La excitante aventura del Barça de Flick
El entrenador azulgrana, que tenía muy bien estudiada a la plantilla profesional y al filial antes de aterrizar en el banquillo culé, devuelve la ilusión al club a base de ambición y erradicando el victimismo


A falta del oráculo de Johan Cruyff, Joan Laporta mantiene un excelente instinto futbolístico que en su regreso a la presidencia del Barça en 2021 le llevó hasta Múnich. No fue una casualidad si se tiene en cuenta precisamente la relación que el exjugador y exentrenador azulgrana y del Ajax tuvo con Franz Benckenbauer y se recuerda que Pep Guardiola entrenó al Bayern desde 2013 a 2016. El campeón de Baviera y la selección alemana se inspiró en el éxito del Barça y de España, doble campeona de Europa y del mundo en 2010, para recuperar su reinado de clubes y de equipos nacionales en Brasil. Hansi Flick participó de ambos éxitos: fue campeón con el Bayern en 2020 y con la Mannschaft en la Copa de Mundo de 2014 en calidad de ayudante de Joachim Löw.
La nueva escuela alemana pasó a marcar la tendencia futbolística con Flick, Julian Nagelsmann (Leipzig), Thomas Tuchel (PSG) y Jürgen Klopp (Liverpool). Los cuatro tenían de alguna manera un vínculo o referencia con Ralf Rangnick, un revolucionario que marcó tendencia con el Hoffenheim y el Leipzig y cuyos planteamientos y declaraciones —“¿Por qué los futbolistas alemanes tienen que ser más estúpidos que los italianos o los españoles?” O “La velocidad, el ritmo y la aceleración, son importantes, pero lo más importante es pensar rápido” afirmó a EL PAÍS en 2020— provocaron el interés de directivos como Laporta. El presidente supo por Rangnick que Tuchel, Nagelsmann y Flick podían ser buenos entrenadores para el FC Barcelona.
Laporta, obsesionado como estaba en dar con un entrenador metódico y mentalmente fuerte, reparó especialmente en Flick porque era el mejor de los tres en la gestión del vestuario y en la relación con los jugadores, según el criterio de Rangnick. No hubo manera, sin embargo, de que ambos coincidieran en tres años por los compromisos del técnico con la federación de Alemania, hasta que se quedó en el paro y Xavi Hernández expresó su deseo de abandonar el Barça después de sustituir a Ronald Koeman. El presidente activó entonces la vía Flick después de saber que su agente era Pini Zahavi, el mismo que representa a Robert Lewandowski, el jugador curiosamente del que pretendía prescindir Xavi. Nadie discutió en el club la apuesta de Laporta.
El presidente disponía de un informe de uno de sus ejecutivos de confianza sobre los partidos dirigidos por Flick durante los dos últimos años, al que añadió un análisis de sus ruedas de prensa, y certificó su buena impresión después que el director deportivo Deco se entrevistara con el candidato al banquillo en Londres. La conclusión en las oficinas del Camp Nou fue contundente: “¡Vale la pena jugárnosla con Flick porque van a pasar cosas!”, una sensación que se cumplió desde que el técnico llegó en verano a Barcelona. El barcelonismo ha emprendido una aventura tan excitante con Flick que por fin se adivina el final de la larga y pesarosa etapa del “no nos alcanza”, como la definió Messi y subrayaron tanto Xavi como Koeman.
El técnico alemán tenía muy bien estudiado al Barça, a la plantilla profesional y al filial, especialmente a los futbolistas de la cantera, y sabía de la idiosincrasia del equipo y del club por las entrevistas que mantuvo con figuras como Guardiola y Domènec Torrent. Flick no era ningún mesías culé, tampoco formaba parte de ninguna familia barcelonista, ni se subrayaba más de su currículo que era el entrenador que logró el sextete con el Bayern y dirigió aquel 2-8 de Lisboa que todavía escuece al Barça. Nada se daba por supuesto en el técnico, sino que se tenía que ganar al equipo y después a la afición, un reto que sorprendentemente se visualizó desde la gira de Estados Unidos y se plasmó con un inicio fulgurante en la Liga.
“La idea del míster cuajó bien, nos sentimos cómodos con el estilo y la forma de presionar. El equipo está más suelto, se nota que estamos a gusto. Debemos seguir así, que esto no pare y a ver hasta dónde llegamos”, proclamó Íñigo Martínez en octubre después de golear al Young Boys. “Está muy bien el equipo; me gusta mucho”, le dijo García Pimienta a Flick después del 1-4 de Sevilla. “Es uno de los mejores barcelonas, juegan excepcional”, subrayó Guardiola. Añadió Simeone: “El Barça es el mejor: tiene una velocidad increíble y juega muy bien como equipo”. Y Flick recogió los elogios: “Hay cuatro o cinco equipos muy buenos y somos uno de ellos. Tenemos nuestro estilo, sabemos cómo queremos jugar y estamos localizados en esto, en el Barcelona”.
