La marcha de las aficiones, desde dentro: el momento básquet que nunca más vas a querer perderte

Miles de aficionados al baloncesto se marcan cada año en su agenda la fase final de la Copa y acuden aunque su equipo no se clasifique. ¿El secreto? Gozar del reencuentro anual con rivales con los que compartir pasión y valores

Seguidores de varios clubes de la Liga Endesa el pasado sábado durante la marcha de las aficiones en la fase final de la Copa del Rey de baloncesto. Foto: Cristóbal Castro
Seguidores de varios clubes de la Liga Endesa el pasado sábado durante la marcha de las aficiones en la fase final de la Copa del Rey de baloncesto. Foto: Cristóbal CastroCRISTÓBAL CASTRO

Daniel Górriz e Itziar Bravo se detienen delante de una de las canchas de 3x3 instaladas en la rambla del Gorg de Badalona, al noreste de Barcelona. Observan a un par de chavales riéndose tras marrar un lanzamiento a canasta. Ambos han acudido un año más a un acontecimiento que fue clave en su vida como pareja. “Nos conocimos hace ocho años en un partido de la fase final de la Copa de baloncesto entre nuestros equipos y desde entonces no faltamos a ninguna”, cuenta el joven badalonés de 27 años. Viste una camiseta verde y negra del Club Joventut Badalona. Bravo, madrileña de 26 años y ya residente en Badalona por amor, lleva una elástica blanca, señal de su afición por el Real Madrid. “Lo que se vive aquí es incomparable a cualquier deporte, somos una familia”, explica Górriz. En un mismo espacio, miles de aficionados de equipos diferentes confraternizan en plena armonía. Desfilan y celebran juntos; intercambian camisetas, bufandas y banderas y, sobre todo, disfrutan del deporte en absoluta comunión. Es el misterio del pegamento que une a los fans del baloncesto, una mezcla única de celebración, gozo y valores compartidos más allá de banderas y de camisetas.

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La fiesta grande de las aficiones volvió el pasado fin de semana a Badalona 38 años después. Desde 1985 no se celebraba allí la Copa. Y eso que la ciudad “respira baloncesto por los cuatro costados”, afirma Górriz. El sábado desfiló por la ciudad un tropel de seguidores de los ocho clubes de la Liga Endesa clasificados. A ellos se unió un amplio número de aficionados venidos de muchos rincones de España, incluso aunque sus equipos no accediesen a la fase final del torneo. El pegamento también funciona con los no clasificados.

“Es una experiencia increíble”, dice Marta Catalán. Vitoria, Málaga o Madrid son algunas de las sedes coperas que ha visitado con anterioridad esta vecina de Badalona, de 55 años. “He ido muchas veces y todo el mundo es muy respetuoso. Cualquier aficionado es bienvenido”. Su pasión por el baloncesto se remonta a su adolescencia. Entre los 13 y los 17 años jugó en el equipo femenino de La Penya, como se conoce al Joventut. Más tarde, entrenó durante más de 20 años a conjuntos locales de categorías inferiores. Ese fervor se lo inculcó más tarde a sus dos hijos adolescentes. “Para nosotros el baloncesto es una manera de vivir, vemos muchos partidos juntos cada fin de semana, es una forma de unir a la familia”, afirma.

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La última vez que la Copa se disputó en Badalona, Toni Navarro tenía dos años. Ahora, con 40, lleva toda la vida como socio de La Penya. “Este torneo es brutal, es una fiesta de todas las aficiones juntas. Ya nos tocaba a los badaloneses poder disfrutarla…”, dice. Él lo hace junto a su mujer, Belén Díaz, de 41 años. Sin embargo, ella viste una elástica celeste que revela su origen gallego. Nació en Lugo y es seguidora del CB Breogán por familia, y socia del Joventut por amor. Coincide con su marido en que el certamen es un evento especial. “Nos hemos encontrado a gente sin entrada que viene solo para disfrutar de todo esto. Yo creo que la mayoría está contenta porque al final se trata de eso: hacer comunión con el resto de aficionados”, valora. “Soy catalán, ella es gallega, hemos estado con muchos de Canarias, de Andalucía… al final la Copa, como el baloncesto, transmiten mezcla de culturas”, apostilla Navarro.

La suya es una opinión extendida entre los que van sumándose al evento. Vicente Alellón, agricultor canario de 56 años, encabeza la marcha de su familia. Lleva una peluca amarilla y negra y alas de plástico simulando las de una abeja. Son hinchas del Lenovo Tenerife, finalista de la Copa del Rey 2023, y es la quinta vez que acuden a una fase final copera. “El ambiente es siempre impresionante. Todo el que viene repite, pero tienes que presenciarlo para entenderlo”, cuenta.

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Para Juan Carlos Rey, madrileño de 40 años, esta edición fue la décima fase final a la que asiste. “Me parece maravilloso cómo confluyen tantas aficiones sin problemas, es un acontecimiento único, un formato que ojalá cualquier deporte pudiera copiar”, explica este seguidor del Real Madrid. Recomienda a cualquier persona, “independientemente de que le guste o no el baloncesto”, ir al evento al menos una vez. Maribel Pedrosa, jubilada de 67 años, lleva más de 50 como socia del Cazoo Baskonia. Ha ido “a tantas Copas” que no sabe decir el número exacto. “Todas las que hemos jugado, y el ambiente es de fábula, te diría que cada vez mejor”, precisa.

