Doncic da otra lección
Es tan inteligente y poco egoísta que, dadas las circunstancias, supo leer el partido y, aun limitando sus tiros, su influencia en el juego nunca dejó de ser determinante
En una de las citas más esperadas, España pinchó y el camino hacia el podio se ha empinado hasta convertirse, maldito sorteo mediante, en la subida al Angliru, que más que puerto es pared. Duro castigo para una selección que aprobando la tarea de limitar a Doncic, al menos en su vertiente anotadora, no estuvo especialmente fina en aspectos vitales como la puntería, el juego interior o la protección del rebote. Ricky, Sergio Rodríguez y Marc Gasol, los tres jugadores de mayor jerarquía y mando en plaza, anduvieron desenfocados y muy erráticos de cara a canasta, lo que finalmente dejó en improductivo el buen trabajo defensivo sobre la estrella eslovena. Que lo fue, pero ojo, Luka no es sólo los puntos que mete. Estamos ante un jugador tan bueno, inteligente y poco egoísta que, dadas las circunstancias, es capaz de leer perfectamente el partido y, aun limitando sus tiros hasta la mínima expresión de siete, su producción e influencia en el juego nunca dejaron de ser determinantes.
El partido de Doncic resultó contrapuesto al de Ricky Rubio, su equivalente si nos atenemos al peso actual en sus equipos. Al esloveno, aparentemente maniatado por la defensa 1-4 con Claver, Abalde o Abrines achuchando sin descanso y recibiendo ayudas si las necesitaban, se le agravó aun más la situación con problemas de faltas personales. Podía haberse ido del partido, pero fue todo lo contrario. Se olvidó de su lucimiento y se dedicó a crear espacios y ventajas para que sus compañeros lanzasen en buenas condiciones. Lo normal, tratándose de una superestrella, hubiese sido verle forzar la máquina buscando la forma más rápida de entrar en el partido, lo que hubiese sido un ejercicio de mal entendida responsabilidad. Pero no cayó en la trampa. Lo que hizo Luka con toda la naturalidad y tranquilidad del mundo fue dejar de mirar a canasta y fijarse casi exclusivamente en alimentar a los Prepelic, Blazic, Cancar y al extraordinario Tobey, que aunque tardaron un poco en calentar la muñeca, terminaron aprovechándose de los regalos.
Ricky, en cambio, sufrió de mala puntería y cierto apresuramiento. Mientras Doncic tiraba menos y pasaba más, Rubio lo intentaba una y otra vez sin excesiva fortuna. Necesitado de ayuda, solo la encontró en algunos fogonazos de Rudy y Abalde, o ese momento fugaz de Pau con dos triples seguidos. Del juego interior apenas se tuvo noticia y por el agujero de los rebotes ofensivos se fueron mas de una buena oportunidad de poner tierra de por medio. Si a un equipo plagado de grandes tiradores que lanzan con espacio y tranquilidad gracias a la atención que suscita Doncic, le concedes segundas y terceras oportunidades, hay un precio que terminarás pagando.
Ahora espera EE UU, un trago se mire como se mire. Vale, no es el de Pekín, Londres o Río, pero nosotros tampoco. Y digo yo que por mal que supuestamente estén, sobre todo en asuntos colectivos, tener a Durant, Lillard, Tatum, Middleton y Devin Booker enfrente en cuartos, como que no mola nada. Mejor lo tienen las chicas, que desde que Marta Cazorla acribilló a triples a Serbia, han roto a jugar, y parecen otro equipo al que inició este torneo. Lideradas por Ouviña, Torrens y Ndour, muy enchufadas las tres, y con la ayuda inestimable de la peleona Laura Gil, dominaron desde el principio a Canadá y de esta forma despejan el panorama, que no les deparará ningún pez gordo en cuartos. Porque de eso se trataba toda esta primera fase. Colocarse bien para el cruce del Rubicón. Las chicas lo han conseguido. Los chicos no.
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