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El Pleno más largo

"Ruptura" por aclamación

Sin sensacionalismos, pero ateniéndonos a la realidad objetiva del Pleno más largo de las Cortes orgánicas -casi veinte horas de deliberaciones y dos días y medio de intensa negociación, entre las diversas fuerzas del régimen-, la significación política de mayor alcance que cabe deducir del laborioso parto de la reforma es la de un ajuste de cuentas dentro del franquismo, y el paso definitivo hacia su disolución como etapa histórica que, en rigor, concluyó hoy hace un año.La estrategia política del Gobierno Suárez y la técnica legislativa aplicada por el presidente de las Cortes han acreditado un conocimiento profundo de la sicología y la sociología política de la Cámara, y han obtenido, como era lógico prever, un éxito aplastante.

Desde el primer día del Pleno, se respiraba una inadecuación neta entre las expresiones de los procuradores y la actitud definitiva que habían de tomar. No vale decir que el compromiso a que se llegó a última hora sobre el sistema electoral para el Congreso hizo posible el voto favorable de casi todos los miembros de la Cámara. La reforma contiene suficientes pun tos indigestos para los procuradores orgánicos -empezando por el sufragio universal, la necesaria derogación de Principios inalterables y la atribución de carácter constituyente, de hecho, a las nuevas Cortes- como para que pueda creerse seriamente que las preocupaciones se centraban en la aplicación de una u otra técnica electoral.

Más bien cabe decir que los procuradores necesitaban un pretesto para aparentar que en expresión de López Rodó no se bajaban los pantalones, ni aceptaba el come y calla. El Gobierno, a través de una pequeña -aunque contante y sonante- concesión, les dio la oportunidad de que se consideraran vencedores. En todo caso, importaba a unos y a otros que la liquidación del régimen adoptara aires de fiesta franquista. (A uno se le viene a la memoria el júbilo con que muchos falangistas se echaron a la calle para aclamar a Franco porque sí el mismo día 1 de octubre de 1971, que el Caudillo indultaba a los tecnócratas del Opus, implicados en el caso Matesa, enemigos por aquel entonces de los falangistas).

Dos fenómenos significativos del Pleno han sido también la materialización de la ruptura generacional dentro del régimen y la reducción al mínimo del único sector político coherente con el franquismo : el bunker.

Los debates mostraron con toda claridad que, por razones de edad, de lucidez o de visión de futuro, los delfines del régimen han iniciado un definitivo despegue de sus antiguos amos políticos, la mayoría de ellos en posiciones conservadoras, dentro o fuera de Alianza Popular.

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La controversia sobre el sistema electoral para la elección del Congreso de diputados enfrentó a los santones del franquismo con los hijos del régimen. Los López Rodó, Fernández de la Mora, Luca de Tena, De la Fuente, Silva Muñoz, tuvieron enfrente a los Meilán, Cisneros, Pérez Puga, Meliá. El propio Arias Navarro, en otro tiempo encandilado con Fernando Suárez, dejó de aplaudirle ostensiblemente en algunas intervenciones decisivas y aperturistas del ponente más brillante, que, por otra parte, estuvo conciliador y hábil, a diferencia de Lorenzo Olarte, que exasperó al personal con su sinceridad.

Por lo demás, el Pleno quebró la unidad del bunker, que en una ley mucho menos rupturista, a de partidos, aproximó los votos negativos al centenar. Los 59 votos en contra de una ley que acaba con la democracia orgánica reduce a la mínima expresión -a la crema del bunker- las personas que optan por mantener en pie, sin disimulos, su ultraderechismo.

Procuradores que dijeron no al modesto reconocimiento del pluralismo político por parte le la reforma Arias-Fraga, tales como Adán García, Alcaína, Cristóbal Montés, Díaz-Llanos, Herrero Fontana, González Sáez (Victoriano), Mombiedro de la Torre (Rafael), Oriol y Urquijo (Antonio María), han asentido ahora a la configuración del bicameralismo mediante lecciones en las que estarán presentes los partidos y excluidos los cauces orgánicos.

La votación ofreció otros detalles curiosos en el capítulo de las abstenciones. Dos destacadas mujeres de nuestras Cortes, Pilar Primo de Rivera y Mónica Plaza, que votaron no a la ley de asociaciones, se limitaron ahora a abstenerse. La actitud de varios procuradores que votaron vi a aquella ley, mientras que ahora se abstuvieron, muestra que la apertura de algunos hombres del régimen tiene determinados techos. Es el caso de Fueyo y García Rodríguez-Acosta. Por su parte, Emilio Romero, que se encontró ausente en la votación de la ley de asociaciones, pero que dio su conformidad a otras leyes de la reforma Arias, se abstuvo de otorgar su asentamiento a la reforma Suárez...

En cualquier caso, el éxito de la aprobación de la reforma por las Cortes reside en el convencimiento que los procuradores llegaron a tener -como ocurrió siempre con Franco- de que la decisión política se llevaría adelante con ellos o sin ellos.

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