“Nos reímos mucho y nos vacilamos porque hay varios jugadores que no tienen ni 20 años. La buena relación que tenemos fuera del campo se transmite dentro”, desveló Pedri en una entrevista concedida a Efe. El tinerfeño es el líder y el hilo conductor de un equipo que tiene a Lamine Yamal como figura y cuya juventud ha propiciado rachas opuestas, victoriosa al inicio y derrotista en noviembre, un mes de “mierda” como afirmó Flick. Los azulgrana, sin embargo, reaccionaron a tiempo y vuelven a competir por la Liga, la Copa y la Champions después de conquistar la Supercopa. La meta es no recaer, dar marcha atrás, como tantas veces, e iniciar el camino trazado por el Dream Team de Cruyff, el Barça de Rijkaard o el de Guardiola.
Juan Carlos Unzué ha sido protagonista en los tres equipos, como portero o como miembro del cuerpo técnico, y aunque no le gusta comparar, entiende que el arranque del equipo de Flick es más parecido al que tuvo el de Guardiola, “por la presencia de muchos jugadores de la cantera y por el inicio”, que los de Cruyff y Rijkaard, “ambos más lentos en cuanto al tiempo”. “Me gusta mucho, además ,la actitud de Flick”, prosigue. “A partir de Cruyff se interiorizó que el victimismo y la queja no servían para nada”, añade. “Los últimos 35 años de historia del Barça aconsejan a tener confianza y tranquilidad con los jugadores y los entrenadores”, prosigue Unzué, muy atento también con la propuesta de Flick
“El plan se basa en mantener al equipo muy junto, compacto, incluso en situaciones de transición ofensiva y defensiva y, por tanto, necesita tener mucha energía y sentido grupal. Es un equipo capaz de jugar vertical y rápido si hay espacio y de hacerlo más posicional si los rivales se repliegan. Tener todas estas alternativas hace que los rivales tengan más dificultad para contrarrestarlos”, concluye Unzué. Andrés Iniesta, uno de los futbolistas azulgrana más emblemáticos y símbolo del estilo barcelonista, insiste: “Todos coincidimos en que el Barça juega de manera ofensiva, atrevida y atractiva. Los jugadores tienen mucho compromiso con lo que hacen y cómo lo hacen. Aunque no me gusta comparar, las sensaciones son muy positivas”, subraya Iniesta.
“La materia prima que hay es genial y ahora se trata de adquirir experiencia para intentar ganar títulos, que es lo que se exige en el mejor club del mundo”, acaba Iniesta. Evarist Murtra, barcelonista de referencia y directivo con Josep Lluís Núñez y Laporta, coincide en dar valor al entrenador y a la aportación de la Masia. “Me gusta cómo el técnico gestiona el vestuario y evita cualquier malentendido mediático en la sala de prensa; ayuda que diga que no habla español ni catalán”, precisa. “El equipo, en cualquier caso, no se parece a ninguno de los anteriores, pero tiene que ver con todos por sus buenas vibraciones. Los aficionados nos sentimos muy orgullosos. Ahora se debe asumir que no es fácil construir un equipo tan joven en poco tiempo”, comenta Murtra.
Muy conocedor de la actitud de la afición y de los procesos electorales, Murtra insiste en la necesidad de que “un equipo tan valiente y un cuerpo técnico cuya labor es tan elogiada necesitan tener continuidad y estabilidad para progresar”, petición que se cumple cuando el equipo todavía juega en Montjuïc a la espera de inaugurar el nuevo Camp Nou. El equipo engancha porque divierte, es inconformista y desacomplejado, no pone excusas y defiende el riesgo como modo de vida, alejado del victimismo y entregado a un entrenador que, sin necesidad de personalizar en ningún gurú culé, presume del club, defiende su carta de naturaleza y se remite a su obra: ha mejorado a una nómina de futbolistas desvalorizados y está entregado a La Masia.
Flick, siempre en sintonía con el equipo de preparadores físicos dirigido por Julio Tous, no es esclavo de nadie ni de nada salvo de sí mismo y la mayor satisfacción de Laporta es que sea el entrenador y no el presidente el que hable de ambición y de sentir la presión de ganar, consciente de que recular sería volver a empezar y alargar el día después de la partida de Leo Messi.
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