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GALLINA DE PIEL
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El cordón sanitario a Mbappé

El caso de la presunta agresión sexual a una joven en Suecia muestra también la realidad paralela en la que viven los jugadores de fútbol y el tipo de paranoia en la que se desarrolla su ocio

Mbappe
Kylian Mbappé durante el partido contra el Celta de Vigo el pasado sábado 19 de octubre en el Estadio de Balaídos.Miguel Vidal (REUTERS)
Daniel Verdú

Mbappé tiene algunos días libres porque aparentemente sufre una lesión de bíceps femoral y no debe entrenarse con el Real Madrid ni acudir a la convocatoria de la Nations League con Francia. Así que acepta la propuesta de su amigo Nordi Mukiele, de 26 años, con quien forjó una amistad durante sus dos años compartiendo vestuario en el PSG (de 2022 a 2024), y se marcha a Estocolmo en un avión privado. Mukiele, tal y como relató Le Parisien, era un apasionado del país nórdico. Y en esas visitas, utilizó los servicios de un conserje —¿un conserje?— de lujo, un tal Marco D., un exmodelo de unos 30 años, reconvertido al negocio de las fiestas, vacaciones y servicios a medida para celebridades para pasarlo lo mejor posible de la manera más discreta.

Marco D., según publicó el mismo diario, se lo toma en serio y organiza la fiesta. La cierra, la privatiza, como dicen los franceses. E invita a 30 personas, la mayoría mujeres, a las que selecciona para acudir en calidad de figurantes. Chicas de imagen, confirmó una de las modelos que acudió a la fiesta de Mbappé. Cobran por ir y dar color. Nada más. O por el placer de conocer a una celebrity mundial. Los anfitriones observan entonces cómo el reservado se llena de gente a la que no conocen de nada y a la que, antes de entrar, han obligado a dejar el teléfono en un sobre cerrado. Luego entablan conversación y lo que se tercie. Pero todo está organizado. Como uno de esos safaris para millonarios en los que es casi imposible volverse a casa sin un trofeo de caza. Como el show de Truman. O para adaptarlo al lenguaje del medio, como si en mitad de un partido, el encuentro se detuviese para que la estrella chutase el penalti sin portero.

El caso de Mbappé, más allá de la determinante cuestión judicial y de lo que sucedió realmente con la víctima que habría denunciado una agresión sexual —no hay una comunicación oficial—, muestra otra vez la burbuja en la que viven casi por contrato determinados deportistas de élite. Una realidad paralela, o una ficción, difícil de compaginar con un análisis racional del mundo exterior. La abogada de Mbappé lo llama “cordón sanitario permanente, una burbuja”. Y explica que está pensado para que, precisamente, no puedan ocurrir cosas como la que denuncia la presunta víctima de violación. “Siempre hay alguien con él”, aseguró en una entrevista en BFMTV. ¿Siempre? Como si él o quienes pudiesen rodearle estuvieran siempre bajo sospecha: unos por su impulsividad y los otros por querer desplumarle con cualquier acusación falsa.

El caso de Mbappé es ahora una incógnita. Y, como cualquier ciudadano, el delantero del Real Madrid es inocente hasta que se demuestre lo contrario (aunque en Francia le acusen estos días incluso de las 25 toneladas de CO₂ con las que su viaje relámpago contaminó la atmósfera). Hablaba Eleonora Giovio en un reportaje de este periódico sobre la cultura de la impunidad de los futbolistas. Y así fue durante muchos años. Pero hay cada vez más casos que salen a la luz: Dani Alves, Santi Mina, Hugo Mallo, Rafa Mir, los canteranos del Real Madrid. Y además de esa cultura, quizá haya más elementos. El ambiente es tóxico, las premisas sobre las que se parte para pasarlo bien, deformadas. Puede que no sea su culpa. Pero el mes pasado Miguel Galán, presidente del Centro Nacional de Formación de Entrenadores de Fútbol, publicó un supuesto contrato tipo que comienzan a usar los futbolistas antes de tener relaciones sexuales con mujeres que conocen en determinadas fiestas para evitar posteriores denuncias. El documento incluye una cláusula, la sexta, que contempla el caso de “violación accidental”. ¿Accidental? Nadie desmintió que exista ese documento. Debe ser parte de algún tipo de cordón sanitario.


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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
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