Año tras año, la afición del conjunto vitoriano es la principal responsable de animar el ambiente gracias a la txaranga Biotzatarrak, la agrupación musical que creó la característica kalejira -desfile, en euskera- en la Copa que se disputó en Las Palmas de Gran Canaria en 2015. Sus fanfarrias significan el comienzo del desfile con el que van recogiendo al resto de aficiones hasta que juntas conforman un todo. Andoni Duque, ingeniero de 53 años y uno de los miembros más veteranos de la Biotzatarrak, recuerda cómo surgió la idea. “Aquel año, el Baskonia ni siquiera estaba clasificado y solo fuimos cinco de la txaranga a Canarias. A uno de nosotros, Válter, se le ocurrió la idea de empezar a tocar para demostrar que el equipo sí estaba presente en el torneo, aunque no jugara. Y desde ahí hasta ahora”. El nombre de la orquesta es un homenaje a sus integrantes. “Biotza significa corazón en euskera, un guiño al colegio Corazonistas de Vitoria, donde nacimos, como digo yo, la mayoría de los miembros”, explica Duque, que solo se ha perdido “dos o tres Copas” desde su debut en 1992.

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El baloncesto fue el gran nexo de unión durante el encuentro entre aficiones, pero no el único. La cultura es también una parte transversal del evento. Para unir baloncesto y música, Endesa atrajo a artistas como el reconocido diyey español DJ Nano o el cantautor argentino Coti para reforzar el ambiente de confraternización callejera durante todo el fin de semana. También hubo espacio para homenajear a la identidad catalana con la actuación de la asociación Castellers de Badalona. Sus espectáculos consisten en realizar torres humanas, los castells, que en ocasiones pueden superar los diez metros de altura. Carles Llombart, cap de colla de la agrupación –algo así como el jefe del equipo– que este año cumple su vigésimoquinto aniversario, agradeció la apuesta de la Liga Endesa. “Ya habíamos trabajado con el Joventut y creo que les atrajo la idea. La cultura es algo que une a la gente y es fundamental para que aquí el ambiente sea tan sano”, explica Llombart.

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Para un amplio número de aficionados, la fase final ensalza los valores que transmite el deporte. En la práctica, da igual a quién se le pregunte o de dónde venga. Para Nayra Sosa, de 25 años y seguidora del Lenovo Tenerife, el “secreto” de la Copa es que “no hay rivalidad fuera de la cancha”; su amiga Yael Carrer, asturiana de 25 años y también seguidora del club canario, ve el encuentro de aficiones como “una fiesta donde todo el mundo viene a pasárselo bien”. A Daniel Pinés, de 35 años y seguidor del Barça –incluso llegó a jugar de base en la cantera del club durante dos años– lo que más le gusta del evento es que “va, sobre todo, de amistad y de compañerismo”. Ignacio Martínez, abogado de 29 años y seguidor del Unicaja -ganador de la Copa 2023- resalta el “esfuerzo” y “el apoyo al perdedor” como fundamentales del evento. “La gente del Joventut se quedó a gritar ‘Baskonia, Baskonia’ después de eliminarles, esto es una maravilla, la magia del baloncesto”, dice.

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El encuentro entre aficiones es, además, un punto de reencuentro. No solo para aficionados; también para la plantilla de voluntarios que participan en el evento. Daniel González, barcelonés de 24 años, se estrenó en 2019 y sumó este año su cuarto voluntariado. “Terminas compartiendo tan buenos ratos con los compañeros que quieres repetir la experiencia. Tenemos un grupo de WhatsApp con voluntarios de otros años y mantenemos el contacto. El año pasado, por ejemplo, me vino a recoger a Barcelona una compañera desde Valencia para ir juntos a la Copa que se jugó en Granada”, recuerda. Icíar García, madrileña de 26 años cuya tarea se centró en subir contenido a las redes sociales de la Liga Endesa, vivió su segunda experiencia copera. “Lo mejor es que tienes casa por toda España”, bromea. “Al final conoces a tanta gente que lo único que quieres es volver a coincidir con ellos. A todos nos une el amor por el baloncesto”.

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12 años promoviendo valores

Endesa lleva 12 años apoyando al baloncesto nacional, desde las grandes estrellas hasta el deporte de base pasando por todas las selecciones nacionales. Lo hace también a través de proyectos de mejora social como Basket Girlz o como Liga Endesa de Corazón, una iniciativa que busca promover valores como el compañerismo y la solidaridad a través de proyectos nacidos de la propia comunidad del baloncesto. Además, la compañía ha apostado por sumar al deporte de la canasta su apuesta por la música sumando dos mundos que en palabras del rockero argentino Coti, “son la expresión de lo mejor de nuestras pueblos sociedades. Es hermoso ver cómose hermanan y cómo mejoran nuestras vidas”.

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