La ilusión por el Racing resucita en Santander: “Económicamente aún arrastramos aquella época de Piterman y Ali”
El conjunto cántabro lidera Segunda en solitario con mucha solvencia sobre los competidores por el ascenso directo
Bandera verde para bañarse en el mar de la ilusión cantábrica. El Real Racing Club de Santander corona el balón, como en su escudo, en la Segunda división tras años de penar en categorías y resultados lejanos a la historia de la entidad, decimoquinta en la clasificación histórica de Primera. La victoria ante el Burgos (2-0) cuando se cumplen 15 jornadas deja a los cántabros con 36 puntos, 11 más que el Mirandés, tercer clasificado que pugnaría con los dos ascensores directos a la élite, techo inalcanzado desde el lejano 2012. El presidente, Manolo Higuera, reivindica una filosofía más basada en el trabajo coral que en el dinero y se siente abrumado por el cariño e ilusión de la afición: “No hay un chaval de menos de 30 años que no sea del Racing de Santander”. El Sardinero, nuevamente a rebosar, así lo avala.
El equipo de José Alberto ha conseguido este curso 2024/2025 ratificar las buenas sensaciones arrojadas la temporada pasada, cuando pese a haber ascendido ese mismo verano, coqueteó con la promoción a Primera. Un inoportuno mal de altura en la última jornada lo impidió pero sentó las bases verdiblancas. De aquella plantilla siguen nombres clave como el clarividente Iñigo Vicente, uno de los jugones de la categoría, el artillero Arana, a quien sus compañeros están supliendo dignamente al encontrarse lesionado, el incombustible Aritz Aldasoro y el muro Jokin Ezkieta, el enésimo guardameta parido en Lezama bajo la sombra del Txopo Iribar. Aquellos mimbres se han ido reforzando, al igual que la confianza en el técnico, y el modelo atractivo de juego alegre y ofensivo, entretenido para el espectador aunque entrañe algún riesgo. Esta campaña, con un tercio de las 42 jornadas ya disputadas, arroja buenas sensaciones aunque la demencial Segunda desaconseja excesos de confianza.
La voz del presidente combina la prudencia imprescindible y parte de esa ilusión que se percibe cuando el público canta La fuente del Cacho antes de los partidos en casa y que también se ve en playas y parques, con la camiseta en todas partes, así como banderas en los balcones o bufandas callejeras. “Pinta bien, casi más en lo social que en lo deportivo, en la ciudad es brutal ya desde el año pasado. Santander está en ebullición, es espectacular y ayuda”, celebra Higuera, feliz especialmente con el relevo generacional en la hinchada, abarrotada de chavalucos que pasan del Barça y del Madrid porque cantan a su Racing. “Nos genera una ilusión y una responsabilidad enormes”, valora el mandatario, habituado al cartel de “No hay billetes” en el mítico Sardinero, a cuatro pasos de la playa donde ya no hay zozobra deportiva.
El dirigente ha vivido cada eslabón del fútbol, desde su debut contra el Real Valladolid cuando aquella huelga de profesionales hasta la dirección deportiva antes de saltar a presidente en 2015, con la hucha plagada de telarañas y deudas. En aquellos tiempos el club llegó a venderse por un euro y acabó llegando al mando Manolo Higuero, víctima de los dislates pasados: “Económicamente aún arrastramos aquella época de la propiedad india, llegaron todo tipo de indeseables, empezando por Dimitri Piterman y Ali Syed, terminando con dos presidentes condenados por su gestión [Francisco Pernía y Ángel Lavín]”. Esta temporada la iniciaron con 16 millones de euros previstos como ingresos y un beneficio previsto de tres, con una plantilla valorada en 10,5. “En el fútbol el dinero ayuda, pero no garantiza, el modelo de Almería o Cádiz son distintos, pero no significa que esté bien gastado”, expone sobre dos conjuntos de más caché y menos alegrías recientes.
El éxito se asienta en jugadores de poca brillantina pero peleones en la exigente Segunda, como el centrocampista Aritz Aldasoro, criado en la cantera de la Real Sociedad y racinguista desde hace tres años. El habitualmente premiado como futbolista con más kilómetros recorridos insiste en el valor grupal para sostener las buenas sensaciones. “Sabemos cómo vamos pero intentamos no mirarlo tanto porque te puedes relajar con tanto margen, nos centramos en cada partido. No hay tiempo para darle vueltas”, asegura el vasco, quien percibe un cambio sobre el curso anterior: entonces, subir a Primera era algo hipotético, una fantasía que se antojaba lejana. Ahora, desde la humildad, lo ven accesible: “¿Por qué no, si depende de nosotros? Podemos ganar a cualquiera, hemos empezado bien y por qué no”. “Jugué contra ellos en Segunda B con el filial de la Real y sé lo que han pasado, ahora está volviendo la ilusión, la gente nos lo dice. Cantabria necesita este impulso. El escudo no pesa, sino que ayuda, representamos a mucha gente y es un extra de motivación”, argumenta Aldasoro, agradecido a la confianza del entrenador y a ese buen rollo en el vestuario, clave para que los suplentes aprieten y mejoren la calidad grupal.
Quedan muchas jornadas y nadie quiere excederse. Como evidencia, la tabla. Han logrado el récord de siete partidos seguidos ganando a domicilio y ante su parroquia han ganado cuatro, empatado tres y perdido uno. La derrota llegó contra el Cartagena, último clasificado. Cosas de la liga de las hipertensiones.
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