_
_
_
_

Maude Mathys, referente de las carreras de montaña: “Me gusta sufrir, es una manera de sentirte viva”

La suiza regresa con fuerza tras una larga lesión y domina el Ultra Trail a los 37 años como hiciera después de sus embarazos

Maude Mathys
Maude Mathys, en el momento de ganar en Kobe.colin olivero

Maude Mathys se pasó la adolescencia atada a las pistas de atletismo, mirando por los cristales las enormes montañas suizas sin saber que un día las conquistaría corriendo. “Lo veía como algo maravilloso mientras yo estaba encerrada siempre en el mismo sitio. Cuando empecé a correr, me sentí libre porque por fin podía ir donde quería”, reconoce. Y no paró de viajar. Lo dice casi dos décadas después, con 37 años, mientras apura el bol de leche de maíz, su debilidad en su periplo chino por Sichuan, donde corre la segunda gran prueba del año. Porque aquel espíritu enjaulado que buscó la felicidad en cada disciplina del atletismo sigue sumando sellos al pasaporte. Y ganando a veinteañeras, como hizo en Kobe (Japón), la primera cita de las Golden Trail, que ganó hace unas semanas. Un regreso triunfal tras un año apartada por una lesión en el tendón de Aquiles. Como hizo tras sus dos embarazos. Porque Maude siempre vuelve.

La nueva vida de Mathys empezó con un trote llano de media hora junto a su marido en ayunas. “Fue más fácil para él que para mí. Recuerdo ese momento, con una luz preciosa, todo el mundo durmiendo. Solo nosotros dos, corriendo y hablando”. Siguió en carreras populares, pero no tardó en conocer el trail y el esquí de montaña. “Descubrir nuevos lugares, sentirme libre. Me gusta el deporte de resistencia, me siento viva cuando corro, el latido de mi corazón, el sudor…”. En 2017 dejó las tablas y no dejó de ganar con las zapatillas, un palmarés que incluye monumentos como Pikes Peak, Marathon du Mont Blanc o Sierre Zinal, la catedral, la joya de la corona para cualquier suizo.

Con los años aún no tiene una respuesta clara al papel del sufrimiento en su ecuación. “Creo que me gusta sufrir. No todos los días, pero es una manera de sentirte viva. No demasiado duro, solo un poco”, sonríe. Y resume la sensación de un buen entrenamiento: “Ha sido duro, pero el trabajo está hecho”. Con todo, hay carreras en las que esa dosis controlada se convierte en sobredosis. Y los años son una colección de ellas. “He aprendido que ninguna carrera está acabada antes de la meta. Recuerdo días en los que sufrí muchísimo y quería abandonar, me lo pedían los demonios. Y me decía a mí misma: ‘Vale, es un mal momento, pero quizás mejore’. He terminado feliz”. Y enumera podios.

Cada cual tiene su fórmula para seguir en carrera. “Pienso en todo el entrenamiento que he hecho, en mi familia esperándome en la meta. Y en que todo el mundo está sufriendo, no estás sola”. Se quitó de encima la presión del atletismo, recuperó la ilusión y se sorprendió a sí misma: “Yo corría para sentirme bien, nunca pensé que sería una ganadora”. Pero llegó el día de la primera victoria y se dijo a sí misma: “Has encontrado tu camino”.

Maude Mathys, durante la prueba de Japón en Kobe.
Maude Mathys, durante la prueba de Japón en Kobe.justin galant

Empezó una adicción a la victoria que no impidió su maternidad. “La primera vez fue una sorpresa y no tenía el nivel que tengo ahora. Así que puedo decir que mi carrera internacional empezó después de dar a luz”. Habla de una decisión sencilla que allanó el camino al segundo hijo. “Simplemente, me lo tomé como una pausa para recuperar mi cuerpo y mi cabeza. Estaba segura de que volvería. Y lo hice incluso mejor”. Una realidad para la que busca respuesta. “Un periodo así es muy bueno física y mentalmente. Durante el embarazo hice mucho volumen a intensidad baja de ciclismo, senderismo o esquí con cada vez más peso. El músculo crece y cuando no tienes ese peso, eres más fuerte”, razona.

Mathys ha convertido la necesidad en virtud. Entrena menos porque su agenda se lo pide. “Es cuestión de organización”. Bicicleta indoor y correr cuando los niños están en el colegio. Y porque no cree en sesiones largas: nunca corre más de tres horas. “La clave es entrenar menos, pero con calidad”. Su longevidad se complementa con la variedad; la mitad de sus sesiones son de ciclismo, un alivio para sus rodillas y su cabeza. Por eso su ambición no caduca ni en dos semanas alejada de su familia en Asia. “Echo de menos a mis hijos, pero es mi trabajo. Cuando lo paso mal, me digo: ‘Tómatelo como unas vacaciones’. Cuido de mí misma y no tengo que cocinar ni limpiar”, sonríe.

Su fórmula del éxito es una mezcla entre ego y generosidad: “Lo hago por mí, por demostrarme que puedo hacerlo. Que no estoy entrenándome todos los días para nada. Pero también por ellos porque no puedo permitir que su sacrificio sea en balde”. Su victoria en Kobe, la primera prueba de las Golden Trail Series —ganó la general del circuito en 2021 y 2022— dejó un mensaje: “He vuelto. Aunque sea mayor, estoy aquí”. Y hace el gesto de un globo que se deshincha para explicar cómo la presión, las dudas de los meses previos, desapareció de un plumazo. Aunque matiza que aún está al 80% de su mejor versión —los dolores siguen ahí—, domina a la nueva generación de veinteañeras. ¿Cómo es posible? “La experiencia. Son carreras largas, pueden pasar muchas cosas. Quizás fortaleza mental. Y el cuerpo no se olvida de todo ese entrenamiento durante tantos años”. Asume que su mejor versión ha quedado atrás, pero esa memoria le da batería para rato. “Seguiré hasta que mi cuerpo lo acepte. Mentalmente, quizás tres o cinco años. Lo mejor de mí ya ha pasado, pero puedo seguir cerca de mi mejor nivel, hacer mi trabajo. E incluso ganar”.

Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_