Laboriosos y esforzados, Lyles y Jacobs siembran dudas en las series de 100m de los Juegos Olímpicos
El campeón olímpico en Tokio y el doble campeón del mundo envían malas señales en unas series en las que brillan Bednarek, Kerley y el británico Hinchliffe
Cuando piden a los atletas de los 100m que se coloquen en los tacos, Kishane Thompson da dos pasos atrás, abre los brazos, bombea su pecho, bien llenos los pulmones de aires, y suelta un grito que quiere ser desgarrador y liberador, un tarzán sin música. La adrenalina le desborda. Inquieto, no para de moverse. Lo hace dos veces la primera mañana porque hay salida nula en su serie, y tras la segunda se le acerca un comisario para decirle que tenga cuidado. En su serie, Noah Lyles, la estampa manga de la velocidad, responde adelantándose a la línea y saltando una de sus pliometrías hasta las nubes que tan bien capturan los fotógrafos. Está también inquieto. No para quieto. No hay velocista sin una infancia de diagnóstico de hiperactividad. O quizás, sí, quizás el campeón olímpico en Tokio, Marcell Jacobs, sea la excepción. O eso lo parece, porque cuando llega el momento, tranquilito se lleva las manos a los ojos y se concentra en un ejercicio de visualización, la vista en la calle de 100 metros, paralelas infinitas flanqueándola.
Luego corren y demuestran que el preámbulo no determina el final. Corre mucho y muy bien tras su explosión sonora Kishane Thompson, el jamaicano que llega de la cuadra en Kingston de Stephen Francis, el preparador que convirtió a Asafa Powell en recordman del mundo (9,72s), dispuesto a devolver a la isla del Caribe el trono de la velocidad, perdido tras la retirada de Usain Bolt en Río 16. Thompson (9,77s en junio, mejor marca mundial del año), arranca como una bomba, acelera, domina, mira y al paso. 10,00s frenándose. Impresiona.
También impresionan, pero en sentido contrario, preocupan, Jacobs y Lyles. El campeón italiano corre maquinal, sin chispa, esforzado, laborioso, como si algún impedimento frenara a sus músculos. Solo 10,05s (13º tiempo) pese a todo, y ni siquiera puede ganar su serie, superado por el nigeriano Kayinsola Ajayi (10,02s). Lyles corre también sin alegría en el movimiento, más voluntad que velocidad, y se ve superado en su serie, que culmina en 10,04s (12º), por el sorprendente inglés del mullet Louie Hinchliffe (9,98s), de 22 años, jugador de golf juvenil con buen hándicap, aprendiz de futbolista y finalmente velocista, que se fue de su norteño y gris Sheffield a Texas, donde le entrena la leyenda Carl Lewis. Enrolado en la Universidad de Houston, en junio se convirtió en el primer europeo que ganaba los 100m del campeonato universitario de la NCAA (9,95s, su mejor marca).
No se puede predecir hasta donde llegará el meteoro británico en París (semifinales, domingo, 20.20; final, 21.55), pero ha partido más rápido que dos grandes favoritos, a quienes les costará llegar a pisar el territorio, de Kenny Bednarek, su pañuelo blanco y su nombre en las redes, Kung Fu Kenny, que marcó (9,97s) el mejor tiempo sobre la pista violeta lavanda en una mañana no muy calurosa y sin viento, o el tercer norteamericano, Fred Kerley (9,97s) o junto al colosal Thompson el más ligerito Oblique Seville (9,99s), el segundo activo jamaicano.
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