Marchadores en la sauna de Sapporo
García Bragado, en sus octavos Juegos, y el entrenador José Antonio Carrillo, en sus sextos, encaran su disciplina lejos de Tokio, con mucho calor y una humedad del 70%
Exiliados en Sapporo, una ciudad con nombre de cerveza y esquiador, los maestros de la resistencia sueñan. Quieren ser como José Antonio Carrillo, entrenador de marcha que participa en sus sextos Juegos Olímpicos. En su maleta, como en todos los anteriores, un sombrero de paja.
“El hombre que no sigue sus sueños envejece pronto. Y yo no quiero envejecer”, dice Carrillo, el técnico de Cieza, Murcia, que entrenó a Juanma Molina (medallista europeo y mundial, y quinto en Atenas 2004 en 20 kilómetros marcha), entrena al campeón mundial en 2015, Miguel Ángel López, y al campeón europeo de 2018, Álvaro Martín, que están con él en Sapporo, donde marchan hoy, a las 9.30, en los 20 kilómetros.
El subcampeón de Europa Diego García, entrenado por José Antonio Quintana, completa el equipo. “Voy a seguir llevando el sombrero mientras Dios me dé fuerzas”, continúa Carrillo, “pero mi sueño es regresar un día sin sombrero de unos Juegos. Ese es mi trabajo, mi ilusión, romper el sombrero porque uno de mis atletas se proclama un año campeón olímpico. Entonces le daré un puñetazo y lo romperé, como Scipio Africanus Sam Mussabini, el entrenador de Harold Abrahams en los Juegos de París 1924 hacía en la película Carros de fuego”.
Para Carrillo, de 63 años, los Juegos no son una competición sin más, un mundo de cálculos y medallas, sino un espacio emocional, un mundo diferente que se abre y se cierra cada cuatro años (cinco por la covid) y al que hay que celebrar con rigor y pasión. Carrillo es, en cierta manera, la representación humana del olimpismo. Y a su espíritu ni le entristece tener que competir en Sapporo, a una hora de avión al norte de Tokio, donde, decían, hace hasta frío, y no gozarán del mitificado ambiente de la Villa Olímpica.
“Pero estamos muy bien en el hotel Prince, y los circuitos de competición, de tres carriles y de asfalto nuevo y muy bueno nos dicen que son magníficos. Pero las condiciones son muy similares a las de la capital”, dice Carrillo, que compró en Doha un termómetro con higrómetro y cada cuarto de hora, dentro del horario de competición de los 20 kilómetros, que comienza a las 16.30 de Sapporo y durará unos 80 minutos, toma la temperatura y la humedad del circuito. “La temperatura ronda siempre los 28 grados, no pasa de 30, y la humedad anda por el 66%, no suele subir de 70%. Son condiciones soportables, y venimos preparados, porque tanto en la concentración en altura, en Font Romeu, en los Pirineos, como en el CAR de Barcelona hacíamos entrenamientos en cámara de calor en días alternos”.
Los Juegos son también un pozo de amargura que aún le duele al técnico murciano, como le duele Río 2016, cuando llegó con su Miguel Ángel López, el marchador de Llano de Brujas (Murcia), que se había proclamado campeón del mundo en Pekín un año antes, y no terminó los 50. “En Río ya me felicitaban antes incluso de empezar a competir”, dice. “Y la cara descompuesta de Miguel en el calentamiento ya me dijo que algo le había pasado en las horas anteriores, porque no era el que debía ser. Y no rompí el sombrero, pero por poco me lo como”. Y la amargura creció en el Mundial de Doha. “Ese fracaso deportivo es una espina que llevo clavada en el corazón”, afirma de una competición en la que todos los españoles terminaron llorando en la medianoche de Doha desierta. “Eso nos permite llegar a los Juegos sin presión”.
Responsabilidad japonesa
Con presión llegarán los japoneses, los que tienen mejor tiempo y son el orgullo del país, y los chinos, el colombiano Eider Arévalo y el sueco de sangre mexicana Perseus Karlstrom. Y solo hay un ruso, y ya no asusta, pero sí que lo hacen los turcos, que han contratado a afamados técnicos rusos.
En mujeres, la campeona de Europa, María Pérez, de 25 años, octava en Doha, liderará el equipo español en su debut olímpico, con Laura García Caro y Raquel González.
Más Juegos que nadie en el atletismo mundial, más aún que Carrillo, acumula Jesús Ángel Bragado, de 51 años, que se despide de los 50 kilómetros marcha el día que el programa olímpico acoge por última vez su prueba cumbre, demasiado larga (casi cuatro horas) para los estándares televisivos. Obligados a partir a las 5.30 de la mañana (22.30 en España), cuando el sol naciente brilla, por supuesto, y calienta. Un buen síntoma, señal de buena salud: es el García Bragado de siempre, amable refunfuñón, el que responde al teléfono y casi sin respirar, como un torrente, narra su vida la última semana en Sapporo.
“En esta locura, no nos dejan ni ir a ver el circuito, ni siquiera a ver competir a los de 20 kilómetros”, cuenta. “No hemos podido entrenar allí y lo hemos tenido que hacer alrededor del estadio olímpico de los Juegos de Invierno del 72, los de Paquito. Lo hacemos medio hacinados con los de maratón en una franja de mal asfalto de 900 metros. Nos distinguimos de los del maratón por los neumáticos que llevan ellos, menudas zapatillas, que parecen tarimas sus suelas tan gordas. Si las usáramos en marcha sería la antimarcha, porque están hechas para correr y tiran para arriba. Hace bastante bochorno. Un poquito menos que en Tokio, pero no es Santander. Estamos entre lagos y montañas, y el cielo es muy variable. Hasta un 80% de humedad tenemos. La maratoniana Marta Galimany me dice que hay más humedad que en Tarragona. Y el circuito no tiene sombras, así que habrá que contar con el calor de radiación solar. Desayuno a las cinco y ya asoma el sol. Habrá que inventarse algo para refrescarse porque han prohibido, por la covid, las esponjas de toda la vida. Sí que usaremos hielo en la gorra y toallas húmedas en el cuello…”.
Programa de Sapporo
Jueves 5.
9.30. 20 kilómetros marcha hombres
22.30. 50 kilómetros marcha
Viernes 6.
9.30. 20 kilómetros marcha mujeres
Sábado 7.
00.00 Maratón mujeres
Domingo 8.
00.00 Maratón hombres
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