La locura de Segunda devuelve al Real Valladolid a Primera división
El Pucela recupera plaza en la élite tras aprovechar el pinchazo del Eibar mientras el Leganés sigue a falta de un punto
Qué locura la Segunda división. El Real Valladolid ha ascendido a Primera división tras una penúltima jornada disparatada, donde ha pasado de todo y todo ha favorecido al Pucela pese a coquetear con el drama. Los blanquivioleta han ganado de milagro en casa al colista Villarreal B y han disfrutado de la derrota en Gijón del Eibar, su rival por el ascenso directo. El Leganés aún no logra confirmar el retorno a Primera, pero un simple punto en la última cita del curso significará el cambio de categoría. El Eibar, al caer en El Molinón, vuelve a dejar escapar la oportunidad de saltar directamente a Primera. El Pucela de Ronaldo empalma un descenso, un ascenso, un descenso y ahora un nuevo ascenso tras una temporada irregular, con más resultados que estilo o juego, y con el entrenador, Paulo Pezzolano, criticado por la afición.
El Valladolid encaró el encuentro como siempre: a esperar acontecimientos. Sin sufrir demasiado atrás, pero sin mucha mordiente arriba, con un ojo y un auricular en Gijón y cierto interés en Ferrol. Allí golpeó primero el Leganés: gol. Los pepineros eran de Primera hasta que los gallegos igualaron y la cosa se fue al descanso como si nada, como antes de las 18.30 de este domingo de adrenalina.
Tras el asueto, un arreón pucelano dejó la diana de Raúl Moro, diferencial por banda todo el año pero sin regularidad en minutos. Pezzolano lo tenía donde quería: ellos por delante y la competencia sin acertar. Pero el rival también juega y si algo tienen los filiales es desparpajo. Una acción embarullada en el área de Masip trajo la igualada de Lekovic y dejaba el asunto como una hora antes... Hasta que en Gijón cambio el guion.
Campuzano adelantaba a los suyos y hacía un enorme favor a Zorrilla, histórica afición rival. Si marcaba el equipo local era de Primera. La ecuación parecía simple, pero todo, como ha ocurrido tan a menudo desde agosto, se fue de madre. Tasende adelantaba al Villarreal. Vaya drama en Zorrilla, encomendada de nuevo a la barbarie. Quedaban 10 minutos y no había ni empate. Meseguer, invitado inesperado en la cita del gol durante este curso, cabeceó a gol uno de esos balones que se cuelgan al área porque algo hay que hacer con la pelota, que quema en los pies como el transistor en la grada. Empate.
Ronda de radio. El Eibar seguía palmando en Asturias y el Leganés se adelantaba en A Malata, aunque poco importara en Castilla. El pueblo cantaba y cantaba y en este deporte, que ya está todo inventado, volvió a funcionar aquello de cargar el área y ver qué pasa. Hasta en esta jornada disparatada tuvo que aparecer el VAR. Penalti. ¡Penalti! Celebró Zorrilla. ¿Penalti? Lamentó el Eibar, incapaz de igualar o voltear en Gijón. Penalti, confirmó Sylla, que cogió el esférico como si no ardiera.
El africano se quedaba solo a once metros del portero, pero rodeado de 25.000 almas, sin nada que cantar o gritar, vacías tras tanto frenesí. Un paso. Otro paso. Otro paso. Silencio. El senegalés trota hacia la bola. Valladolid, Eibar y Leganés aguantan la respiración. La bota derecha impacta en el cuero y pone rumbo al palo natural de un diestro, la izquierda del portero. El arquero se lanza y acierta el lado. Los once metros duran una eternidad mientras el esférico corre raso sobre el verde rumbo a Primera. El guante izquierdo del meta no llega a él y besa las mallas y Zorrilla se abraza, goza, celebra, grita, llora. Todo a la vez mientras el banquillo galopa hacia el goleador.
Gijón ha terminado y poco importa que al Leganés le hayan empatado al final también de penalti. El Pucela vuelve a ser de Primera y lo hace con otra escena inaudita en este deporte tan imprevisible. El estadio corea “¡Pezzolano, dimisión!”, harto del técnico y del año irregular en el desempeño, pero eficaz en el resultado. El uruguayo, tras toda la temporada enfrentado con la hinchada, se encara. Se lleva las manos al oído y agita los brazos mientras la grada se enerva.
Al rato, la afición vuelve a centrarse en lo importante. Adiós, Segunda. Ya lo quisiera el Leganés, a falta de un punto en el último baile del año, y un Eibar que por tercera ocasión consecutiva se queda a las puertas del ascenso directo. En las dos primeras no logró el laurel. Aún queda una promoción de ascenso para dilucidar quién más acompaña al Pucela del cuestionado Ronaldo en una nueva aventura en la Primera división.
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