Davidovich, un guerrero que se busca a sí mismo
El malagueño accede por primera vez a los octavos de Melbourne e intenta dejar atrás una época de dudas y descenso: “He tenido picos buenos y otros horribles”
El niño australiano, gorra y gafas, se llama John y observa ojoplático a Carlos Alcaraz mientras estruja de emoción la pelota gigante que le ha regalado el tenista, quien hace no tanto contemplaba a sus ídolos con la misma devoción; es decir, Carlitos, de 21 años, ejerce hoy de hermano mayor y está exactamente donde en su día lucían las figuras a las que él admiraba e imitaba en ese frontón de El Palmar. Por eso invita al crío a creer y a soñar como él lo hacía: “Me encantaría verte algún día jugar en esta pista tan bonita”. Y John no duda: “Seguro que lo haré”. El murciano (6-2, 6-4, 6-7(3) y 6-2 a Nuno Borges) le saca cinco palmos y le acaricia la cabeza con cariño, pensando quizá en lo que un día fue y en que en un chasquido de dedos ha ido haciéndose mayor. “Estoy hablando como si tuviera 30 años…”, dirá durante la conferencia, cuando le pregunten por el empuje de los jóvenes del circuito que viene palpándose durante estos días y por lo difícil que es ganar un grande a la edad que él lo hizo en Nueva York, con 19 años.
Hay buen rollo y risas que se multiplican luego en la sala 2, cuando Paula Badosa, también clasificada para los octavos gracias a su triunfo contra Marta Kostyuk (6-4, 4-6 y 6-3, en 2h 32m), se sincera: “¿Qué hago para relajarme? Veo programas de la tele para distraerme… Como La Isla de las Tentaciones”, contesta ante la curiosidad de EL PAÍS. “Madre mía, Paula… Eso seguro que no, eso yo dejé de verlo ya hace bastante tiempo... Yo soy de golf”, reacciona Alcaraz con una carcajada que contrasta con el rictus de Alejandro Davidovich durante su encuentro con los periodistas. El malagueño, de 25 años, también ha ganado y lo ha hecho, además, con una remontada colosal frente a Jakub Mensik (3-6, 4-6, 7-6(7), 6-4 y 6-2, en 3h 30m). Sin embargo, la charla transcurre entre un ambiente tristón y plano, no muy diferente al que sucede habitualmente a la derrota de cualquier jugador. ¿Qué pasa por esa cabeza? ¿Qué le ocurre a Foki?
Dos días antes también levantó un partido que parecía perdido, dos sets abajo ante Auger-Aliassime, pero en su discurso no se percibe alegría, sino más bien desazón. “Bueno, durante todos estos años tuve muchos altibajos. Y he decidido que en este voy a luchar por cada punto. No importa cómo sea el resultado. No miro el resultado. Simplemente quiero estar tranquilo conmigo mismo y concentrarme en jugar, en disfrutar. Eso me da fuerza para seguir”, responde antes de continuar en el turno en español: “Sí, ha habido muchos cambios en mi vida y si tengo que hablar, a lo mejor diré en un futuro lo que ha pasado. Ahora mismo no quiero darle mucha bola a eso, quiero seguir con mi camino. Creo que he formado un muy buen equipo; estamos todos muy compenetrados, y al final eso también me da mucha seguridad. Sabemos que hacemos el trabajo muy bien. Los cambios no son fáciles. Lo intenté llevar de la mejor manera y en la recta final estaba bastante mejor, pero no se estaba demostrando todo el trabajo que estaba poniendo. Hemos hecho una pretemporada muy buena y poco a poco se va viendo el resultado, pero dos partidos no cambian nada”.
Davidovich ganó el Wimbledon júnior con 18 años y a partir de ahí, entró en una compleja espiral de expectativas que han ido minándole. En agosto de 2023 alcanzó el puesto 21 del ranking, el curso anterior disputó la final del Masters de Montecarlo y el precedente llegó a los cuartos de final de Roland Garros, pero después se empezó a torcer su rumbo sin demasiada explicación y llegó una ruptura absoluta: se desvinculó de su preparador de toda la vida, Jorge Aguirre, y la alianza posterior con Fernando Verdasco duró apenas medio año. Se mudó de la playa malagueña a Montecarlo y fue cayendo progresivamente en el listado hasta el puesto que ocupa hoy día, el 68º, mientras en paralelo le salpicaban las lesiones. Sin resultados y envuelto por la intermitencia, demuestra ahora otra vez que tenis no le falta y proyecta un mensaje guerrillero, pero con tono apesadumbrado: “El camino es no rendirse”.
Irse a la cama tranquilo
Su expresión corporal, sin embargo, transmite lo contrario. Delata un momento más bien delicado. ¿Son su naturaleza libre y la tiránica del tenis como el agua y el aceite? Parece harto, cansado de rebelarse contra sí mismo. “No, yo he dejado de pelear ya hace meses [contra la irregularidad]. Siempre he sido, como he dicho, un jugador con muchos altibajos, pero no era mi esencia, la verdad”, señala con resignación; “he tenido picos muy buenos y picos horribles, y esta sensación y todo el trabajo que he hecho durante muchos meses son lo que me gusta. Al final, me voy a la cama muy tranquilo; aunque hubiese perdido hoy, me hubiera ido muy tranquilo. He estado muy incómodo durante tres sets, pero he intentado siempre buscar soluciones y yo me quedo con eso; el seguir peleando y el estar tranquilo conmigo mismo, sabiendo que estoy haciéndolo bien”.
Hace un año le pidió matrimonio a su chica en la Fontana di Trevi y después llegó la sucesión de retoques profesionales, confiando ahora en que llegue el giro y recupere el brío. Porque Davidovich es el chico que boxea, pincha electrónica y defiende la causa animalista, el tenista imaginativo y osado que jugaba para el espectador y al que la erosión de la alta competición parece haber ido ganándole la partida. Ahora, por primera vez, ha ganado tres partidos seguidos en Melbourne e intentará que sea un cuarto el domingo, contra el estadounidense Tommy Paul. Con Félix Mantilla y David Sánchez en su banquillo aspira a reengancharse y a reincorporar los destellos y las alas que fue perdiendo por el camino.
“A lo mejor años atrás hubiese tirado este partido, hubiera lanzado tres bolas fuera, pero salté a pista con ganas de jugar. No pasaba nada concreto por mi cabeza, solo el querer estar ahí. Competir”, indica antes de la despedida en dirección al hotel para reponer fuerzas. ¿Y qué hace para evadirse y despejar la mente? ¿Tal vez películas o series? “Sí, lo típico que hace todo el mundo…”, dice el andaluz con poco énfasis; “al final, llegamos muy cansados y lo único que quieres es descansar. Nada más, sinceramente”. Reflexiona y compite hoy un guerrero que se busca a sí mismo. Un tenista herido.
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