Derribar barreras: el nuevo reto de un campeón del mundo
Berni Rodríguez, una leyenda del baloncesto español, ha creado junto a su padre SuperBasket, una categoría para personas con discapacidad por trastorno cognitivo en la que ya participan 70 jugadores de su academia. Ahora busca más. Esta iniciativa fue premio Liga Endesa de Corazón en 2021, que abre ahora las inscripciones de su nueva edición solidaria
Después de haberse proclamado campeón del mundo en 2006, de que su club de toda la vida le retirase la camiseta como la leyenda que es, ¿qué retos pendientes podían quedarle a Berni Rodríguez con la canasta? El escolta malagueño había ido fraguando una respuesta, tan emocional como comprometida, a esa pregunta y en 2019 decidió intentar concretarla: se propuso trabajar codo a codo con su padre, entrenador de cantera con cuatro décadas de experiencia para fundar una academia basada en una metodología que aúna lo social, lo formativo y lo deportivo y con vocación de acercar y hacer comprensible este deporte a niños en edades tempranas (desde los tres años).
Pero, sobre todo, de ofrecer baloncesto como lugar de aprendizaje y de pertenencia a jóvenes con diversidad funcional por trastornos cognitivos: “Son gente que se pasa la vida recibiendo etiquetas que, en la práctica, funcionan como una limitación: espectro autista, síndrome de Down… Nosotros se las quitamos todas y creamos para ellos una categoría: el SuperBasket”, afirma orgulloso Rodríguez, que ha visto como sus pupilos disputaban un partido en el Martín Carpena, hogar del Unicaja de Málaga, o como curso a curso ha crecido la demanda. 70 de los 170 jugadores de la Academia 675 de Berni pertenecen ya a esta categoría, una iniciativa que ha tenido eco en todo el panorama nacional.
El proyecto llamó la atención del jurado que lo escogió como una de las cinco mejores de las 170 iniciativas solidarias que se presentaron a la llamada de acción social promovida por Endesa y acb. Con el inicio de temporada, el proyecto vuelve a la carga para recoger todas las ideas que, como la de Bernie, están ahí, en la comunidad de baloncesto, esperando un empujón. Para participar, las nuevas ideas tienen hasta el 18 de octubre para rellenar los formularios que se encuentran en la página web de Liga Endesa de Corazón.
En el caso de la ya reconocida Academia 675, sus jugadores no sólo tienen un beneficio físico, que, como indica Rodríguez, sería ya una razón de peso porque hacen ejercicio y mejoran su salud. Además, “hay una evolución en todos los aspectos, las familias nos cuentan lo que ocurre en casa alucinadas”. No están acostumbrados a practicar deportes colectivos porque, en buena medida, apenas disponen de opciones y, con las que suele haber a su alcance, progenitores y tutores no pueden evitar el temor a las imprevisibles consecuencias de involucrar a sus hijos con otra veintena de jóvenes. No aquí. En esta academia, en la que los equipos de SuperBasket entrenan martes y jueves divididos en ocho grupos distintos, según edad, nivel y físico, justo en la convivencia encuentran el mayor provecho posible para su desarrollo: valores como el trabajo en equipo y el sacrificio por el compañero y, como resalta Rodríguez, eso que fue tan importante para todos en nuestra adolescencia, “sentimiento de pertenencia”. “Aquí, todos los técnicos y entrenadores poseen el conocimiento acreditado para trabajar con personas con diversidad funcional. Los jugadores están siempre asistidos por profesionales a los que, si lo necesitan, nosotros mismos les proporcionamos la formación baloncestística para que se unan a nuestra causa.”
