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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Las cosas no tan claras

Sin acritud para su persona, replico en otros veinte puntos a los que, a modo de programa electoral, ha expuesto recientemente Fraga en estas mismas páginas, con el título de «Las cosas claras». Teóricamente sus puntualizaciones son admisibles; mas la política no es lo que se pregona, sino lo que se hace y, quiérase o no, habrá saltado a la vista de cualquier lector la confrontación entre lo dicho y lo hecho, deduciendo lo que se vaya a hacer a pesar de lo dicho.Transcribo en cursiva lo esencial de lo afirmado por Fraga y a seguido mis reflexiones:

Lo primero es: -dice- ¿Queremos más libertad? Claro que la queremos y la queremos, como él, para todos, no para los amigos, no para administrarla uno mismo. Pero no se quiere de ningún modo que esa libertad la dispensen y administren los que detentaron el poder por toda una larga generación, dispensándola, tan sólo a los amigos.

Vicedecano del Colegio de Abogados de Madrid

Décima de Feria. Toros de José Luis Osborne, incalificables por su falta de presencia, fuerza y casta; la más indecorosa corrida del abono. Sexto devuelto por cojo y sustituido por otro del mismo hierro, noble.El Viti: Algunos pitos. Palmitas y pititos. Paquirri: Petición de oreja y vuelta. Oreja. Angel Teruel: Silencio. Vuelta.

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Lo segundo: -dice- ¿Queremos un Estado de Derecho? Pues claro que lo anhelamos y leyes discutidas públicamente, y menos decretos-leyes y justicia independiente, etcétera, pero eso no lo pueden ofrecer quienes a través de muchos años han adquirido la «deformación política» de prohibir esa discusión, quienes gobernaron mediante leyes puramente formales, quienes trataron de configurar una justicia política, haciendo que los más altos cargos de la misma pudieran ser, al mismo tiempo, miembros de los más altos estamentos políticos. Justicia independiente (como ella lo desea), pero no de la mano de quienes no desearon su independencia.

Cuarto: -dice- ¿Queremos jugar en serio a la política o de modo picaresco, tirando a tramposo? Claro que se quiere jugar en serio; mas teniendo mucho cuidado con los tahúres fulleros, vigilando y no cayendo en sus trampas, porque los que no hayan jugado limpio no pueden pregonar limpieza ni reclamarla anticipadamente de los demás, arrogándose virtudes que despreciaron y pervirtieron.

Quinto: Forma del Estado -dice- la Monarquía. La República ha fracasado dos veces. Mejor es no repasar la historia y no confundir la duración con el éxito.

Sexto: Administración Pública. Ha de ser la de los países civilizados, es decir, profesional, estable, imparcial, ajena a los vaivenes políticos. ¡Claro que sí!, mas ¿por qué tal propósito fue sistemáticamente desconocido? ¿Por qué se reclutó una Administración. política y parcial, tras la expulsión de millares de funcionarios profesionales, prohibiendo ingresar como tales a quienes no justificaran su limpieza de sangre respecto a la única ideología política posible?

Séptimo: -dice-Autonomías: cuantas hagan falta para integrar, mejor, no para desunir. ¡Por Dios! ¿Ahora? Tema tan electoral no llega a suscitar en Fraga, sino ligeras condescendencias, mas ¿no habíamos quedado en que toda pretensión autonómica era delito de traición a «nuestras más puras esencias...»? ¿Tan olvidados quedan los cantos al imperio?

Octavo: Constitución: no se puede tomar este lema a broma. Y, entonces, ¿por qué se ha tomado? ¿Por qué esas híbridas y vagas y siempre incumplidas (y hechas para incumplir) « Leyes Fundamentales»?

Noveno: Sindicatos. Libertad. Independencia de los partidos, pero, ¿por qué no dejar a los sindicatos que sean lo que quieran ser después de que haya desaparecido la verticalidad que impidió su constitución y funcionamiento?

Décimo: Sistema económico y social. Inclinado hacia la empresa burocrática.... concluye que es mejor corregir los abusos que romper el sistema. Y mejor hubiera sido crear un sistema que no consintiera los abusos y que cuanto antes habrá que romper, y no simplemente por romper, sino para sustituirlo totalmente por otro más serio y eficaz, en el cual los abusos no se produzcan y que, si se producen, puedan tener rápida y adecuada sanción.

