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RELATOS DE UNA AMATEUR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El umbral del dolor en el fútbol

En Primera división, como en la política, reina el bipartidismo imperfecto. La emoción y el misterio están en sitios más pequeños, como A Coruña

Djukic abandona el terreno de juego tras fallar el penalti que le costó una Liga al Deportivo en 1994.
Djukic abandona el terreno de juego tras fallar el penalti que le costó una Liga al Deportivo en 1994.
Natalia Junquera

Uno de los verbos más utilizados en el fútbol es “sufrir”. Los partidos se dividen, básicamente, en tres tipos: cuando te hace sufrir el rival, cuando te hace sufrir tu propio equipo y cuando te hace sufrir el árbitro, ese hombre testarudo que nunca te da la hora cuando se la pides. Pero igual que hay primera división, segunda, primera federación etc... hay también distintos umbrales de dolor, y en general, este es más alto cuanto más baja la categoría. El Deportivo de A Coruña y su afición son campeones indiscutibles en esa disciplina: perdieron una liga fallando un penalti en el último minuto; descendieron cuando nadie había bajado a segunda con la cantidad de puntos que ellos habían hecho en 2011 - a dos meses de que empezara el campeonato en la categoría de plata había colas en Riazor para hacerse socio-, se enfrentaron a un concurso de acreedores... Como en la película, llevar esa camiseta se convirtió en garantía para padecer Una serie de catastróficas desdichas.

Los aficionados del Madrid, del Barça, del PSG... dirán que ellos también sufren, pero no hay color. En el fútbol de los grandes ese umbral del dolor está mucho más abajo: perder un clásico, quedar segundo, no clasificarse para la competición con otros grandes. Sus presupuestos millonarios funcionan como una suerte de analgésico: las remontadas son más fáciles, porque una jugada individual de alguno de los mejores jugadores del mundo puede darle la vuelta al partido, y si se pierde una liga, se ganará la siguiente, porque, salvando la actual crisis del Barça, la primera división funciona como el bipartidismo imperfecto de la política, son ciclos: esta legislatura gobernará el PSOE, tarde o temprano, volverá a gobernar el PP. Ahora imaginen que el Madrid bajara a segunda y perdiera un partido contra el Barça B. Eso le ha pasado al Depor con el filial del Celta, ahí arriba es donde está su umbral del dolor.

La gente sana, como los equipos buenos, no es tan consciente de lo importante que es gozar de buena salud. La da por hecho. Pero cuando has estado enfermo y te recuperas, cuando te han expulsado del fútbol profesional y vuelves a jugar con los mayores, la alegría se multiplica, vale como tres Champions del Madrid. Eso es lo que explica que en un Deportivo-Barça B de Primera Federación hubiera 33.000 personas en las gradas y decenas de miles en las calles de A Coruña. No era el ascenso, era la curación.

Germán Parreño, el portero del Depor, se rompió el brazo en ese partido: fractura en el radio izquierdo. Y siguió jugando. “Con la adrenalina ni notaba que estaba roto, aguantaba todo y me daba igual como estuviese. Tenía dolor y sabía que había algo, pero quedaba poco. Estoy contento de sumar mi granito de arena y que saliese todo bien”, dijo después. Tiene para unas cuantas semanas.

Por si no fuera suficientemente bonito el cuento o épica la leyenda, el gol del ascenso lo marcó Lucas Pérez, un coruñés del barrio de Monelos y 35 años cumplidos que en 2022 dejó el Cádiz, descendió dos categorías, renunció a dos millones de euros y pagó la mitad de su traspaso para jugar en el equipo de sus amores y tratar de devolverlo al fútbol profesional. Cuando le preguntaron qué locura era esa, respondió: “Vengo a ayudar”.

Decía el Atleti, a propósito de alguna de esas pequeñas heridas que sufren los grandes: “No lo pueden entender”. Y efectivamente, para el común de los mortales, es decir, para los forofos del Madrid o del Barça o los adalides de la Superliga quizá es difícil comprender que el fútbol es un juego en el que un pueblo juega contra otro pueblo y tú vas a muerte con el tuyo, esté en la categoría que esté. Uno de los jugadores más queridos en A Coruña es Djukic, el defensa que en 1994 falló el penalti que valía una Liga. La parte más intensa del amor es el misterio, lo que no se puede explicar. Y si no, pregúntenle a Lionel Scaloni, nieto de las meigas, por qué el día que ganó el Mundial de fútbol dirigiendo al equipo de uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, la foto que presidía su perfil en redes sociales era, precisamente, de Riazor.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.
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