Una metodología inteligente
Dice Rodríguez que el básquet formativo de competición consiste en “un salvaje proceso de selección natural: aquellos que reúnen las condiciones físicas y parecen despuntar continúan”. El que llega, el que termina convirtiéndose como Berni Rodríguez en una estrella del parqué, es uno entre un millón. Su padre, maestro “de toda la vida” y, por vocación, un estudioso de todos los avances en cuestiones cognitivas y pedagógicas, creía que debía haber otra manera. Juntos, Rodríguez —que empezó a jugar con nueve años— y él idearon un método para acercar el baloncesto antes a los niños, desde los tres o cuatro años. Una fórmula para que, a la vez que se les enseñen fundamentos técnicos como el pase, el tiro o el bote con la mano menos dominante, se les estimule la mente. “Buscamos espolear su curiosidad y su capacidad de comprensión. Que entiendan las normas, las señales, los cambios de rol defensa ataque. Además, queremos inculcarles una serie de valores, que empiezan por cuestiones como la puntualidad y el compromiso en los entrenamientos, sean jugadores inteligentes, porque todos estos elementos sí van a ser de ayuda fuera de la pista al que no se dedique a esto”, explica Rodríguez. Pues bien, esa misma metodología es la que han sido capaces de adaptar al SuperBasket y una de las razones de la eufórica acogida de su proyecto en el entorno de Málaga.
Ni un niño sin baloncesto
Rodríguez, sin el estímulo que supusieron Manuel Escobar y su hija Marina, tal vez no habría dado forma a su Academia 675 —llamada así por la distancia que va desde la línea de triple al aro, en un guiño a ese triple propósito del proyecto— y, sin embargo, afirma con rotundidad que “cualquier club que abra divisiones de SuperBasket en su cantera no se arrepentirá y no parará de empujar para que crezcan”. Las satisfacciones, dice, son inconmensurables. Y si ya la temporada pasada ya fueron uno de los ganadores del galardón Liga Endesa de Corazón por ayudar a transformar la sociedad con el baloncesto como herramienta. para esta 2022/23 Berni Rodríguez se ha marcado un objetivo: “Queremos crear la web SuperBasket Lover con el apoyo de Endesa, situar en un mapa todos los clubes, asociaciones o equipos de baloncesto en los que las personas con diversidad funcional por trastornos cognitivos puedan entrenar”. “Ni un niño sin jugar”, exclama.
La nueva temporada Endesa de Corazón
El último año Endesa y la acb recibieron 170 propuestas, de las que salieron las cinco finalistas. Esta temporada, en la que según Ignacio Asensi, responsable de Patrocinios de Endesa, esperan llegar aún más lejos y que la recepción supere esa cifra, un comité de expertos preseleccionará las 20 historias candidatas a repartirse esos 15.000 euros de premio que los finalistas reciben para hacer realidad sus sueños. ¿Y qué clases de historias se buscan? Economía circular, acción social o medioambiental... cualquiera, en definitiva, que reúna dos requisitos: que el baloncesto sea el actor esencial y que promueva un cambio positivo en la sociedad.
“Los clubes y los jugadores, como ha ocurrido con anterioridad, jugarán un papel clave”, advierte Asensi. Han donado material deportivo emblemático y con mucho significado que se sorteará no solo entre los participantes, sino entre aquellos que voten las mejores historias de corazón. Entre las posibles sorpresas con que los galardonados se verán recompensados habrá experiencias que, indica Asensi, “pondrán en contacto a las estrellas con los aficionados”. “Hemos comprobado cómo la exposición que consiguen a través del básquet les facilita tejer redes que, en última instancia, ayudan a que obtengan un impulso económico”, explica Asensi, que destaca que, detrás de todos estos proyectos y de los clubes de baloncesto que se vinculan a ellos, “siempre hay personas excelentes con muchas ganas de hacer, crear y mejorar”. Pone un ejemplo: Carlos Martínez, de Ecoballution. Tras el empujón del programa tiene incluso tiendas de distribución para sus redes de pesca recicladas y convertidas en redes de canasta. “Liga Endesa de Corazón es la primera chispa hacia el cambio”.
Un distintivo en la camiseta
También los jugadores están invitados a mostrar su compromiso social. Y obtendrán una preciosa recompensa de índole simbólica por ello: el que reciba más votos, aquel que a criterio de compañeros y aficionados haya incidido de manera más decisiva en propulsar un cambio positivo en la sociedad, competirá la temporada siguiente luciendo un parche en su camiseta que lo acredita como el jugador Endesa Corazón del curso. Una distinción de la que seguro que Berni Rodríguez estaría tan orgulloso como del brazalete de capitán que lució en Unicaja durante 13 años o como el oro que colgó de su pecho tras el Mundial de Japón de 2006.