Karsten Warholm: “Los 46 segundos son una barrera mental”
El campeón olímpico y su rival Rai Benjamin reflexionan sobre la obsesión común que les llevó a perfeccionarse hasta producir una cumbre del atletismo en la final de 400m vallas
Karsten Warholm se presentó ante la pantalla como un joven saludable, gentil, entusiasmado, feliz de ser Karsten Warholm, plusmarquista mundial de 400 metros vallas, la carrera más lactácida, más tormentosa, más técnica, que existe. El imperio de los atletas de ascendencia caribeña, súbitamente invadido por un pelirrojo noruego de 25 años que frunce el ceño cuando le preguntan qué le llevó a practicar el atletismo en un país que solo fabrica leyendas del esquí.
“Soy del oeste de Noruega”, respondió, durante un encuentro vía Zoom, antes de embarcarse hacia Tokio. “No tenemos mucha nieve allí. Solo lluvia. En Ulsteinvik, el pequeño pueblo donde nací hay un buen ambiente para practicar el fútbol y el atletismo. Dejé de jugar al fútbol a los 18 para no lesionarme y ahora, gracias a mis marcas, el atletismo en mi país se está popularizando. De momento no somos Jamaica, pero estamos construyendo cosas”.
Su sonrisa solo se oscureció cuando uno de sus interlocutores le planteó la cuestión que le transportó al fondo de su gran obsesión. ¿Cómo imagina la carrera perfecta?
“Cada vez que hago una buena carrera me digo: ‘esta fue perfecta’. Pero entonces surgen puntos en los que siento que puedo mejorar”, observó. “Me he enfocado en la ejecución de una salida rápida. Quiero correr más rápido los 45 metros hasta la primera valla. Estoy luchando para mantener un patrón rítmico de 13 pasos entre vallas. Aunque a veces doy un paso más antes de la novena y la décima, me gustaría mantener siempre 13 pasos y me gustaría poder terminar más fuerte. Estoy rápido. Siento que lo estoy intentando pero creo que nunca podré conseguirlo. Intentaré acercarme lo más posible, a ver hasta dónde llego”.
Hizo una pausa, como si descubriese una idea que le inquieta, y concluyó: “Es extraño. A veces termino una carrera y siento que la he clavado pero el tiempo es malo. Otras veces me lío, pierdo un poco el control, y hago un buen tiempo. Esto funciona de un modo peculiar. Se trata de que tengas un buen día. Cuando las estrellas chocan haces un récord mundial”.
Hace diez días Warholm preparaba su cerebro para provocar un choque de estrellas. El 1 de julio había batido por siete centésimas el récord mundial que hace 29 años Keving Young grabó en piedra en los Juegos de Barcelona (46,78 segundos). Estaba a punto de convertirse en el primer noruego en conquistar una medalla de atletismo y lo haría con otro récord mundial después de una salida fulminante y un patrón rítmico de 13 pasos entre vallas que mantuvo hasta el último salto. Esta vez, con un recorte de 36 centésimas que le introduciría en el universo desconocido que se abre por debajo del límite imaginario de los 46 segundos: 45,94s.
La amenaza de Rai Benjamin, el vallista estadounidense de 24 años que había corrido los trials en 46,83s, le sirvió de acicate. “Le vi en los trials y me dio la impresión de que tenía el récord mundial dentro”, dijo Warholm. “Es alguien que me dará un impulso”.
“En los trials no salí a romper el récord”, advirtió Benjamin antes de viajar a Japón, en otra conferencia vía Zoom. “Mi objetivo fue solo clasificarme para integrar el equipo. Quise ser cauto. Siento que todos nos estamos elevando. Una vez que alguien se eleva a este nivel de grandeza con una marca de 46,7s, todos sentimos que estamos cerca. Todos queremos superarlo. Y todos queremos formar parte de esto. Sentimos que somos parte de la historia. Es una locura ver a tanta gente corriendo tan rápido en el mismo momento histórico. Warholm, Dos Santos, Abderraham Samba, yo... Este es el mejor grupo de especialistas que ha habido nunca. Nunca se ha corrido tan rápido colectivamente en la historia de este evento. Solo espero que vayamos más rápido todavía”.
“Ese sentimiento de vivir al límite”
Benjamin intuía que en Tokio correría más rápido que los 46,70s de Warholm en Oslo. Lo que no sospechaba es que volaría hasta completar la vuelta en 46,17s, ni que su rival bajaría de 45s.
“Me alegra haber llevado los 400m vallas a este nivel”, decía Warholm, como si también anticipase el instante mágico. “Cuando tanta gente empezó a correr tan rápido de pronto empezamos a pensar que sería posible bajar de 46. Era una barrera física enorme, pero también era una barrera mental. Cuando te aproximas la gente empieza a pensar que es posible y todos se empujan. Nos empujamos unos a otros. Una vez que batí el récord empecé a pensar que era posible y creo que los demás también empezaron a considerarlo. ¿Quién sabe hasta dónde podamos llegar en el futuro?”.
Todo dependerá del grado de enajenación que exhiban los protagonistas de una trama hecha para apasionados del dolor. “Me encantan los detalles intrínsecos de la carrera”, dice Benjamin, cuando le preguntan qué le llevó a dedicarse a la más tortuosa de las pruebas, “me apasiona el grado de concentración que demanda, el hecho de que es peligroso, porque si piensas demasiado por más de un segundo las cosas pueden cambiar dramáticamente para ti. Es ese sentimiento de vivir al límite. El dolor es el dolor, nunca se irá. Da igual que corras en 49 segundos o 46. Te dolerá lo mismo. Mi filosofía no es cuánto duela sino cuán rápido pasa. Aprendes a amar los 400 vallas después de un tiempo. Me encanta el reto”.
Sea lo que sea que depare el futuro, Warholm y Benjamin, después de Tokio, son inolvidables
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