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La necesidad de una Constitución

(...) Este país, que tan confiadamente inició el camino de la democracia, se encuentra tres meses después de las elecciones generales con1a triste realidad de que sigue viviendo bajo el imperio de las mismas leyes franquistas de cuarenta años, con la penosa realidad de que falta todavía mucho -meses- para que esas leyes franquistas, las Fundamentales, sean derogadas. De nada vale aquí el consuelo hipócrita de que las leyes se aplican a medias, de que la tolerancia permite vivir como si tales leyes no existieran. Porque un día -y a veces hay que dar rienda suelta al pesimismo- a alguien con otras intenciones puede ocurrírsele la mala idea de obligar a cumplir hasta la última letra de lo escrito, no derogado suficientemente por la ley de Reforma Política aprobada en el referéndum de diciembre.Lo que hay que pedir ahora a las Cortes es que aceleren sus trabajos. Archívese ya el «caso Blanco», que no puede convertirse en el episodio central de esta etapa predemocrática, por muy lamentable que sea. Y pónganse a trabajar diputados y senadores en lo que de más utilidad será para el país. Primero, en los reglamentos de las Cámaras, que a los dos meses y medio largos de su constitución siguen rigiéndose con normas provisionales y principios acuñados bajo la dictadura. En segundo lugar, y aquí deben confluir todos los esfuerzos, en la Constitución.

Estamos viviendo en el aire, esperando que sea alumbrada una Constitución, única norma que puede ordenar el desarrollo democrático. Cuando se piensa en el tiempo que las Cortes de la República tardaron en redactar una Constitución que daba un completo vuelco a la forma de Gobierno vigente hasta entonces (las Cortes se reunieron por primera vez el 14 de julio die 1931 y la Constitución fue promulgada el 9 de diciembre siguiente) y cuando se repasan los numerosos trámites que quedan por cubrir todavía en las actuales Cortes a unos estudios que prácticamente están en sus inicios, la necesidad de pedir, de exigir, urgencia es inevitable.

La única institución democrática con que cuenta España, las Cortes, no puede permitirse el lujo de languidecer por falta de miras, por no proyectar sus objetivos convenientemente y por no trabajar al ritmo, acelerado, que se requiere ahora. Las Cortes deben empeñarse en elaborar una Constitución en un brevísimo tiempo, en un tiempo récord. Cada día que se pierde es un palo atrás, que significa mucho más de lo que parece en una situación política todavía sin estabilizar.

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17 septiembre

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