_
_
_
_

El reglamento se vulnera en Las Ventas

Mal tufo da la plaza de Las Ventas con el ejemplo de su corrida inaugural celebrada el domingo, en la que el reglamento vigente (porque aún está vigente, señor presidente, señores veterinarios, señores lidiadores) se vulneró a mansalva. Y resulta tanto más chocante cuando la primera autoridad, en el palco, la ostentaba el comisario Corominas, uno de los presidentes de más crédito y mejor trayectoria, que además ha participado en la reforma del zarandeado reglamento con intervenciones que descollaron por su ponderación y por sus criterios de aficionado puro.

Las más graves transgresiones ocurrieron en el primer tercio, que es -«¿sé ha dicho alguna vez?- el fundamental de la lidia. Excepto uno de los toros, ninguno recibió las varas reglamentarias. Y no exactamente porque no tuvieran fortaleza para resistirlas, sino porque en la primera, donde se acumulaban todos los vicios técnicos, el picador metía hierro en barrena, mientras los toreros de pie se hacían los suecos y no iban al quite, con lo cual se consumaba todo el castigo reglamentario y más que pudiera haber.Cariocas sin venir a, cuento, el tintero, puyazos traseros que dejaban al toro tullido, pero con toda la potencia defensiva para el derrote -así aquel colorao, jugado en cuarto lugar, apabullante de presencia- y, en fin, la nefasta suerte del señor Atienza convertida en uso habitual, como si fuera ley. Los espadas de turno y el director de lidia, como decíamos, permanecían entretanto, en pasividad, muy serranos contemplando la paliza que recibía el toro. En otro sentido hubo, incluso, una especie de plante cuando el debutante que confirmaba la alternativa consideró que el toro de la confirmación estaba suficientemente picado y, pues la presidencia no cambiaba el tercio, se negó a ponerlo de nuevo en suerte, ni dejó que lo hiciera su cuadrilla y El Inclusero, que era el director de lidia, tampoco intervino para corregir esa especie de absentismo, como era su obligación.

La solución la aportó pronto el presidente: simplemente sacó el pañuelo, con lo cual le sacó la lengua a . su propia autoridad. Estos supuestos -el «plante», más o menos- se contemplaron en las reuniones para la reforma del reglamento y allí casi todo el mundo afirmó, con mucho énfasis, que no sucedían nunca, prácticamente. Pues aquí está el caso.

Los peones no paraban ni corrían los toros a una mano, como está ordenado y reglamentado, ni por equivocación. Pero hacían la rueda-rueda para que doblaran tras los pinchazos, lo cual está expresamente prohibido. O llamaban la atención de las reses desde el callejón, asomando el capote por encima de la barrera. O citaban al abrigo del fatídico burladero del siete, para ese invento de la nueva tauromaquia que consiste en distraer allí al toro (a riesgo de que se desgracie contra las tablas) mientras sale a la arena el picador y se coloca.

Pero lo que más asombra es que los veterinarios dieran por válido un toro que tenía una cornada en una pata y que éste se lidiara de principio a fin, pese a tal evidencia,

Un curioso programa

Todo esto, y más que podríamos añadir, es un mal precedente para una temporada importante en la que pueden cocerse muchas cosas -entre ellas, el futuro de la fiesta- y en la que debiera imperar la seriedad. Una vez más, la presidencia es la clave y en ella -¿en quién si no?- confían los aficionados. Y diganos, finalmente, de la empresa de la plaza y su «programa oficial». Tal programa oficial no contiene otro dato de interés que la reseña de los toros y las sustituciones de las cuadrillas; en total, una veinticuatroava parte de sus doce páginas, casi todas dedicadas a anuncios y a unos parciales y escasos apuntes para turistas sobre la corrida, en tres idiomas. Este programa, que podría -¡y debería!- ofrecer la biografía de los toreros del cartel, historial de la ganadería, etcétera, es, salvo el dato dicho, un inservible papel, pero, aunque programa oficial, no tiene precio oficial, sino el que marcan quienes lo reparten. Algunos, antiguos vendedores, tienen clientela fija de aficionados a quienes entregan un ejemplar por «la voluntad». Pero los más, lo han puesto a dos duros y «la voluntad», y si no, no hay programa. Como no se trata de un libelo, pues tiene su pie de imprenta y número de depósito legal, sencillamente se pide que figure en la portadilla el precio bien visible.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_