Selección femenina: no es una transición, es una revolución
Las campeonas del mundo se hacen valer y no transigirán en su camino hacia la igualdad
La federación se equivoca si pretende funcionar como si nada pasara después de la inhabilitación de Rubiales. Nadie entendería su paralización porque hay asuntos que exigen una operatividad administrativa y deportiva con independencia de que esté o no el presidente como son los partidos de clasificación para la Eurocopa. Ocurre que despachar no tiene nada que ver con gobernar y los actuales gestores parecen tan a gusto en sus cargos y conformes con el proceder contradictorio y clientelista de su asamblea que tiran millas después de entender que la presión disminuirá sin Rubiales y también sin su aliado Vilda. No se trata sin embargo de una cuestión solamente de personalismos y muy suya sino que se ha convertido en colectiva y de máximo interés social y político por la trascendencia del campeonato mundial alcanzado por la selección femenina y por la apropiación del título hecha por Rubiales.
Independientemente de cómo se vea y sienta la federación, su relación con las jugadoras internacionales y con el Consejo Superior de Deportes ha cambiado drásticamente desde la Copa del Mundo 2023. Las futbolistas no se conforman con una transición federativa, simbolizada ahora mismo con el nombramiento de Tomé como seleccionadora, y al Gobierno no le queda más remedio que replantear su manera de actuar una vez ha constatado que se equivocó con sus miramientos hacia Rubiales. Ya no es la necesidad de quitar y poner caras, ni un tema exclusivamente de género; tampoco solo de dinero, sino de conducta y de una gestión que exige directivos y ejecutivos competentes y profesionales, nada que ver con el amateurismo y amiguismo que ha regido mayoritariamente en los responsables del fútbol femenino de la federación desde las Rozas.
Las jugadoras advirtieron que no regresarán a la selección si no se daban cambios estructurales ni de dirección después de que los miembros del pleno perdieran su credibilidad por su capacidad para aplaudir primero y corregirse después ante la no dimisión de Rubiales. Las internacionales se han ganado a pulso y con el tiempo una posición de ventaja que no piensan desaprovechar: no se trata de una reforma sino de una revolución, es el fondo y la forma, que deben favorecer igualmente a una selección masculina que durante muchos días fue espectadora de la delirante actuación de Rubiales. Las futbolistas instan a la modernización de la federación al tiempo que demoran el inicio de la Liga. La convocatoria de la huelga, condicionada por la distinta naturaleza y recursos de los clubes, evidencia que el fútbol femenino se hace valer y en su camino hacia la igualdad no transigirá en puntos como el que simboliza Rubiales.
No habrá solución mientras las propuestas salgan exclusivamente de quienes solo hacen concesiones para poder seguir en el poder y por extensión mantener un mundo masculinizado y cuya representatividad es obsoleta como es el del fútbol, poco que ver con algunos deportes olímpicos en los que las mujeres son la bandera desde Londres 2012. La igualdad de condiciones es el punto de partida necesario para hacerlo bien o muy bien después de hacerlo muy mal después del Mundial 2023. Lo saben muy bien las internacionales más veteranas que salieron campeonas en Sídney y lideran la revuelta porque son el punto de encuentro entre las jóvenes que piden paso y las retiradas que no quieren caer en el olvido y ser víctimas del clásico giro lampedusiano.
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