Undécimo: Moral y cultura... Hay que escoger. Libertad privada muy amplia, pero no libertad de escándalo público. ¿Y quién puede patrocinar lo contrario? A buen seguro que no serán los que durante años y años se han visto privados de esa libertad privada muy amplia, ahora patrocinada para el futuro y que ellos no pudieron ejercitar ni restringidamente.

Duodécimo: Ahora pregonada una mutua independencia. Antes motejados de ateos, los que en defensa del Estado y de la Religión, de la verdadera Iglesia, postulaban por su radical separación. Independencia ahora cuando está desprendiéndose del interesado y rentable proteccionismo estatal. Cuando la Iglesia hace pública penitencia por adscripciones pecadoras.

Trece: La mujer. Ahora -voto rentable- la mujer. ¿Y qué de la mujer cuando su ahora pregonada emancipación. promoción e igualdad de oportunidades pudo realizarse a través de un boletín oficial insaciable devorador de disposiciones que no encontraban más limite que el deseo o conveniencia de los gobernantes?

Catorce: La juventud. Basta de adularla, corromperla y engañarla. He aquí la gran decepción del «Régimen» y la gran esperanza del futuro, porque ni obras juveniles, ni.cornetas, ni tambores, ni campamentos, ni adulaciones imperiales han podido ni corromperla ni engañarla. Ninguna de esas maniobras durmieron los ímpetus juveniles que, si bien es verdad -como dice Fraga- que pasan pronto, duran lo suficiente como para desmantelar estructuras caducas y aventar sus cenizas, para edificar de nueva planta.

Quince: Mundo del trabajo. Aquí el himno alcanza el do de pecho y concluye con algo inédito y festivo. Participación a todos los niveles. Y la conclusión es obvia: o todo esto es pura palabrería o constituye imperdonable claudicación el haber estado negando a ese mundo la más mínima participación en su propio quehacer, no ya «a todos los niveles», que ahora se te atribuyen, sino hasta en los más mínimos.

Dieciséis. El campo. Máxima prioridad. Pero, ¿por qué? ¿Cuándo el descubrimiento? Bien que quienes no han tenido intervención en la vida pública desplieguen esa bandera, pero, ¿cómo izarla como reivindicativa por quienes a través del duro y rentable corsé de las Hermandades Sindicales forjaron unas estructuras más férreas que las del propio Movimiento? Máxima prioridad del campo, en buena hora, masque esa prioridad no la espere el campo de quienes a lo largo de todos estos años no se acordaron de él nada más que como tema de juegos florales.

Diecisiete. Ordenación territorrial, a fondo..., política enérgica del suelo. Claro que no podía faltar este brindis al Sol, clásico ya en todos los programas políticos, sin que ni uno solo de ellos se haya ocupado competentemente y con eficacia de que esa enérgica política del suelo se traduzca en algo serio, ni que la enmienda comience por la propia Administración pública, de cuya desacertada gestión aguardamos cumplida cuenta.

Dieciocho: Administración pública más eficaz... Estabilidad y profesionalidad Suponemos que la primera premisa llevará consigo una rotunda declaración de incompatibilidades, siquiera por aquello de la impenetrabilidad de los tiempos de ocupación y dedicación. Y en cuanto a los segundo, ¡lástima que esa estabilidad y profesionalidad haya tenido tan reciente descubrimiento, pues de haberse inventado a tiempo hubiera evitado -como sucedió- que la estabilidad fuera trágicamente hollada con malhadadas depuraciones, siendo sustituida la profesionalidad con el sometimiento y la adhesión incondicional.

Diec¡nueve: Lucha contra la corrupción, sin paliativos, y caiga quien caiga. Y que ni que decir tiene que no podrán caer los que ni siquiera han tenido la posibilidad de corromper ni ser corrompidos.

Y veinte: Entrega total. Nada de pillerías. Matarse por el país en estos años decisivos. A ver si es verdad. No haría falta llegar a matarse; olvidemos esta palabra. Bastaría con dejar vivir; con dejar que cada español (libre y respetan) la libertad de los demás) viva su libertad y goce de sus derechos y pueda ejercitarlos pacíficamente y que quienes no han tenido ni tienen fe en estos postulados se retiren discretamente de la vida pública o la ejerzan sin cambios detonantes.

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