta desconocía el tema es evidente que no puede presumir de presidente eficaz y por tanto debería meditar sobre su dimisión. Si Porta conocía el tema y no lo comunicó a los clubs, lo que fue causa en determinados casos de notables perjuicios, deben ser los clubs los que eleven la petición de cese. Que los jugadores españoles fueran ciudadanos de segunda con respecto a los extranjeros es un motivo más que la AFE puede alegar en contra de quienes monopolizan el poder.

El placer del poder debe ser grande. Por eso sorprende que de pronto haya alguien que renuncie al mismo. Saporta, que ya se ha ido del Madrid, es de los pocos directivos del fútbol hispano que le ha tenido miedo a la dirección absoluta. Tenía posibilidades de ganar una elección dirigida desde dentro y ha preferido decir adiós. Para ser directivo del Madrid ha habido en cambio presiones de todo tipo. Hubo quien incluso pidió una carta de recomendación a un ministro para formar parte de la nueva junta. En su curriculum adjuntó varias fotos en color en las que se le ve entregando un obsequio a los Reyes. La foto, publicada en una revista del corazón no causó suficiente impacto.

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