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México despidió con respeto a un Camino conservador

Manolo Chopera, el empresario y exclusivista, le cortó la coleta a Paco Camino en el centro del ruedo de la Monumental de México. Era la una y veintisiete minutos de la madrugada, hora española. Extraña hora para la despedida de un torero, y extraño sitio -México- para un diestro español y sevillano, primera figura en nuestro país, aunque también en todo el orbe taurino.Pero México ha querido darle una despedida respetuosa y emocionada. Lleno el enorme, impresionante coso, el público, ha sabido perdonarle al torero sus fallos, sus pequeñas inhibiciones y subrayar con calor la voluntad de triunfo que, lamentablemente, no ha podido producirse. El primer toro de la tarde pudo ser el de ese triunfo sonado, pero el veterano espada no estuvo para pelearse con una res de casta, quizá pensando que aún le quedaba la oportunidad del cuarto y, si se terciaba, el sobrero.

Plaza de México

Corrida televisada. Siete toros de Mimihuapán, desiguales de presentación; los tres primeros, flojos, manejables. Con casta. El cuarto presentó problemas. El séptimo, sobrero de regalo, cornalón y astifino, tuvo genio. Paco Camino, que se despedía del toreo: pinchazo feo y estocada corta (silencio). Bajonazo y descabello (silencio). En el sobrero: estocada (ovación). Manolo Martínez: Pinchazo y estocada caída (palmas y saludos). Pinchazo y rueda de peones (bronca). Eloy Cavazos: estocada corta (dos orejas protestadas). Media estocada tendida (silencio).Terminada la corrida, Manolo Chopera cortó la coleta a Camino, y éste dio una vuelta al ruedo, en medio de una gran ovación.

Pero el cuarto, un manso, presentó demasiados problemas. Camino lo lidió bien y dominó las inciertas embestidas con un trasteo que hubo de ser breve. Y el sobrero, cornalón, astifino, con casta y genio, fue demasiado regalo para la hora misma de la despedida. Tras probarle con las dos manos y sufrir un par de acosones abrevió de nuevo. La estocada fue certera. La ovación cerrada llenó de emoción la plaza. Hubo, tras el corte de coleta, una vuelta al ruedo, con la que se rendía el último tributo al torero que lo ha sido todo o casi todo en la fiesta durante dos décadas.

Y que aún pudo ser más. La apatía unas veces, la facilidad casi excesiva para ejecutar el toreo casi siempre, han hecho de Camino un torero de cuyas faenas, incluso las mejores, siempre quedó la sospecha de que seguramente habría podido superarlas. Esa misma conciencia se palpaba esta madrugada en la corrida televisada desde México. Los ídolos de aquel país, Manolo Martínez y Eloy Cavazos, se esforzaban, bullían, recurrían a sus más eficaces recursos, pero el toreo -sabemos todos-, el toreo verdadero y de las más arrebatadoras esencias, estaba en Camino. Hubo de él, por supuesto, unas pinceladas: los trincherazos magistrales con que inició su primera faena, el toro enrollado alrededor de su cintura, como una pescadilla, solemne el paso del torero, que ganaba terreno, suave el muletazo, mando absoluto; la colocación y los capotazos justos en la brega al cuarto; dos verónicas y una chicuelina en el sobrero. No bastaron, claro; el arte llena, pero incita el apetito y hace pedir más. Y esto fue lo que defraudó en una tarde mexicana, montada para que todo el inundo la viera a través de televisión, y que Camino pudo llevarse de calle, acaso como el mejor recuerdo de toda su biografía torera. No se atrevió a tanto.

La retransmisión fue una delicia de realización, con planos que eran carteles o portadas. Acierto ejemplar para llenar los «espacios muertos» que tiene toda corrida, conocimientos taurinos, sentido de la lidia para, en cada momento, ofrecer el ángulo visual que mejor podía captar la suerte. Seguramente todo esto no es más que consecuencia del oficio que tienen los realizadores mexicanos, acostumbrados a dar toros en directo, en diferido y mediante filmaciones; algo que en España -la cuna del toreo ¡qué contrasentido!- no puede suceder, porque aquí la televisión que tenemos no quiere saberse nada de esta fiesta popular y de nuestra exclusiva invención. Una pena, una pena.

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