Miodrag Belodedici: “Si llego a imaginar que caería Ceaucescu, no me hubiese marchado de mi país”
El rumano fue el primer jugador que ganó la Copa de Europa con dos equipos distintos. Emigró a Belgrado y luego recaló en Valencia, pero todo su mundo desapareció
Miodrag Belodedici (Socol, Rumanía; 59 años) fue el primer futbolista en ganar la Copa de Europa con dos equipos diferentes. Está en Bilbao para la presentación del documental Desertor, un repaso a su carrera como futbolista y su vida que se presenta en el festival Thinking Fútbol, organizado por la Fundación Athletic. ¿Pero fue un desertor? “En aquella época sí lo fui, porque trabajaba en un club militar”, comenta sonriendo. “Tenía el grado de teniente y me fui de mi país y no regresé. Se puede decir que fui un desertor porque me juzgó un tribunal militar y me declaró en rebeldía”.
La situación en su país era terrible. Belodedici era alguien privilegiado en la Rumania de Ceaucescu. “Me gustaba jugar en el Steaua, pero no me gustaba cómo estaba el país, la vida de la gente, así que decidí marcharme. No muy lejos, a la antigua Yugoslavia”. La gran estrella del deporte de su país, laa gimnasta Nadia Comaneci, también tomó la misma decisión unos meses más tarde. “Ella pasó por la frontera con Hungría. Yo me fui con pasaporte, pero Nadia lo hizo de forma ilegal y acabó en Estados Unidos”, recuerda; él lo tenía todo bien planeado. “En aquella época mucha gente se escapaba. De mi pueblo se fueron la mitad. Pasaban el Danubio, muchos se ahogaban; gente por el monte... Vi personas a las que capturaba la policía, y les pegaba o les disparaba. Vi muchos horrores”.
Sin embargo, un año más tarde, el régimen de Ceaucescu se desplomó. “No podía imaginar que en tan poco tiempo iba a caer la dictadura y comenzar la democracia. Si llego a saberlo, tal vez no me hubiera marchado. Jugaba en la selección rumana, en el Steaua, la Champions, y lo dejé todo y estuve un año suspendido por la UEFA. Llegué a pensar que mi carrera de futbolista se acababa”. Aunque no fue así.
Entre sus logros, Belodedici se convirtió en el primer jugador que ganó la Copa de Europa con dos equipos diferentes. Con el Steaua y el Estrella Roja. “Dos equipos del este de Europa que, en teoría, no podían compararse con los grandes equipos de España, Italia, Alemania o Inglaterra”. Pero aquel Steaua era “como la selección de Rumania. Teníamos a seis o siete internacionales en el equipo. Cualquier jugador que iba para figura pasaba a ser militar y jugar en el Steaua o el Dinamo de Bucarest, que era el equipo de la Policía. Nos pagaba el ejército según el rango que tuviéramos”.
La difícil llegada a Serbia
Y llegó la final contra el Barcelona en Sevilla, y la victoria del Steaua que sorprendió a toda Europa. “Y a nosotros”, confiesa Belodedici. “Pero los penaltis no fueron una sorpresa”, apunta. “Teníamos a Helmuth Duckadam en la portería, que paró cuatro, porque era un gran especialista. El Barcelona era mucho más fuerte que nosotros, y no sabemos lo que pasó, no podían con nosotros. Habíamos hablado antes del partido que lo importante era que no marcasen, y sabíamos que en los penaltis podíamos ganar”, prosigue.
El estadio se quedó mudo. Era abrumadoramente del Barça, “sí, porque de nuestro país no había nadie. Cuando cogimos el trofeo ya no quedaba casi nadie en las gradas”, recuerda. “Nos dijeron que diésemos una vuelta de honor y pensamos que para qué, si no quedaba nadie a quien enseñar la Copa... Luego, el régimen de Ceaucescu rentabilizó todo lo posible aquella victoria. “Nos recibió el propio Ceaucescu”, precisa Belodedici. “Y nos regalaron como premio un todoterreno militar a cada uno, que no servía para circular por las calles, y que además era de segunda mano. Todos lo vendimos en pocos días para sacar algo de dinero”.
Luego llegó la huida de Rumania. “En mi ciudad nos daban permisos para pasar a Serbia, porque teníamos parientes allí, pero estaba molesto porque llevaba tiempo pidiendo el pasaporte y no me lo entregaban. Acudí incluso al hijo de Ceaucescu. Tuve que pasar por muchos interrogatorios, me preguntaban quiénes eran mis parientes en Serbia y cuándo habían huido. Yo les decía que no habían escapado, que llevaban allí desde después de la Guerra Mundial. Por fin conseguí un permiso legal y me fui con mi madre y mi hermana. Me ofrecí al Estrella Roja”, añade. Allí empezó otra historia propia de un vodevil. “Fui a las oficinas, les dije que era Belodedici, del Steaua, que me había marchado de Rumania y quería jugar con ellos. Entonces lo comprobaron y aparecieron varios directivos; querían saber si era profesional o aficionado, pero yo no tenía licencia profesional porque no había firmado ningún contrato como futbolista. Eso me vino bien porque solo tuve que cumplir la sanción de un año de la FIFA”.
La desaparición del líbero
Con el equipo de Belgrado consiguió su segunda Copa de Europa. Fue contra el Olympique de Marsella, también en los penaltis. “Hicimos una gran semifinal contra el Bayern. Fue impresionante el partido de vuelta en Belgrado con casi 100.000 espectadores”, recuerda; “luego, en la final en Bari, me tocó tirar un penalti. Lo celebramos mucho mejor que con el Steaua”.
Pero las tensiones étnicas en la antigua Yugoslavia le obligaron a hacer las maletas de nuevo. “Fuimos a jugar contra el Dinamo de Zagreb en un ambiente muy hostil, los aficionados empezaron a romper las vallas y nos tuvimos que refugiar en el vestuario. Estuvimos tres horas hasta que salimos escoltados por la Policía. Poco después comenzó la guerra y el Estrella Roja nos tuvo que vender a todos. A Prosinecki, Jugovic, Savicevic…”, relata Belodedici, quien con 28 años recaló en el Valencia. “Tuve problemas al principio, porque siempre jugué de líbero y esa posición ya no existía cuando llegué a Mestalla”, señala. Se le derrumbaba su mundo: cayó el régimen de Ceaucescu en el que se crio, se desintegró Yugoslavia, el país que le acogió como refugiado; desapareció su posición en el campo. “Así que me tuve que adaptar a todo. Retrasé mi posición para jugar de central”, dice.
Al menos, ya no es un desertor. “Ahora ya no lo soy. En Rumania pasé de serlo a que me consideraran un héroe. Ahora trabajo para la Federación”, cierra.
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