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Comité Olímpico Internacional, mitad empresa comercial mitad ONG

La revolución comercial y política impulsada por Samaranch padre transformó al movimiento olímpico en un organismo con unos ingresos de casi 8.000 millones en los últimos cuatro años

Juan Antonio Samaranch, en los Juegos de Sidney 2000.
Juan Antonio Samaranch, en los Juegos de Sidney 2000.Emilio Morenatti
Carlos Arribas

Una de las últimas decisiones de Juan Antonio Samaranch padre al frente del Comité Olímpico Internacional (COI) fue lo que muchos describieron entonces como un conmovedor acto de simetría: en mayo, nombró a su hijo, Juan Antonio Samaranch Jr., miembro de la asamblea olímpica, lo que suscitó acusaciones de nepotismo. Varios olimpiólogos contaron entonces que numerosos miembros del COI le dijeron que el nombramiento de su hijo mancharía su reputación y la del COI, pero Samaranch se mostró indiferente, como siempre. “No me importa”, dijo.

Han pasado 23 años desde la jubilación de su padre en la misma Moscú en la que fue elegido presidente, y donde el ya presidente Vladímir Putin le condecoró con la más alta distinción rusa, y de su entrada en el movimiento olímpico, y Juan Antonio Samaranch júnior busca públicamente, quizás por estrategia electoral, distanciarse de la herencia de su padre, pero no puede negar que el organismo que desea presidir los próximos años no sería lo que es sin la revolución desarrollada por Juan Antonio Samaranch sénior durante sus 22 años (1980-2001) de presidente COI. Así lo resumió su vicepresidente querido, y frustrado sucesor, el canadiense Dick Pound, cuando le pidieron su epitafio: “Heredó una organización insolvente, desorganizada y no universal, y la convirtió en universal, bien financiada y respetada por las organizaciones políticas del mundo. Manejó situaciones como China-Taiwán, Sudáfrica, el boicot soviético a Los Ángeles y la desintegración de la Unión Soviética y Yugoslavia. Al buscar la universalidad, tuvo que tomar decisiones. Hizo entrar a algunas personas que no estaban tan familiarizadas con los valores éticos que todos deseamos. ¿Mereció la pena el precio? Fue complicado, pero mereció la pena. Se deshizo de esas personas y mantuvo la universalidad”.

Samaranch padre, viejo falangista de camisa azul cuando concejal de Deportes del ayuntamiento de Barcelona en los años 50, luego presidente de su Diputación, Delegado Nacional de Deportes (actual cargo de presidente del Consejo Superior de Deportes), miembro del COI desde 1966, más que un tránsfuga acomodaticio fue un verdadero maestro de la realpolitik comercial, maquiavélico, decían sus rivales y no podían disimular su admiración, y, ya muerto Franco, primer embajador de España en la Unión Soviética desde 1936. “Utilizo la política para beneficiar al deporte, no a la inversa”, explicaba para fundamentar teóricamente su concepto germinal de universalidad olímpica, y en la práctica acabó con los boicoteos que entre Moscú 80 y Los Ángeles 84 amenazaron con acabar con los Juegos Olímpicos para siempre. Mantuvo el boicot a Sudáfrica en los años del apartheid y al Afganistán talibán, pero logró que se organizaran unos Juegos en Seúl, Corea del Sur, después de negociar con Corea del Norte, acabó con la exclusión de China, y hasta logró organizar unos Juegos en Pekín. Los Juegos de Barcelona por él impulsados se consideran piedra angular del despegue del deporte español, acabó con el amateurismo que dejaba fuera de los Juegos a los mejores deportistas del mundo, creó el programa TOP de patrocinio con el que comercializó en exclusiva el símbolo de los cinco aros, una de las marcas más exclusivas del mundo, y dio consistencia institucional a todo el entramado, y consolidó el liderazgo ideológico del olimpismo en el deporte mundial por encima de las federaciones internacionales, liderando la creación del Tribunal Arbitral del Deporte y de la Agencia Mundial Antidopaje.

El COI que le legó Lord Killanin a Samaranch Padre en 1980 era una pequeña familia aristocrática y elitista que vivía de espaldas a la realidad en un palacio de Lausana casi en ruinas. Aseguradas la universalidad y la organización, y construida una suntuosa sede a orillas del lago Ginebra y un fabuloso museo olímpico no muy lejano, en la misma Lausana, el COI por cuya presidencia pugna su hijo, el más veterano en la institución de los siete candidatos --Sebastian Coe, Kirsty Coventry, David Lappartient, Johan Eliasch, Morinari Watanabe y el príncipe Feisal el Hussein, son los seis restantes--, es en 2024 mitad empresa comercial muy rentable y exclusiva alimentada por los derechos comerciales y televisivos (sus ingresos en el último ciclo olímpico ascendieron a 7.600 millones de dólares, el 61%, 4.600 millones, provenientes de las ventas de derechos, y el 30%, 2.300 millones, del programa TOP de marketing) y mitad ONG que baña en cascada al deporte mundial entre el que reparte el 90% de sus ingresos a razón, los últimos cuatro años de 4,2 millones de dólares al día: 540 millones anuales para las federaciones internacionales, otro tanto para los comités olímpicos nacionales y, en el caso concreto de Tokio 21, casi 2.000 millones de ayudas para la organización de los Juegos.

“De momento para el ciclo que empieza en el año 25 y que acaba después de los juegos de Los Ángeles, hay ya 7.200 millones garantizados con ingresos televisivos a largo plazo”, analiza el candidato Samaranch, que basa su campaña en los mismos pilares que erigió su padre, universalidad, organización y buenas finanzas. “El 92% de la masa total se va a la base de la pirámide del deporte mundial, a través de federaciones internacionales y comités olímpicos nacionales. Y esto nunca es suficiente. Es que nunca es suficiente. Nosotros gastamos en nosotros como un mechero. Es una buena ONG, porque una ONG que gaste menos del 8% en su autoconsumo, y en el autoconsumo incluyo el crear el fondo de reserva que se utiliza cuando pasan cosas como la de Tokio y la pandemia. Nosotros con 200 y pico millones cada año, esto funciona. Se pagan las sesiones, los viajes, no sé qué, todo. La capacidad de mandar programas de entrenamiento e igualar el terreno de juego para que los más desfavorecidos puedan entrenar mejor, con más tecnología, que tengan acceso a la inteligencia artificial para no quedarse una vez más atrás. Pues no hay dinero nunca suficiente. La distribución de los recursos es una ONG”.

-- ¿Habría que gestionar entonces el COI más como empresa económica que como ONG?

--Hay tener una visión empresarial sin ninguna duda. No se generan y se gestionan ingresos por 7.600 millones simplemente saliendo a la calle a dar discursos. Nosotros tenemos la obligación de comportarnos de una manera eficiente y manejar y optimizar la obtención de esos recursos porque mucha gente depende de ellos. Sí que tenemos que tener una visión empresarial en esa parte de nuestra actividad, sin ninguna duda, Vamos a ver, ahí, nosotros tenemos la cuenta de resultados del Comité de Olímpico Internacional. El resto va en cascada para que se puedan hacer los Juegos, es una cuenta de resultados, y luego va en cascada a las federaciones y a los comités olímpicos nacionales, y de ahí dependen los campeones del futuro, tanto por el país en el que se crean como la federación que los gestiona, y por tanto el generar recursos tiene que tener un enfoque empresarial. Y en mi programa propongo, basándome en mi experiencia bancaria, establecer un fondo de inversión de 1.000 millones de dólares para crear y apoyar oportunidades innovadoras de inversión en el entorno del deporte.


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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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