“Hacerse viejo de repente”: el túnel más oscuro para un deportista
El colegiado de la Liga Endesa Benjamín Jiménez regresó a la élite tras superar una grave lesión gracias a la ayuda de Mikel Sánchez, el traumatólogo que ha devuelto a la competición a estrellas como el base Jayson Granger o el centrocampista Santi Cazorla. Su experiencia es un ejemplo inspirador de cómo sobreponerse a la adversidad
Tras una lesión grave, alguien que no logra reunir la motivación suficiente para recuperar el nivel físico previo —un camino largo, sin atajos— “se hace viejo de repente”. Son palabras de Mikel Sánchez, una eminencia de la traumatología, el doctor que, cuando parecían casos perdidos, recuperó para la alta competición a deportistas como el centrocampista Santi Cazorla o el base uruguayo, histórico de la Liga Endesa, Jayson Granger. Una enseñanza que, advierte Sánchez, sirve idénticamente para el ciudadano común. El que se rinde “entra en una espiral de abandono y degeneración progresiva”, comenta. Se necesita tesón para recuperarse, un esfuerzo denodado, horas de dedicación. Hace falta un motivo al que aferrarse, una “chispita”, como la que iluminó en lo más oscuro el camino de Benjamín Jiménez (Puerto Real, 1976), árbitro y paciente de Sánchez que, para el cirujano, encarna el ejemplo perfecto, la inspiración para el que se vea en ese trance. ¿Qué tienen ambos que enseñarnos?
Después de la final de la última Copa del Rey de baloncesto, en febrero, a Jiménez, colegiado principal del partido, se le saltaron las lágrimas mientras corría a abrazarse con sus compañeros. Era el colofón a una odisea tortuosa que le alejó durante muchos meses de las canchas. El final feliz que apenas si pudo soñar. “Aquel día sentí que se cerraba un ciclo”, confiesa. “Porque había llegado a creer que no podría volver a caminar sin sentir un dolor lacerante y, sin embargo, ¡había vuelto a mi máximo nivel en el escenario más grande: pitando en la Liga Endesa y dirigiendo el duelo decisivo del torneo copero!”.
Consagrado al arbitraje de básquet desde los 13 años, las lesiones habían estado a punto de zancadillear la carrera de alguien que sería incapaz de entender su día a día sin deporte (ha competido en tenis de mesa y ahora está enganchado con el golf). En 2010, cuando su silbato resonaba ya en todas las canchas de la Liga Endesa, comenzó la tortura. Una protuberancia en el calcáneo, el hueso del talón, le lastimaba el tendón de Aquiles. La fisioterapia y las plantillas no bastaron y se sometió a una primera artroscopia.
Una intervención que sirvió para mantenerlo al pie del cañón jornada tras jornada hasta 2018. Durante un partido de pretemporada, en Granada, —”no logro olvidarme de aquel día”, suspira Jiménez al teléfono— regresaron las punzadas. Ni los antinflamatorios ni los corticoides surtieron efecto así que, entrada ya la primavera de 2019, le propusieron una nueva cirugía. “Pero esta vez el dolor no desapareció en ningún instante después de la operación. Algo me olía mal”. No obstante, siguió pitando, se empecinó, hasta que apenas era capaz de apoyar el pie. Entonces fue cuando acudió en la búsqueda del doctor Mikel Sánchez. “Llegué a Vitoria, a su clínica, y me preguntó: ‘¿Podrías quedarte mañana? Vamos a empezar con infiltraciones intraóseas. A los cuatro meses todo parecía ir bien y, mientras trotaba con suavidad, noté un chasquido.”
El momento de la verdad (y sus inacabables baches)
El tendón se había roto en dos puntos, tenía que operarse pero, en el medio, había estallado la pandemia. El 22 de mayo —”lo recuerdo porque es el cumpleaños de mi mujer”— de 2020, recién levantadas las primeras restricciones del confinamiento, Jiménez regresó cojeando ostensiblemente a la Unidad de Cirugía Artroscópica de Mikel Sánchez, a Vitoria, desde su Puerto Real natal y entró en quirófano. Y, aunque la cirugía fue bien, las complicaciones no cesaron. En julio, probándose ya, apoyando el pie sin la bota de inmovilización, comprobó cómo se le amorataba. Lo tocó y la piel ardía. “Se me había vuelto a romper el tendón por otro sitio”. “Ahí”, confiesa, sintió el golpe más duro. “Pensé en la retirada. ¿Cuántas veces más tendría que empezar de cero para nada?”.
Los consejos del árbitro Benjamín Jiménez para superar una lesión
- Póngase metas realistas. No se plantee imposibles. Una lesión grave siempre tiene secuelas con las que uno debe aprender a convivir sin que resulten limitantes.
- No tenga miedo a aprender todo de nuevo. Seguramente tenga que adaptarse a una nueva pisada o a gestos que daba por hechos. Pero merecerá la pena.
