El motor de la ilusión
He presenciado lo que hay detrás de muchos olímpicos: horas de trabajo, posponer la incorporación al mundo laboral... Todo con escasa ayuda y poca presencia mediática
En muchas declaraciones de deportistas se escucha decir que ir a los Juegos es un premio a su actitud y trabajo durante mucho tiempo, que es un sueño hecho realidad… Son frases manidas y repetidas que no por ese motivo deben devaluar el trasfondo que de verdad tienen.
Durante años, he presenciado lo que hay detrás de cada una de esas expresiones: muchas horas de trabajo, alejarte de tu lugar de residencia aun siendo muy joven, alargar los años de estudio o posponer la incorporación al mundo laboral, convivir con lesiones inciertas de diagnosticar y eternas en curarse, distanciarte de los amigos y las relaciones personales… Todo ello, en la mayoría de los casos de los deportes olímpicos, con escasa ayuda y poca presencia mediática.
En la mayoría de los casos, no en todos, subyace un reto consigo mismo, ser fiel al potencial que cada uno intuye tener e intentar desarrollarlo al máximo. Para ello, va a buscar el mejor entorno, el técnico o la entrenadora que mayor confianza le transmita, unas instalaciones decentes, una fisioterapia y un buen equipo médico, adecuada orientación psicológica y, a ser posible, disfrutando y siendo feliz. También va a tener que generar los ingresos para financiar todo ese tinglado. Al principio suele ser la familia o el mismo atleta con un trabajo extra; después los clubes; más tarde y, no siempre, algunas instituciones públicas. En líneas generales, los recursos alcanzan para estar moderadamente confortable y poder entrenar dignamente unos pocos años. Este panorama necesita alimentarse de un motor que genere una gran energía: se llama ilusión.
Si todo el proceso sale bien, si se sobrevive a las dudas, al final, y no siempre, llegará el resultado. Se valorará su actuación en función del puesto o la marca realizada que no siempre va a coincidir con los méritos que su trabajo ha merecido. El posible disgusto, esperemos que no, puede durar un tiempo. Muchos no saben que ya han ganado, que, cuando los resultados queden para las estadísticas y los recortes de periódico amarilleen en un cajón, ellos habrán aprendido a ilusionarse, a pelear por alcanzar un horizonte que les hará mejores personas.
Enhorabuena a todos los y las atletas antes de empezar, a sus técnicos, a su gente. Ahora toca disfrutar de la presión que supone competir en unos Juegos Olímpicos que con tanto esfuerzo os habéis ganado.
Ramón Cid es exdirector técnico de la Federación Española de Atletismo y actual entrenador de María Vicente y Teresa Errandonea.
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