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SIEMPRE ROBANDO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Última tecnología Xavi

No se vende a los compañeros, no se filtran conversaciones privadas a los periódicos, no se llama a las empresas para quejarse del trabajo de alguien, no se señala a los periodistas en las ruedas de prensa. Puede hacerse todo eso, claro. Pero es mejor no hacerlo.

Xavi
Xavi Hernández, en una rueda de prensa la semana pasada.Alberto Estévez (EFE)
Manuel Jabois

Me ha hecho gracia imaginarme, el viernes noche en El Larguero cuando me preguntaron si alguna vez alguien se había molestado con mi trabajo y me lo había hecho saber, inventándome la respuesta: “Xavi”. La idea de no poder controlar una trola, un repentino ataque de importancia que se me va de las manos. De repente me escucho decir “Xavi” como puedo decir “Kate Middleton”. Intento averiguar el motivo que me llevaría a inventarme semejante mentira y no se me ocurre ninguno más allá de la inmolación. No, no he perdido tanto la cabeza; aunque me gustaría, llegado el caso, perderla con tanta gracia.

No ha sido tan gracioso volver a ver el vídeo en el que digo “Xavi” y observar que es normal deducir que él me escribió a mí directamente. Ya me hubiera gustado: fue bastante peor. Si fuera así yo no hubiera contado jamás eso. Esas llamadas son cosas que ocurren tres veces a la semana en mi profesión. Una persona se ofende o se alegra con algo que tú escribes, consigue tu contacto y te lo hace saber: morreu o conto. Es elegante por su parte el comunicarlo con educación y elegante por la tuya asumir que lo que uno escribe tiene consecuencias. Lo que no fue elegante fue lo que hizo Xavi cuando yo publiqué en 2018 La tecnología Xavi, un artículo que envejece de maravilla: escribirle a un par de compañeros quejándose amargamente y que esos compañeros trasladasen su enfado a mi jefe de sección. Que ejerció de jefe de EL PAÍS y me llamó para decirme que el artículo era estupendo y aquel día, además, el más leído del periódico.

Aquello no me pareció grave ni relevante, de hecho nunca lo conté en público porque quejas de esas, con esos mismos métodos, hay todos los días. Ni pedía mi despido ni quería que el artículo se retirase. Era un jugador, otro más, enfadado porque no se le trataba como él consideraba que tenía que ser tratado. Y olvidé el asunto hasta que esta semana, después de pasar de octavos de final de Champions en casa, Xavi llegó a la rueda de prensa y celebró la victoria histórica restregándosela a Ramon Besa por un artículo que, paradójicamente, Xavi no leyó (El Barça, derrotado ante el Shaktar, es el bufón de Europa) en el que no se hablaba tanto del Barça de Xavi como del Barça de los últimos años en Europa. Esa mezquindad me resultó familiar y recordé, entonces, lo ocurrido hace seis años con mi artículo, sus mensajes indignados y su agitado toque de atención.

Los problemas de Xavi con los medios son producto de la relación enfermiza que la prensa española tiene con su selección nacional. La protección de sus símbolos lleva a estos a creer que no se les puede tocar. A Xavi no se le tocaba cuando era jugador y es natural que esté desconcertado como entrenador. Que tenga yo a Edu Polo, “ahora trabajo para Xavi”, al teléfono un sábado por la tarde para llamar corriendo a un periódico tras colgarme no es tanto culpa de Edu Polo como de una atmósfera de club dedicada más a estudiar lo que pasa en los periódicos que lo que pasa en los campos. De ahí la extrañeza de Polo cuando, al pedirme los nombres de los periodistas a los que Xavi escribió, le acabé diciendo que no me acordaba. Claro que me acuerdo, Edu. Pero no se vende a los compañeros, no se filtran conversaciones privadas, no se llama a las empresas para quejarse del trabajo de alguien, no se señala a los periodistas en las ruedas de prensa. Puede hacerse todo eso, sí. Ya digo que a mí no me importa; si me importase no lo contaría seis años después y a propósito de otro compañero. Pero es mejor no hacerlo.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
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