- Manténgase activo. Además del baloncesto, yo practico golf, todos los deportes de raqueta, entrenamiento funcional…
Jiménez no desistió. El cirujano, con el maletero cargado y rumbo a su destino de vacaciones, recibió la noticia del enésimo percance del árbitro y dio media vuelta y lo operó de nuevo —cuarta intervención—. Tuvo que restituirle cinco centímetros del tendón. Y, en esta ocasión, le pidió a Jiménez que continuara toda la recuperación en Vitoria, con su equipo. “Me alquilé un piso. De lunes a viernes me dedicaba por entero a la fisioterapia y el ejercicio para recuperarme, y los fines de semana volvía a Cádiz para estar con mi familia. Así durante meses”. Un sacrificio que por fin tuvo su recompensa. Cuando la temporada siguiente, en septiembre, se sometió a las pruebas físicas para regresar al arbitraje y las pasó sin trabas —y sin dolores— se emocionó: “Me dije: ‘ya está, por fin voy a regresar al baloncesto”.
Lo que de verdad importa
Una máquina de isocinéticos posibilitaba que Jiménez no forzara con los ejercicios de recuperación: ganaría movilidad sin riesgo de excederse y recaer; los primeros trotes los pudo realizar en una máquina antigravedad que le permitía correr con apenas el 10% de su peso e ir aumentando esa carga, milimétricamente calculada, de forma progresiva. Unas innovaciones tecnológicas que, sin duda, son una ayuda, pero que afirma Mikel Sánchez que apenas son más que eso: una asistencia auxiliar, en absoluto la razón que dirime el éxito o el fracaso para sobreponerse a una lesión de tal magnitud. “Santi Cazorla quería volver a jugar al fútbol por encima de todas las cosas, creía en sus posibilidades más aún que yo, y echó horas y, poco a poco, fue borrando cualquier límite y recuperó una forma excelente. Benjamín Jiménez, con más edad, hizo exactamente lo mismo. Pero es que también puedo contar casos de amas de casa que con rodillas destrozadas han vuelto a esquiar trabajando su recuperación solas en el gimnasio”, aduce Sánchez.
Factores que influyen en la recuperación de una lesión, según el doctor Mikel Sánchez
- La mentalidad del paciente. Una persona tenaz y activa tiene más probabilidades de éxito.
- La capacidad biológica. La condición física de cada cuerpo es distinta. Un deportista de élite normalmente se recuperará más rápido y recobrará un nivel físico mayor.
- Medicina y fisioterapia. Cuanto mejor sea el trabajo médico y de recuperación, más fácil será obtener una completa recuperación.
“Una brillantísima cirugía sin el esfuerzo riguroso por parte del paciente durante la rehabilitación probablemente acabe regular; sin embargo, un trabajo médico más corriente que cuente con el empeño escrupuloso del paciente después del quirófano, no solo recuperándose sino manteniéndose activo y en forma, estoy seguro de que tendrá final feliz. Hay convencer a todo aquel que decida someterse a una cirugía de lo que supone: tiene que adquirir un compromiso. Debe hacer todo lo que esté en su mano para recuperar el nivel físico que tenía antes porque, si no, ¿para qué se opera? Lucha hasta el final”. Palabra de Mikel Sánchez, palabra de un sabio como pocos hay en su materia.
Una emoción vacilante
Sin motivación no se alcanza la meta pero, como cualquier otra emoción, la motivación no es estable: fluctúa, y uno no debe castigarse cuando se siente impotente. A Benjamín Jiménez se lo enseñó una psicóloga, Lara Jiménez (“¡No hay parentesco, tan solo la coincidencia de un apellido demasiado común!”, dice entre risas al teléfono la abulense). Con ella tenía sesiones semanales, que consistían no en tratar de mantenerse perpetuamente motivado —eso es imposible, por mucho que anduviera por ahí el gusanillo del árbitro por volver al parqué— sino en armarse de herramientas para no rendirse. “Los ingredientes principales para caminar una senda así de larga y con tantos altibajos son el compromiso y la flexibilidad para adaptarse a la circunstancia variable; y los enemigos más comunes, esa rigidez cognitiva que te obliga a pensar que si algo ha ido mal es que el proceso no tiene arreglo o, peor, el anhelo de una solución mágica y repentina, sin asumir cada paso”.
Lara fue capaz de ponerse en la piel de Benjamín. Al fin y al cabo, ella también es aficionada al baloncesto —y también juega en un equipo sénior de Ávila y arbitra—, y, de esa manera, no le fue difícil convencerle de que cuerpo y mente son una sola cosa y, por tanto, de que la psicología ayudaría también en su completa recuperación física.
Benjamín Jiménez va a cumplir 47 años, una vida entera en torno al baloncesto. Su padre fue jugador: “Me iba los sábados a jugar las pachangas que organizaba con sus amigos; y cuando me hice mayor, fui yo quien las organizaba e invitaba a mi padre a jugar con mis colegas”. Esa emoción sigue acompañándolo cuando arbitra, después de más de tres décadas de profesión. No lo abandona. Y, sin ese sentimiento, su maltrecho pie le habría ganado la partida a la canasta.
#LoInteligenteEsSeguir
Un estilo de vida activo es una cuestión de salud y el baloncesto puede ser una herramienta fundamental en esa lucha. Así lo atestiguan las decenas de historias a las que ha dado voz Endesa, desde una catedrática de Fisiología —y exjugadora— como Raquel Marín, que advierte sobre los beneficios cognitivos de practicar básquet, hasta una eminencia de la traumatología como Mikel Sánchez.