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Reportaje:

Responsabilidades de la derecha y de la izquierda / 1

Se han celebrado al fin las lecciones. Desde lejos los resultados son afirmativos y optimista . La prensa extranjera ha celebrado la disciplina, moderación, entusiasmo y prudencia del pueblo vortante. Los extremismos, comentan, han quedado reducidos a cifras menores, se ha evitado una polarización excesiva, y el gobierno, que ha dirigido la complicada operación de salir delas Leyes Fundamentales y demás aparato previsto por Franco ha obtenido en la votación, en favor de Suárez y su agrupación política, una significativa aprobación. Los españoles no quieren seguir gobernados por una dictadura, y tampoco parecen resueltos a salir fuera de la actual estructura política.Todas estas estimaciones positivas resultan de las elecciones, las primeras libres y populares que el país ha podido rea izar después de 41 años de suspensión de derechos que son fundamentales en el mundo libre (en el limitado número de países que tienen un régimen parlamentario verdadero).

Me apresuraré a comentar el resultado de las elecciones, mal informado corno estoy todavía, porque algunas noticias más directas, y mis recuerdos de una vida entera de preocupación política, en la que son muchísimos más los años de desilusión que los de esperanza, me hacen ver, como a otros españoles expertos cuyos juicios me empiezan a llegar, que la cosa no está tan clara como les parece a comentaristas generosas. Naturalmente que la democracia, como sabemos, no es en sí ninguna solución, sino sólo la abierta posibilidad de que un pueblo vaya buscándose él mis

mo soluciones que no sean impuestas.Las dificultades de la democracia nuestra empiezan, como en otros países europeos de territorio extenso y complicada historia, porque en la Península y sus islas hay diversidad de lenguas, tradiciones, intereses y simpatías, que hacen la unidad del pueblo una trama compleja que no está resuelta por de pronto. Este es uno de los temas urgentes que esperan al Gobierno de las elecciones.

Triunfo de la democracia, liquidación del franquismo, esperanza de poder ser España un país libre normal, sin Leyes Fundamentales ortopédicas... Pero no es esta la primera vez que triunfa en España la democracia y se abren perspectivas ilusionadas.

La experiencia nos enseña que las ilusiones democráticas se han hundido otras veces por culpa de los españoles mismos, tal vez en primer lugar por culpa de los políticos, por culpa de los dos campos en que se dividen los españoles, la derecha y la izquierda.

Pues en realidad las elecciones de ahora, que los extranjeros pueden creer que son unas elecciones con distribución equilibrada, donde los comunistas y los derechistas de Alianza Popular han tenido un número modesto de votos, no dejan de tener bastante peligro de polarización.

Cierto que grupos políticos más allá de los extremos, a la derecha de Alianza o a la izquierda de los comunistas, no significan mucho después de laselecciones. Cierto que los votantes se han decidido por el complejo grupo político que se ha centrado alrededor del presidente Suárez o por el antiguo Partido Socialista Obrero, renovado por Felipe González.

Pero la verdad es que el «inexperto» pueblo español, al que se acusaba hace, unas semanas de andar perdido entre una inextricable sopa de letras, ha sido muy hábil. concentrándose muy mayoritariamente en dos opciones, que responden fundamentalmente a las dos posturas posibles en este momento, y que si representan actitudes contrapuestas, podrían ser dos fórmulas políticas que convivieran, y hasta colaboraran. Naturalmente que al ser actitudes que responden a posiciones muy distintas hay una posible polarización, y una polarización que, si falta en las alturas de los dos grupos inteligencia, puede ser muy peligrosa. Los supuestos inexpertos han comprendido que, si no sacrificaban al votar matices personales y diferencias mínimas, un Parlamento fragmentado en pequeñas minorías podía transmitir a las transacciones de los políticos todo el mandato de los electores. Los electores han expresado, por una parte, su apoyo a la Monarquía y al Gobierno, tal cual éste ha conseguido, de admirable manera, llegar a las elecciones y a la democracia parlamentaria; por otra parte, los electores han concentrado en el Partido Socialista sus esperanzas de reformas profundas: políticas, sociales (entre ellas la famosa reforma fiscal). Naturalmente, habrá habido electores que habrán vacilado entre la opción Suárez y la opción socialista, como los habrá habido que, en ese instinto político que los ha llevado a concentrarse en dos grupos, habrán renunciado a posiciones a la derecha de la primera o a la izquierda de la segunda. Pero queremos creer que hay uria cierta continuidad entre las gentes que se han inclinado por una o por otra de las dos candidaturas victoriosas.

Si hay manera de que las dos opciones de los electores se combinen, de que una inteligencia se produzca entre sus dirigentes para hacer compatibles las bases constitucionales que han hecho posibles las elecciones libres, que tan imposibles parecían, con las esperanzas de tantos españoles cansados, entonces es justa la interpretación de que las elecciones han sido realmente equilibradas y un buen pórtico para una fecunda etapa democrática; pero si los dos grandes ganadores no llegan a la inteligencia, aunque sea tácita, y se consideran ganadores absolutos, no obligados a pactar con el «adversario», entonces tendríamos una polarización peligrosa, tan peligrosa como si los vencedores hubieran estado mucho más a la derecha, los unos, y mucho más a la izquierda, los otros.

Es, pues, esencial que se evite la polarización para que la democracia parlamentaria se consolide entre nosotros. Y para ello no debemos olvidar que repetidas veces se ha producido la polarización, que durante muchos decenios de régimen parlamentario, más o menos auténtico, ha faltado una verdadera base de convivencia entre partidos.

La razón de esta desastrosa polarización, que ha impedido la vida constitucional de nuestro país y le ha llevado a revoluciones, dictaduras y demás desastres de la inestabilidad, se basa sin duda en defectos de nuestros partidos, defectos de nuestro pueblo, que se han manifestado tanto en la derecha como en la izquierda, defectos que conocemos en el pasado por la historia, y defectos que se puede temer reaparezcan.

¿Se le consentirá a un observador sin otra autoridad que la del buen deseo y la de una constante preocupación política exponer los defectos en cuya superación consiste la posibilidad de que funcione en España la democracia parlamentaria, un sistema que es hasta ahora el más libre, abierto, flexible y respetuoso de todos los conocidos?

Comencemos por los defectos de la derecha, para decir después algo de los de la izquierda.

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