Los relevos lideran la velocidad española en los Europeos de atletismo
Las mujeres del 4x400 baten por 2,05s el récord nacional en una mañana en la que solo se quedó fuera de las finales el 4x100 masculino
Tres de los cuatro relevos españoles se clasificaron para la final del miércoles, y dos de ellos eran de mujeres, el 4x100 (43s, séptimo tiempo de las ocho finalistas) y el 4x400 (cuarto). A ellas se suma el largo de hombres (cuarto). El 4x100, integrado por los atletas más jóvenes, y sin el más rápido de todos, Guillem Crespí (sexto en la final de 100m con 10,18s), lesionado, es un grupo en proceso de compenetración en las manos sabias del jefe de todo esto, Toni Puig, falló en los cambios de testigo y quedó eliminado.
Si la actuación de las mujeres del 4x100 —43s redondos: Sonia Molina, Esther Navero, Paula Sevilla y Maribel Pérez, 43,00s—, sin la estrella Jaël Bestué, empeñada en la final de 200m por la noche, la primera española en una final de la distancia desde Sandra Myers en 1990, supuso una prueba más de la espléndida dinámica de éxito iniciada hace dos años en los Mundiales de Oregón y del empeño en la búsqueda de un hueco en los Juegos de París, los 3m 25,25s de las velocistas del 4x400 —Carmen Avilés, 52,45s en tacos; Berta Segura, 50,76s, lanzada en una diagonal atómica; Eva Santidrián, 51,39s, y Blanca Hervás, el ancla, 50,65s—constituyen un nuevo récord de España con una mejora de más de dos segundos sobre los 3m 27,30s que el mismo cuarteto consiguió al clasificarse en mayo, en Nasáu, Bahamas, para los Juegos de París. “Nuestro objetivo era bajar el 3′27, hacer un 3′26, pero para nada nos imaginábamos un 25 bajo…”, dicen a coro, casi como asustadas por el gran mordisco a un récord que se mantenía en la esfera del 3′27 desde el récord (3m 27,57s) logrado en los Mundiales de Tokio 91 por Sandra Myers, Blanca Lacambra, Julia Merino y Gregoria Ferrer, quizás el mejor cuarteto de la historia. “¿El secreto? Nos llevamos todas genial, y la pista es genial, como ya mostró Berta en el 400m individual [corrió en 51,92s, marca personal] y como se vio en la final. Ver a la polaca Kaczmarek ganar en 48,98s nos motivó un montón”.
Cuando el equipo ciclista de la ONCE era el mejor del mundo no había prueba que le gustara más ganar a su director, Manolo Saiz, que la contrarreloj por equipos, en la que triunfaban la marca y el carácter y ciencia del responsable técnico. Era una estrategia de mitificación ingenua del trabajo en equipo que, en un deporte individual, como es el ciclismo finalmente —solo uno lleva el maillot amarillo y sube al podio—, generaba tensiones y contradicciones.
Los hombres del 4x400 pasaron, también, buena mañana, pero, en el proceso, su éxito —Iñaki Cañal, de salida; Manuel Guijarro, la diagonal del loco para coger calle libre; Óscar Husillos, la posta de la calma en la rueda buena, y el extremeño David García Zurita, el ancla del quinto puesto y de una buena marca, 3m 1,45s, la mejor de la temporada— y su alegría no alcanzaron el esplendor de las celebraciones de las mujeres, pues adquirieron también ciertos matices sombríos, reflejo de la eterna pugna entre los objetivos de quien decide quien viste el uniforme y los deseos de los atletas. Las sombras las arroja la política y la estrategia de la federación española, los criterios de excelencia cristalizados en una marca mínima propia que se convierte en una segunda aduana para quienes consiguen clasificarse por su posición en el ranking. El campeón ciclista se alimenta de su egoísmo, pues a sí mismo, a su cuerpo y su forma, dedica todos sus sacrificios, y también los atletas, como los cuatrocentistas españoles, que las últimas temporadas han debido sacrificar sus ambiciones y sueños personales a cambio de contribuir brillantemente al éxito del relevo largo, que en mayo también se clasificó en Bahamas para París.
“Pero este éxito no justifica haber renunciado a mis ambiciones individuales. A ver, aquí cada uno tiene su entrenador personal, tiene sus objetivos, y yo también tengo las esperanzas, vamos a decirlo así, junto con Iñaki, de poder estar de forma individual en París, aparte de lo que hemos hecho en Bahamas. Entonces, centrar todo en el relevo no es como tal una opción. Porque yo creo que todavía hay esperanzas”, dice Óscar Husillos 45,28s en su posta, la tercera), el más veterano, y, en cierta manera, el líder del equipo español, pues es el único que ha bajado de 45s (44,73s) alguna vez en su vida. “Y creo que mi compañero puede repetir las mismas palabras que yo”, añade el velocista de Astudillo (Palencia), antes de pasarle la palabra en la zona mixta a Cañal, el primer relevista del equipo, y sus 45,40s saliendo de tacos son la segunda mejor marca de su vida y le habrían valido como mínima europea para competir individualmente en Roma, si la hubiera conseguido en plazo. “Renunciar a preparar ciertas competiciones a nivel individual me ha impedido estar aquí demostrando lo que valgo de verdad, debido a los criterios de excelencia que tiene la federación”, dice el velocista asturiano. “Así que ahora toca ya pensar en la final, volver a España y con apenas un par de balas intentar también esa clasificación a individual para París [mínima olímpica, 45,00s], que es el principal objetivo de la temporada. Lo del relevo es un aliciente superimportante añadido. Pero yo pienso que son dos cosas compaginables y que también se ha de respetar nuestra posición y también entender ese punto de subjetividad de que nosotros estamos sacrificando parte de lo nuestro por aportar al relevo, y que yo cuantas más carreras individuales voy corriendo, mejor me voy encontrando. Así que al final lo veo como una forma para entrenarse también para rendir al máximo dentro del relevo”.
Las mujeres, ellas, no tienen telarañas mentales, conscientes de que su nivel aún no les da para estar individualmente en los Juegos, en los que la mínima de la WA es de 50,95s, y de 51,35s la de la federación para las que estén en ranking. “El relevo”, afirman, “nos ha abierto las puertas de París”.
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