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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Los traumas de la grúa

He sido objeto por primera vez de la continua y desmadrada actuación de la grúa (no municipal). Sí existe infracción (pero en pequeño grado). La forma de actuación la considero incorrecta y del todo abusiva y su desenlace capaz de acabar con la paciencia y nervios del ser viviente.A las 630 de la tarde dejé el coche esquina a la calle de General Mola con la calle de Padilla; libre el paso de peatones y dos metros de encintado hasta llegar a la calzada de General Mola, ni el más mínimo entorpecimiento al tráfico. Sitio que está comprobable, y por supuesto, siempre con coche aparcado; muy correcto pero sancionable.

Mi propósito de recoger a mi nieto (cuatro años) para llevarlo al médico (cosa que puedo probar). La impresión que llevamos al ver que el coche no estaba se puede usted dar idea. Paciencia si, pero ojo señor alcalde, que todos tenemos nuestros sentimientos, no se abuse del impulso contenido de los machacados ciudadanos.

Llegamos a casa y llamamos al 092, eran las 8.30, no tenían nota de la matrícula y amablemente nos pidieron que volviéramos a llamar pasados veinte minutos, así lo hicimos en dos intervalos más, el coche no estaba en las célebres computadoras. Nos dieron hasta cuatro números de teléfonos, todos comunicando (había partido de fútbol televisado). Posteriormente una señorita contestaba que no estaba en ninguno de los depósitos.

Ahora empezó la intranquilidad colectiva en la familia, pues pensábamos que nos habían robado; documentación, papeles, cartillas, etcétera. Nueva llamada a los teléfonos anteriores (el aparato ya echaba chispas) y una voz de senorita nos aconseja que vayamos a AZCA, donde sería el posible lugar para encontrarlo.

Bueno, la tensión familiar era mayúscula y nos lanzamos al lugar indicado, señor director; el espectáculo es impresionante, galerías, pisos, vueltas y el taxista ya loco sigue a otros taxis (todos a lo mismo). Naves y naves, grúas y más grúas, coches y más coches y al fin allí estaba; al lado, de otros ignorados por las computadoras y a merced del agotamiento de sus propietarios.

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