La cuchara de Onuaku y el misterio de los tiros libres
El peculiar estilo del pívot del Joventut rescata el debate sobre la eficacia y la estética de este tipo de lanzamientos
Los tiros libres son un misterio. El tiempo se congela en ese instante único del baloncesto en que el lanzador se encuentra solo, a 4,60 metros de la canasta, sin que ningún defensor se le acerque y con todos los ojos encima. Y sin embargo, lo que podría parecer el lanzamiento más sencillo se convierte a veces en una tortura. No son pocos los jugadores de élite que han tropezado en sus carreras en los tiros de un punto, ni pocos los partidos y títulos que se han decidido en esta suerte. De ahí que cualquier fórmula para mejorar los porcentajes sea bienvenida. Desde una rutina psicológica como botar cierto número de veces el balón hasta emplear una técnica diferente al estilo tradicional. El tiro de cuchara, por ejemplo, o underhand, que consiste en impulsar el balón desde abajo y entre las piernas, para alcanzar el aro desde la parte inferior en lugar de aterrizar desde lo alto. Un mecanismo como el que utilizan los niños que no tienen fuerza para llegar al objetivo, pero que emplean también unos pocos profesionales. Es el caso de Chinanu Onuaku, pívot estadounidense de origen nigeriano del Joventut de Badalona, de 2,08m y 26 años.
La liturgia previa es la habitual. Hasta que Onuaku baja la pelota, la prende por arriba y dejar caer un globo. Así ha anotado ocho de los 14 tiros libres que ha lanzado esta temporada (57% de acierto) en la ACB —17 de 17 suma el también verdinegro Guillem Vives—. Onuaku aterrizó en la Penya este verano después de un periplo por Corea del Sur, Croacia, Israel e Italia y tras ser elegido en el puesto 37 del draft de la NBA de 2016 por Houston Rockets. En la meca estadounidense solo jugó seis partidos (convirtió los cuatro tiros libres que lanzó) y se fogueó en la Liga de desarrollo, donde elevó su media desde esa posición hasta el 76%. El cambio lo había consumado en su etapa universitaria en los Cardinals de Louisville. Su entrenador, Rick Pitino, le convenció de modificar su manera de lanzar y el chico pasó de un 47% a un 59% de una temporada a otra. El truco que usó el técnico fue enseñarle vídeos de Rick Barry.
Años setenta en la NBA. Rick Barry, alero que pasó por Nueva York, Golden State y Houston, asombra tanto por su estilo de cuchara como por su eficacia. Alcanzó el 94,7% de acierto con los Rockets en la temporada 1978-79, uno de los seis cursos, cinco seguidos, en los que fue el número uno en porcentaje de conversión de tiros libres en la Liga. Con ese peculiar mecanismo, Barry se retiró con un 90% de bingos, el cuarto en toda la historia de la NBA por detrás de Stephen Curry (90,8), Steve Nash (90,4) y Mick Price (90,3). “Es un tiro mucho más efectivo. Tiene un plano mucho más suave. Es un movimiento fluido y no un montón de movimientos diferentes que tienes que hacer”, explicaba el tirador, uno de cuyos hijos, Scooter, pasó brevemente por el Baskonia (1992-93) y el Tenerife (2004-05) en la ACB.
Un mito como Wilt Chamberlain utilizó esa táctica en 1961-62, y fue la única campaña en que superó el 60% en sus 15 años en la NBA, pero regresó al modo tradicional. Pese a que puede mejorar el rendimiento, muchos jugadores descartan este estilo por su rareza estética y su aire infantil.
“Es el tiro que debería ser el más fácil y automático, sin defensa, estando parado… Pero tiene mucho de cabeza”, argumenta una eminencia en la materia, José Manuel Calderón. El base español cerró su carrera en la NBA con un 87,3% de acierto en los libres, y disparó el registro hasta un 98,1% en 2008-09 con Toronto, el mejor porcentaje de anotación jamás alcanzado por un jugador en la Liga en un curso. Calderón convirtió 151 de los 154 tiros lanzados; 87 consecutivos, a 10 del récord absoluto en una temporada regular, de Michael Williams en 1993 con Minnesota. “Se trata de coger una rutina, no pensar en cómo va el partido, si es el primer cuarto o el último, si vas perdiendo o ganando… Ahí está la complicación y el problema de muchos tiradores, que no te puedes evadir de eso”, añade Calderón; “el tiro de Onuaku llama la atención porque todo el mundo lo hace al contrario, pero aunque no sea la mecánica que todos usan puede ser muy bueno. Él se encuentra cómodo con ese lanzamiento, es el que puede entrenar sin ningún problema porque siempre es el mismo y al final es una cuestión de puntería y de práctica, repetir, repetir y repetir. Lo que importa es que el balón entre”. Ahí está el misterio.
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