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Motociclismo

La vida de los pilotos sigue en peligro

La temporada del Campeonato del Mundo de Velocidad ha terminado, poniendo fin a un calendario muy mal confeccionado, al tiempo que cerraba una de las páginas más negras de la historia del Continental Circus. El tema de la seguridad en los circuitos se ha vuelto a poner de manifiesto de forma contundente, a costa, desgraciadamente, de la vida de varios pilotos.Las notas más características de esta temporada, antes de que la misma diera comienzo eran que, por una parte, se había variado el sistema de puntuación. En años precedentes, los pilotos escogían unos cuantos resultados del total, que no superaba nunca la mitad más una de las pruebas celebradas. En esta temporada, sin embargo, se decidió que todos los puntos conseguidos fuesen válidos, lo que, en principio, parece muy razonable, además de obligar a los pilotos a seguir con el mismo interés todo el campeonato y a que éste no se decida hasta las últimas pruebas.

Pero, por otra parte, el calendario, segunda de las sorpresas previas a la temporada, estaba tan mal confeccionado, que las pruebas se sucedían unas a otras prácticamente sin solución de continuidad Í no permitiendo a los pilotos el mínimo respiro , ni a los mecánicos el tiempo suficiente para poder poner a punto las máquinas. Como caso extremo, en el mes de mayo tenían lugar cinco pruebas -cubriendo los cinco fines de semana del mes-, debiéndose desplazar entre ellas los pilotos por toda Europa. ¿Hay quien lo entienda?

Estos dos elementos la variación de la puntuación y el calendario tan seguido-, juntos, han sido la razón fundamental de que la temporada haya sido, en gran parte, una caja de sorpresas. Pilotos prácticamente desconocidos, se han permitido el lujo de estar en las primeras posiciones de las clasificaciones, ayudados por su regularidad en ir sumando puntos, mientras que las figuras, en su afán de ganar, no siempre terminaban las carreras. Unas veces las averías, por haber forzado excesivamente la máquina, y otras, las caídas, por forzarse ellos más de lo debido, impedían a los favoritos sum.ar puntos en todas las pruebas, mientras -los segundones, sin hacer grandes papeles, iban encaramándose hasta puestos difícilmente accesibles más tarde.

Sin embargo, una vez más, la falta de seguridad ha sido la nota triste y destacada de la temporada. Los pilotos, tratados en el mejor de los casos como niños a los que no hay por qué hacer caso, han visto cómo sus protestas eran desoídas sistemáticamente. Su lucha por mejorar la seguridad en la pista, de la que, evidentemente, depende su vida, ha sido, una vez más, ccirno un clamor en el desierto. Y así hemos seguido viendo cómo se disputaban carreras en circuitos sólo aptos para automóviles, que al estar bordeados por guard-rails -bordillos metálicos para impedir q«ue el vehículo salga de la pista-, eran causa de gravísirnos accidentes -en los que se han llegado a perder vidas-, al devolver estos bordillos a la pista, las máquinas de los pilotos que se habían caído, tropezando sobre ellas los que venían detrás y produciéndose, entonces, un accidente muchísimo más grave. Esto, sin tener en cuenta que, si el piloto llega a golpearse contra ellos, una caída que podría no haber tenido consecuencias, seguramente tendría un desenlace fatal.

Pero, además, a estos circuitos hay que añadir otros que aún son peores. ¿Cómo pueden seguir disputándose carreras en circuitos (por llamarlos de algún modo) como Imatra, en Finlandia, donde hasta un p aso a nivel cruza la pista bordeada, permanentemente, de árboles; o Opatija, en Yugoslavia, bordeado de rocas, acantilados Y robles, en zonas donde se rueda a más de doscientos kilómetros por hora?

De cualquier forma, a la culpa de la FIM (Federación Internacional de Motociclismo) y a la de los organizadores de algunas pruebas, hay que añadir la propia de los pilotos. En un tema tan trascendental cómo éste, la postura de los que tienen que jugarse la vida tendría que estar totalmente unificada y, sin embargo, no es así. En muchas ocasiones, demasiadas, las protestas de los pilotos no han sido atendidas por los organizadores porque, si no corrían los que protestaban, siempre habría otros que tomasen la salida. El hecho de tener una opor tunidad de sumar unos puntos casi seguros y sin oposición al tiempo que la ganancia de unas primas de salida suculentas, ha atraído a algunos de los pilotos que nunca, en circunstancias normales, tendrían la oportunidad de alcanzarlos, siendo ésta la razón fundamental de que, una vez más, se mercantilice hasta la vida.

Y al no ponerse de acuerdo los pilotos, han permitido que muchos organizadores- sigan jugando con ellos, y con su vida, como lo han hecho hasta ahora. Lo malo es, que las consecuencias de este juego -en el que, lo que se juega es la vida- suelen ser, como ha sucedido este año, catastróficas.

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