Dirigismo económico y sistema de mercado
El despegue económico operado mediante la gestión de sesgo tecnocrático iniciada en 1959 permitió la aproximación de la economía española al mercado mundial y la apertura de fronteras al capital y la tecnología exteriores. Sin embargo, el dirigismo económico y la construcción de un Estado por encima de partidos políticos y sindicatos reales obstruyeron los mecanismos de mercado, gestaron un capitalismo elemental, se tradujeron en políticas instrumentales incoherentes con las exigencias de distribución, social, de la riqueza y eliminaron las posibles aportaciones del pluralismo político en la regulación de los conflictos económicos y sociales. Pero el hecho' incuestionable de que en la España de Franco no pudo surgir a la luz un capitalismo maduro y europeo tiene ahora una penosa contrapartida: el ardor, también inmaduro y poco europeo, con que la izquierda responde a la situación heredada, repitiendo las tesis clásicas de un socialismo primitivo incapaz de comprender la configuración, profundamente evolucionada, del capitalismo occidental.Denostar al capitalismo desde el simple rechazo a las relaciones de poder descubre una grave limitación: la de ignorar que esas relaciones están implícitas en el concepto de sociedad, al que por ello mismo configuran. Las relaciones de poder tienen su origen en la distinción previa entre lo lícito y lo ¡lícito: el cuerpo social que toma la decisión asume el poder. La sociedad que bloquea la posibilidad de esa diferenciación se anula a sí misma; cualquier posición política que defienda su abolición apoya la destrucción de la sociedad en la que se inscribe.
Enfrentar el socialismo al sistema de economía libre y proponerlo como única «alternativa» plausible, desde la crítica a los defectos del capitalismo durante el régimen franquista, es un grave error. que parte de supuestos inexactos. Defender un sistema de mercado con un Estado netamente intervencionista y un sector público reforzado, corrector del mercado y único agente de la justicia social y de la distribución del bienestar, supone extrapolar sin más, el sistema franquista y confundir el mercado con un mero operador económico, cuando además es un operador social.
Veamos algunos ejemplos extraídos de una realidad que ha impedido la realización de un sistema de economía de mercado durante los últimos cuarenta años.
Intervencionismo laboral
La liberalización económica iniciada en 1959 se extendió a todos los sectores, excepto el laboral. Aquel año marca en la historia española el comienzo de un proceso que aproxima nuestra economía a los modelos del bloque occidental. El careo con el exterior y el diseño de un sistema fiscal y financiero -anticuados hoy, pero válidos en su momento- situaron a la economía española en la rampa de despegue hacia el desarrollo. Mas la ineludible reforma del mundo laboral se retuvo por razones políticas, con graves consecuencias para trabajadores y empresarios; faltos aquéllos de verdadera representación, mientras que los otros se orientaban hacia posiciones coherentes con las posibilidades internas y la realidad exterior, aunque privados también de los instrumentos necesarios para la navegación. El mantenimiento a ultranza del sindicalismo vertical, la prohibición de la huelga, la carencia de un marco de entendimiento representativo y el enfoque exclusivo de la política laboral como política de pleno empleo han privado a la economía española de unos resortes imprescindibles para suavizar las tensiones económicas y, lo que no es menos grave, han cristalizado en un factor estructural de inflación. La política del avestruz ante una productividad mediocre y la imposibilidad. de reducir mano de obra en momentos de crisis obligan a desplazar hacia los precios todos los incrementos de costes, aun en momentos de depresión; la práctica se ha convertido en hábito, en proverbial respuesta sicológica.
La inexistencia de cauces adecuados para la representación de los intereses laborales provocó la ausencia de información real, con la consiguiente deformación del cuadro reivindicativo, centrado casi exclusivamente en el progreso salarial y la fijación de ingresos basada en el crecimiento del índice de precios, abstracción hecha de los niveles de productividad. La costumbre catalizaba el alza de los precios, mientras se postergaba la. consideración de otros derechos y mejoras de los trabajadores.
De otra parte, la ineficacia del sindicalismo oficial estimuló la natural adhesión de los trabajadores a sindicatos paralelos dirigidos básicamente por hombres de partido. Tal politización ha originado que el movimiento laboral de vanguardia presente una imagen sesgada y de respaldo a proposiciones predominantemente partidistas, que resultan hostiles por naturaleza a la reforma y al progreso desde dentro del propio sistema y a la organización de grupos sociales inclinados al pacto.
He aquí el resultado de tan desordenados movimientos: dificultades económico-financieras para los empresarios y desilusión para los trabajadores, que ven como los registros para la defensa de sus intereses se desmoronan o se convierten en cauces para la defensa de intereses partidistas.
Intervencionismo financiero
La intervención sobre una elevada proporción del total de la capacidad inversora de bancos y cajas de ahorro se ha traducido en el mantenimiento de unas amplias posibilidades de financiación artificial a bajo precio, invertida en empresas públicas y semi-públicas o en empresas privadas que han tenido la fortuna, no siempre merecida, de acceder al crédito oficial.
El mantenimiento de tan elevadas ofertas de dinero a reducido precio conduce, de un lado, a una exagerada capitalización por encima de las necesidades reales y, de otro, a la financiación desorbitada de empresas marginales con reducida capacidad social. Fácilmente se entiende que tan febles empresas no hubieran surgido al tráfico económico o habrían cerrado de tener que pagar un coste financiero real. Además, la sobrecapitalización constituye causa estructural de un desempleo que no se hubiera producido de mediar precios reales del dinero, porque los empresarios se habrían inclinado hacia inversiones verdaderamente productivas que exigen mayor utilización de mano de obra.
De otra parte, la posibilidad de financiación a precios intervenidos se traduce en la existencia de empresas marginales de reducida productividad y capacidad financiera que alimentan las tendencias inflacionistas porque, necesariamente, tienen que desplazar a los precios cualquier incremento de los costes de producción, al no poder absorberlos mediante les aumentos de pro.ductividad correlativos.
La intervención de los tipos de interés al margen de la situación real de la demanda y la oferta ha estimulado el desarrollo de un mercado negro, en el que cantidades de dinero por encima de cierto nivel alcanzan precios que superan hoilgadamente el coste financiero de los restantes fondos del sector privado y el correspondiente a los que se vierten sobre el sector público.
En resumen, la situación intervencionista relatada suscita un triple efecto que interesa resaltar:
a) El ahorro modesto, tan severamente tratado, ha servido para financiar los fondos utilizados por las empresas públicas, las paraestatales y las marginales.
b) Se ha erosionado así la capacidad de ahorro de la economía y provocado hábitos de indiferencia hacia el ahorro.
c) Ha constituido el intervenciopismo una causa estructural de desempieo, baja productividad e inflación.
Intervencionismo del sector exterior
El efecto combinado de la persistencia de un cuadro arancelario con las ínismas limitaciones y basado en criterios de protección nominal, unido todo ello a una política de intervención de la paridad exterior a espaldas de la situación real de la cotización de la peseta, ha re ducido la ef iciencia y productiviciad comparativas de la industria española, ha distorsionado la asignación de recursos -desviando capital y trabajo hacia actividades protegidas-, ha lesionado el, nivel de reservas de divisas, ha alimentado la inflación y ha situado a muchas empresas españolas en una posición difícil frente al exterior, que puede ser crítica de producirse nuestra vinculación a la Comunidad Económico Europea.
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