La marcha triunfal de Sinner obliga a Alcaraz a reaccionar
El número uno, con 36 victorias en sus 37 últimos partidos, abre trecho en las alturas y el español pierde fuelle en el pulso a raíz de su naturaleza oscilante
A eso de las nueve de la noche en Melbourne, fundido a negro ya en la ciudad, Alexander Zverev se recuesta sobre una barandilla mientras factura antes de tomar el vuelo de regreso a su residencia. El alemán decía la velada anterior, tras ceder en la final del Open de Australia frente a Jannik Sinner por 6-3, 7-6(4) y 6-3, que no quiere terminar convirtiéndose en un Poulidor de la raqueta ni que le persiga el estigma que no pocos soñarían, pero él no, el de “ser el mejor de la historia que no ganó un Grand Slam”. Al mismo tiempo, el tenista profería un discurso derrotista a la par que realista: “No soy lo suficientemente bueno, así de simple”. En cambio, sí parece serlo el italiano, quien instantes antes de la escena de Zverev ha facturado todos los bártulos encapuchado y tratando de no ser reconocido, confortable en esa burbuja que dice haber diseñado su imaginación para aislarse de todo y concentrarse única y exclusivamente en lo que le ocupa: sacudir a la pelota.
Lleva Sinner medio año de ensueño y más de un curso entero compitiendo fantásticamente bien, hasta el punto de que aumenta la sospecha bien fundada de que el tenis puede haber dado con otro cacique de tomo y lomo. Manda desde junio y desde septiembre su mazo no ha hecho más que perforar y triunfar; resumiendo, 36 victorias en los 37 últimos partidos que ha disputado; diez triunfos en los diez últimos careos contra jugadores del top-10; dos grandes en un intervalo de cinco meses; el premio económico más elevado de la historia de su deporte —los 5,5 millones de euros que se adjudicó por vencer en el bolo de Riad—; y, recopilando todo eso y otro buen puñado de cifras más, un mensaje alto y claro: aquí esta él para dominar, para marcar el paso, y quien no pueda seguirlo se quedará muy atrás. Crece la brecha entre Sinner y el resto, subyugados, y Carlos Alcaraz entra al campo de ensayos sin tiempo que perder, porque hoy día está objetivamente por detrás.
Es decir, al murciano, apeado en los cuartos de Melbourne por Novak Djokovic, le toca remontar. “Jannik me hace mejor jugador”, recuerda él, el único que la temporada anterior logró desestabilizar al número uno de verdad; al fin y al cabo, tres de las seis derrotas que sufrió llevaron la rúbrica del español, otro mundo, otro concepto. Otro tenis. Si Sinner (23 años) es el orden y el método, ciencia pura y dura, ritmo y más ritmo, Alcaraz (21) es un competidor oscilante y últimamente más bien difícil de interpretar, que de la misma forma tira fuegos artificiales que derrapa de mala manera; del éxtasis de Roland Garros y Wimbledon a la caída prematura en Nueva York y la protagonizada recientemente ante Nole en Australia. Acelerado y nervioso, sin una alternativa en la manga para alterar el curso del partido, se despidió y tiene ahora por delante la titánica tarea de ir recuperando el terreno perdido para que el pulso a dos voces no derive en un solo.
Ahora bien, la firme ascensión jerárquica de Sinner ofrece un reverso y en el entorno de Alcaraz se confía en que ese desequilibrio que está plasmándose sobre pista dura —17 de los 19 trofeos del transalpino han llegado en dicho contexto, a excepción de Umag (tierra) y Halle (hierba)— sirva de acicate al murciano para que redoble el esfuerzo y saque su mejor versión. La historia del tenis no se entiende sin la acción-reacción ni sin ese tira y afloja de las grandes rivalidades que multiplica la evolución de los protagonistas. Si uno se dispara, el otro está obligado a reformularse, a mejorar. “Me lleva al límite, si quiero ganarle solo vale que juegue mi mejor tenis”, repite el de El Palmar, mientras Zverev baja ligeramente los brazos por la desilusión del momento y el calendario obliga a pasar página de inmediato. Sinner, en cualquier caso, dispone de una renta tan amplia que le permite descartes como el de ahora con Róterdam, pese a que ello suponga perder 500 puntos.
Estilo de vida vs. musas
La explosión y el asentamiento en la cima del jugador de San Cándido ha sido más gradual y sostenida, mientras que la carrera de Alcaraz transcurre a golpe de impactos. El español, tercero del mundo, tomó en 2022 la delantera en términos de resonancia y éxito, pero ahora es Sinner quien lleva la voz cantante y el que obliga a los demás a un extra. Su equipo, sin embargo, confía en que el desequilibrio se lime entre febrero y marzo, o al menos no aumente, y en que a partir de abril —arcilla y césped a la vista— vaya recuperando el foco principal. Sinner mira al frente sin distracción y sumamente determinado, con la proyección de su carrera profesional como estilo de vida, entregado, al tiempo que Alcaraz espera al regreso de las musas —en su caso, siempre suelen volver— y observa de reojo al líder del circuito, a casi 5.000 puntos de distancia. Él solito ahí arriba.
Los cálculos transmiten que muy mal se le tiene que dar el tema a Sinner para que no llegue al verano en lo más alto, y que de aquí a entonces los tres tenistas que ocupan el podio competirán al límite, forzados todos a defender una cantidad muy generosa de puntos. Sin ir más lejos, el propio número uno deberá salvaguardar la friolera de 5.000 de aquí al US Open, aunque divisa una doble oportunidad muy jugosa tanto en la gira de tierra como en la de hierba para seguir reafirmándose. Zverev, por su parte, deberá proteger 4.580 en el mismo periodo y Alcaraz tendrá que responder tras las victorias de 2024 en París y Londres; en concreto, el que se convirtiera en el rey más joven del circuito en 2022, con 19 años, deberá rendir a un nivel muy elevado para la defensa de los 5.560 puntos que pondrá en juego de aquí a entonces; no obstante, cabe recordar que encontrará en torneos como Montecarlo o Barcelona, incluso Miami o Madrid, un filón a explotar.
Mientras Sinner posaba con su último trofeo en Albert Park, a 17.000 kilómetros Alcaraz ya preparaba en Villena (Alicante) el asalto a Róterdam, donde desfilará por primera vez al haber sacrificado la gira sudamericana sobre tierra en favor de la pista dura. El número dos del mundo competirá en Holanda (del 3 al 9 de febrero) y posteriormente coincidirá con el uno en Doha (del 17 al 22); más adelante, en marzo, volverán a cruzar sus caminos en Indian Wells y Miami, donde triunfaron de manera respectiva la temporada anterior. “Creo que el año pasado no fue una mala temporada sobre arena y sobre hierba, pero puedo hacerlo mejor. Nuestro objetivo es seguir encontrando ese ritmo, el estilo de juego, ya que será totalmente diferentes cuando lleguen otras giras, especialmente la de hierba”, apunta el italiano, a la vez que Alcaraz tira raquetazos en casa con el objetivo de que Sinner no siga poniendo más y más tierra de por medio.
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