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Genios sin caducidad

El escritor argentino Martín Caparrós y el mexicano Juan Villoro mantienen una correspondencia durante todo el torneo y constatan que el balón sabe también mucho de amistad

Juan Villoro
Croacia - Brasil en Qatar 2022
Luka Modric celebra con su entrenador, Zlatko Dalic, tras vencer en los penaltis a Brasil.DYLAN MARTINEZ (REUTERS)

Martín querido:

El fútbol no es ajeno a los evangelios; ya mencionamos a Lenin en nuestras cartas y ahora toca el turno a Marx. Recordarás lo que dijo de que la historia sucede como tragedia y se repite como comedia. Pues bien: en la Era Kardashian los sucesos regresan como telenovela. Ahí está el caso de Cristiano, del que tanto hemos hablado, no por sus jugadas, sino por la convulsa humanidad que reveló en el Mundial.

Con característica coherencia, el 7 portugués hizo un berrinche ante el entrenador que lo mandó a la Siberia de los suplentes, condenándolo a quedarse a un gol de la marca de Eusebio en los mundiales.

Aunque no pierde seguidores en las redes, los clubes no reclaman su costosa presencia. Y ya señalaste un tema de escándalo: se ha dejado cortejar con el Al-Nassr, de Arabia Saudí, poniendo en duda el rechazo que parecía tener por ese país dictatorial. Es posible que así ejerza la facultad humana de ser incoherente o que haya cedido a otra tentación, también humana, de especular al máximo, publicitando la oferta en petrodólares para que algún club europeo todavía lo considere deseable.

Por suerte, tú y yo ejercemos un oficio sin jubilación que permite hablar con platónico entusiasmo de la juventud o los cortes de pelo. Desde esa perspectiva te referiste a algo esencial en el fútbol: los héroes y su posible fecha de caducidad.

Qatar ha traído distintas variantes de la tercera edad futbolística. La de Cristiano es la más triste. Durante veinte años suscitó muy variadas emociones sin incluir la compasión. Su éxito era refractario a la lástima que hoy despierta, digna de “El desdichado”, de Nerval, y su “negro sol de la melancolía”. Después de la derrota ante Marruecos, salió llorando de la cancha; lo revelador es que lo hizo en absoluta soledad. Su desconsuelo no era el de quien practica un deporte donde las camisetas se contagian de sangre, sudor y lágrimas, sino el de un corredor de fondo que no llegó a la meta.

En cambio, a sus 37 años, Luka Modric parece capaz de repetir el título de mejor jugador del Mundial obtenido Rusia. Entonces ya tenía la edad de Pelé cuando alzó su última copa en México y le recomendaban planes de retiro. Pero su veteranía no conoce límites. Llevó al Real Madrid a su más reciente Champions y en Qatar sólo puede ser desafiado por otro genio de la vieja guardia, el 10 de tu país (a no ser que Mbappé todavía brinde partidazos).

Estamos ante dos singulares formas de conservación y reparto de la energía. Mientras Modric despliega una creatividad centrífuga, Messi ejerce las pausas más asombrosas del fútbol y se desmarca caminando. Ambos están siempre en el sitio correcto: uno llega corriendo, el otro ya estaba ahí.

Paso ahora a un joven de 29 años a quien el mundo abruma con consejos. Ante Francia, Harry Kane dio un partido digno de la leyenda que consagra la excelencia en las bolsitas de té: “By appointment to Her Majesty the Queen”; sin embargo, falló un penal que el azar convirtió en decisivo.

Los psicólogos de la hierba analizan la presión de cobrar dos penas máximas en el mismo partido ante un portero con el que se comparte equipo, y los eruditos del vestuario recuerdan que Maradona le recomendó al ariete del Tottenham cambiar la dirección de su disparo en el segundo penal. La oscura verdad es que los penaltis son incalculables. De eso depende su drama y su poesía.

En 1962, cuando el Mundial se celebró en Chile, Roberto Bolaño tenía 9 años y vivía en Quilpué, a cincuenta metros de donde se hospedaba la selección brasileña. No se perdió un solo entrenamiento de la selección que ganaría la copa. Ahí conoció a Pelé, Garrincha y Vavá. Un día pudo pisar el campo y el legendario Edvaldo Izidio Neto, conocido como Vavá, le tiró un penalti. Roberto lo atajó. “Es la mejor hazaña que he hecho”, diría años después.

Tal vez el simpático Vavá quiso hacer feliz a un niño chileno y lanzó un tiro flojo, o tal vez el escritor imaginó una trama que acabó siendo tan verdadera como la de Los detectives salvajes. Lo único cierto es que un penalti es un misterio del carajo.

Si acaso, Kane solo es culpable de obedecer demasiado a Maradona. Después de anotar su primer penalti, mandó el segundo a un sitio totalmente distinto: la fila 17.

La pena máxima es un invento esotérico que permite ser ángel o demonio. Aun fallando, Kane fue algo más extraño: el mejor hombre de Inglaterra.

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