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Mansos y preciosos de lámina los toros de Prieto de la Cal

Plaza de Las Ventas. Toros de Tomás Prieto de la Cal. Bien presentados, sin ser aparatosos; tres de ellos jaboneros y uno berreando en negro, de preciosa lámina. Mansos, con peligro el primero, y sin problemas los demás. El inclusero: estocada delantera, quedándose en la cara (vuelta protestada). Estocada a paso de banderilla (silencio). Miguel Pérez El Cerralbeño, que confirmó la alternativa; estocada contraria y dos descabellos (pitos). Estocada atravesada a paso de banderilla, otra más atravesada, que asomó por el costillar, media cuarteando (aviso), dos descabellos (bronca). Antonio Francisco Vargas: estocada (silencio). Bajonazo (saluda por su cuenta entre pitos). Juan Espejo recogió muy bien de salida al segundo de la tarde y lo corrió a una a una mano, llevándose una gran ovación por el indudable detalle torero, de lo mejorcito de la tarde.

La hermosa lámina de los toros de Prieto de la Cal fue lo más destacado de la tarde. Lo malo es que tras la estampa no había casta. Salían con las manos por delante, la cara arriba; en el caballo abundaron las coces, el volver grupa y salirse suelto o el cabeceo para quitarse el palo. El primero llegó a la muleta con peligro buscaba por los dos pitones y daba unos tornillazos que quitaban el hipo. El Cerralbeño, torero que ha actual muy poco y acusó una lógica falta de sitio, comenzó la faena a este «regalito» de la confirmación con pases por alto en los medios. Fue una gran equivocación, el toro le apretó para los adentros, no le aguantó y perdió los papeles. A partir de ahí estuvo a merced de¡ toro y no pudo sacar nada en limpio. El quinto, jabonero claro y manso como todos, fue desastrosamente lidiados; por esto llegó a la muleta con la cara alta e incierto. El Cerralbeño anduvo aperreado, falto de oficio y de recursos.El segundo, un berrendo en negro muy bonito, fue recogido muy bien por ese gran torero de plata que es Juan Espejo, que se soltó a una mano y corrió al toro por derecho. El Inclusero toreó muy bien a la verónica, con mucho sabor y el remate ajustado de la media. Faltó un punto de reposo. Tras una vara larguísima, el toro se fue arriba a la muleta, que tomó con nobleza, El Inclusero estuvo valiente, enrabietado, tal vez nervioso; junto a muletazos hondos y de acabado trazo, hubo otros en los que el toro le tropezaba la franela. El cuarto, un jabonero barroso, fue picado con saña por el de tanda, con lo que llegó aplomado a la muleta. El Inclusero lo tanteó precavido, para luego hacer señas al presidente de que el toro no iba. En un gesto extraño arrojó la muleta al suelo y fue perseguido por el funo. Nervioso, volvió a la cara del toro para dar unos derechazos atropellados, y acto seguido desistir. Fue una actitud incomprensible de un torero con calidad y oficio, el único que había en Las Ventas, pero al toro hay que cuidarlo en varas y no dejarlo destrozar bajo el peto.

El tercero de la tarde fue un jabonero de tono muy claro y lustroso, un pelaje de tauromaquia añeja, muy raro de ver, jabonero herrengue, diferente del albahio, que decían unos aficionados, que es un tono más pajizo y amarillento. Antonio Vargas colocó dos pares y medio de banderillas vulgares, para hacer un trasteo sin quietud, ni mando. Al sexto lo macheteó por la cara a la defensiva, para recurrir luego a tocaduras de pitón y desplantes de rodillas que no venían a cuento. Lo único destacable de su pésima actuación fue la larga cambiada a porta-gayola con que recibió al tercero, el jabonero escapado de las páginas de la historia.

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