Brahim se abre paso en la victoria del Madrid ante el Granada
Tras una genialidad de Kroos, el atacante marca el camino al triunfo ante un rival inofensivo, y el equipo de Ancelotti mantiene el liderato de la Liga
La carestía, además de suponer cierta ración de angustia, abre un tiempo de oportunidades, y en este Real Madrid que colecciona lesiones, Brahim se lanza con avidez a ocupar las rendijas que se abren. Contra el Granada, entró como centrocampista en el lugar que Ceballos había ocupado el miércoles ante el Nápoles, y desde ahí se dedicó a agitar. Marcó gracias a una genialidad deslumbrante de Kroos, abrió la jugada que desembocó en el segundo tanto, de Rodrygo, y terminó expandiendo su influencia a todo lo ancho del campo, con desequilibrio en ataque y robos en defensa. Y así, bajo el brillo de otro secundario, el Madrid mantuvo el liderato, igualado a puntos con el cada vez menos sorprendente Girona, que remontó en su casa.
El Granada apenas le exigió. Después de los despliegues fluidos contra el Cádiz y el Nápoles, al séptimo día, en el tercer partido, el Madrid levantó el pie con una función de bajas pulsaciones. Se desplegaron al paso ante un rival que solo ha ganado un partido y ha empatado cuatro. Una de esas igualadas fue la exhibición energética contra el Barcelona (2-2) que condujo a Bryan Zaragoza a la selección española después de solo nueve partidos en Primera. Pero en el Bernabéu, el Granada lució con la tensión por los suelos, en parte por los titubeos propios de circular por los sótanos de la clasificación, en parte por el monopolio de la pelota del Madrid, cada vez con una gravedad más dominadora.
El equipo de Ancelotti descansaba con la pelota de los esfuerzos pasados. Tocaba y tocaba, mientras el Cacique Medina, de estreno en el banquillo del cuadro andaluz, veía a los suyos recular al ritmo del metrónomo que manejaba Kroos. Parecía todo inofensivo. El balón viajaba sin dejar un rasguño, siempre en las botas del Real, casi con pereza.
La sacudida que desperezó la cosa fue algo raro. Tiraron a Bellingham, el árbitro no puso reproche, y el inglés se mosqueó. González Fuertes necesitó ese poco para enseñarle una amarilla, y la grada se encendió. Bellingham es el niño del Bernabéu, y el Bernabéu dejó las pipas para reprochar al colegiado el feo a su chico. También se quejó para arroparle Rüdiger, que vio otra tarjeta. Mientras administraba ese ritmo cansino, Kroos escondía un punzón en la manga. Juega estos días escoltado por Valverde en el centro de la línea de cuatro. Esa protección de un futbolista total, que barre toda la zona y toca con juicio, permite al alemán asomarse unos cuantos pasos más adelante, sin temer por su espalda. Desde ahí decidió esta vez probar a enviar proyectiles verticales al interior del área.
El primero, un globito, se pinchó antes de caer. El segundo fue un fogonazo al primer toque para devolverle una pared a Brahim, que se encontró solo delante de Ferreira, que defendía la portería después de tener que sustituir en el minuto 11 a Raúl Fernández, lesionado. Al malagueño no le subieron las pulsaciones y cuando marcó el portero ya estaba casi sentado en el suelo. Un gol siempre es un gol, pero el impulso del festejo se dividió entre el malagueño y el pasador. Alaba se lanzó feliz a por Kroos y lo levantó del suelo con el abrazo. Brahim hincó la rodilla, esperó al alemán y le abrillantó la bota derecha. Podría haber sido en cualquier otro de sus últimos recitales, pero el carácter terminal de ese pase disparó el entusiasmo.
El Granada apenas asomaba la cabeza más allá del centro del campo. Se fue del Bernabéu con solo un tiro desesperado ya en el minuto 89. Lo intentaron buscando a Lucas Boyé, bregador instalado como referencia arriba, pero se estampó contra Rüdiger. El alemán es estas semanas una presencia colosal infranqueable, que esta vez disolvía cada acometida del argentino. Desaparecía bajo su influjo. El Madrid tampoco permitió nada a Zaragoza, el agitador callejero que deslumbró en el primer tramo del campeonato. Pero la zona por la que se desenvuelve el malagueño es territorio Carvajal, y el lateral sigue en modo abusivo.
Bellingham volvió a aparecer como ayuda por todas partes, atraído al área cada vez que asomaba por allí la pelota. Y volvió a rondar el gol. Brahim se abrió hueco en el área y le dejó la pelota atrás al inglés. Ferreira repelió su remate y Rodrygo, que sigue iluminado, volvió a cazar: séptimo gol en los últimos cinco partidos. El brasileño tira de este Madrid que sigue líder en España y en Europa pese al batallón de caídos.
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