Auge y caída de una ilusión: Southgate dimite como seleccionador de Inglaterra
El entrenador, que ha llevado a la selección inglesa a dos finales de la Eurocopa, anuncia que deja su cargo después de la derrota contra España
En un periodo de 28 años, Gareth Southgate (Watford, 53 años) ha sufrido la ira de los hooligans ingleses por dos razones contradictorias: por la valentía de tirar un penalti que resultó desastroso, en la semifinal contra Alemania de la Eurocopa de 1996, y por la cobardía de imponer en la competición de 2024 un juego prudente, rácano y aburrido a un equipo plagado de jugadores con ganas de brillar.
El seleccionador que ha llevado a Inglaterra a dos finales europeas (perdidas en 2021 contra Italia y este verano contra España) y a una semifinal en el Mundial de 2018 y ha devuelto el entusiasmo por los “tres leones” a todo el país, ha anunciado este martes su dimisión. “Como inglés orgulloso, ha sido el honor de mi vida jugar para Inglaterra y entrenar a la selección inglesa. Lo ha sido todo para mí, y me lo ha dado todo”, ha anunciado Southgate. “Ha llegado, sin embargo, la hora del cambio. La hora de un nuevo capítulo”, añadía. La decisión se comunicó a la federación en la noche del lunes, y los medios británicos señalan a Eddie Howe, actual entrenador del Newcastle, como futuro seleccionador.
El gran pecado de Southgate ha sido convencer a los ingleses de que podían volver a ser los campeones del deporte que un día inventaron y del que otros países se apropiaron de inmediato para hacerlo brillar a su manera. Football is coming home (El Fútbol ya está regresando a su hogar), han cantado hasta quedarse afónicos miles de jóvenes y mayores por los pubs de toda Inglaterra, con la ilusión compartida de volver a ganar la copa de Europa casi 60 años después del Mundial de 1966.
El redactor jefe de Deportes del diario The Times, Matt Lawton, admitía unos días antes de la fatídica final del pasado domingo que el de España era un equipo excepcional, sin duda los favoritos para ganar la competición, pero intuía al mismo tiempo que “el destino de Inglaterra estaba escrito en las estrellas”. Probablemente fueron la proeza de Bellingham, con aquella milagrosa chilena en el último minuto ante Eslovaquia en octavos de final; la impecable tanda de penaltis contra Suiza o el maravilloso gol en la semifinal contra Países Bajos del imprevisto Watkins, que fue sacado al campo por el seleccionador en el último momento, los causantes de esa ilusión colectiva.
El destino de Inglaterra, sin embargo, y el del propio Southgate, fue el de chocarse contra un equipo, España, que jugó con la frescura y la libertad de la que nunca llegaron a disfrutar los ingleses.
Inglaterra nunca quiso arriesgar durante la competición. El seleccionador ensayó distintos sistemas para sacar del letargo a un equipo aburrido, que jugó partidos mediocres. Southgate sufrió críticas, abucheos y hasta una minoría encolerizada de hooligans le arrojó vasos de cerveza después del empate contra Eslovenia, en el último encuentro de la fase de grupos.
Y, sin embargo, Inglaterra se arrastró como pudo hasta colocarse de nuevo en una final, y Southgate volvió a provocar entre los aficionados un subidón destinado a desinflarse. Auge, caída, auge y de nuevo caída de un entusiasmo nacional.
“Gareth, quiero darte las gracias personalmente. No como presidente de la Asociación de Fútbol [la federación inglesa] sino como aficionado inglés”, ha escrito en X (antes Twitter) el príncipe de Gales, Guillermo de Inglaterra, al conocer la renuncia de Southgate. “Gracias por crear un equipo que se ha enfrentado y ha estado al nivel de los mejores jugadores en 2024. Gracias por mostrar humildad, compasión y verdadero liderazgo bajo el escrutinio y la presión más intensa. Y gracias por demostrar tanta elegancia. Debes estar profundamente orgulloso de lo que has logrado”, ha añadido el heredero al trono del Reino Unido.
El hombre que asumía su responsabilidad
Los jugadores que compartieron vestuario con Southgate a su paso por el Crystal Palace o el Aston Villa recuerdan a un líder dispuesto siempre a dar un paso adelante y asumir su responsabilidad en los momentos difíciles. Su decisión de tirar el sexto penalti en la tanda contra Alemania, en 1996, cuando el resto de compañeros miraban para el suelo o silbaban, demostró fortaleza de carácter, pero la torpeza con que dirigió el balón, casi con ternura, a las manos del portero alemán, fue letal. El “incidente”, como lo llamó Southgate durante años, fue la prueba definitiva de la crueldad con que la afición inglesa castiga a quien defrauda sus expectativas, cuando tiene la victoria al alcance de sus dedos.
Durante sus años como seleccionador ha sido capaz de ganar el respeto de los jugadores. El modo en que dio la cara por Rashford, Saka y Sancho en 2021, después de que fallaran sus penaltis en la final de Wembley contra Italia y sufrieran todo tipo de abusos racistas en las redes sociales, fue toda una lección de elegancia. El entonces primer ministro, Boris Johnson, en una nueva lección de oportunismo, acabó por evitar el nombramiento de Southgate como caballero -Sir Gareth Southagate- que todo el mundo, hasta él mismo, había reclamado antes de la derrota. Tres años después, a pesar de la controversia creada por el modo de jugar de Inglaterra, todo sugiere que el ya ex seleccionador nacional acabará añadiendo el Sir a su tarjeta de presentación.
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