Cinco turistas mexicanos y un piloto nepalí mueren al estrellarse su helicóptero en el Everest
Las autoridades han recuperado los seis cuerpos en la zona, cerca de Likhu, donde se produjo el accidente del que se desconocen las causas
Cinco ciudadanos mexicanos y un piloto nepalí han muerto en un accidente de helicóptero en Nepal este martes. Los cuerpos ya han sido recuperados cerca de Likhu (al norte de Katmandú) pero se desconocen todavía las causas, según dijo a Reuters el responsable de aviación civil. Aseguró, asimismo, que el Gobierno establecería un comité de investigación para aclarar los motivos por los que se produjo el accidente mortal, el último de una larga serie en el Himalaya.
El helicóptero, de la compañía Manang Air, se estrelló cerca de Likhu. Manang Air es una de las muchas compañías que transportan turistas a los picos de las montañas de Nepal, incluido el Monte Everest (8.848 metros), la montaña más alta del mundo. “Fueron hallados seis cuerpos en el lugar del accidente”, declaró a AFP Gyanendra Bhul, de la autoridad de la aviación civil.
“Los cuerpos se han roto en pedazos”, explicó Sita Adhikari, un funcionario regional en el distrito de Solukhumbu, el lugar del accidente. “Más policías han sido enviados a la ubicación. Solo entonces sabremos los detalles”. Un portavoz de Manang Air, Raju Neupane, aseguró que el helicóptero despegó “con buen tiempo”. Y añadió: “El clima no era malo. Ahora no podemos decir qué causó el accidente. Habrá que investigarlo”.
La zona del Himalaya, donde muchas compañías vuelan a pequeños aeropuertos situados en remotas colinas y montañas, muchas veces envueltas en nubes y aisladas de las carreteras, tiene un largo historial de accidentes aéreos. En enero de este año, 71 personas murieron cuando un avión se estrelló cerca de la ciudad turística de Pokhara. Fue el peor accidente aéreo en tres décadas. La meteorología, muy cambiante en Nepal, también es un factor de riesgo importante, así como la falta de mantenimiento de las pistas y la escasa formación de los pilotos.
En el minúsculo aeródromo de Lukla, por ejemplo, los pilotos de las avionetas se referían al aterrizaje como control crash (control de choque, como si supiesen que resultaba más fácil estrellarse que aterrizar) y reían a carcajadas cuando los turistas gritaban aterrados mientras el aparato saltaba enloquecido, las ruedas deshinchadas a propósito, por la pista empinada de grava gruesa. El despegue no resultaba mucho más tranquilizador: el aparato se lanzaba pista abajo y esta moría en un cortado, un abismo que abrazaba tirando de los mandos frenéticamente antes de remontar en el último instante.
La estampa era una foto fija de los riesgos de volar en Nepal, donde los accidentes aéreos son alarmantemente frecuentes, un país que ha sido objeto de reiteradas sanciones internacionales por la falta de controles. La Unión Europea (UE) tiene vetado el acceso a su territorio de las aerolíneas nepalíes desde 2013. En febrero de 2019 murieron siete personas tras estrellarse un helicóptero, entre ellos el ministro nepalí de Turismo y Aviación Civil, Rabindra Adhikari. El accidente tuvo lugar apenas meses después de que otro helicóptero de la compañía Altitude Air se estrellase en una zona selvática en el distrito de Gorkha, en el norte de Nepal, causando la muerte de seis personas, incluido el piloto, mientras que una pasajera sobrevivió.
Lukla es la aldea desde la que los turistas inician su marcha de aproximación hasta el campo base del Everest en su vertiente sur o de Nepal, pero la reciente proliferación de helicópteros en la zona ha favorecido un tipo de turismo aún más cómodo: ¿para qué caminar varias jornadas si se puede contemplar el techo del planeta sin sudar, desde la ventanilla del helicóptero? En este contexto es en el que han fallecido este martes cinco turistas mexicanos y su piloto, un tipo de turismo que es una copia del que se realiza, por ejemplo, en los Alpes con las cimas locales de referencia como premio.
Nepal se enfrenta a un problema serio con el tráfico de helicópteros en las montañas, todos al servicio del turismo. En picos como el Everest, el Cho Oyu o el Manaslu, por citar solo los más representativos, el vuelo de estos aparatos es tan constante en temporada alta que hasta los propios habitantes de las aldeas de la zona sobrevolada se han quejado abiertamente ante las autoridades para que limiten su tráfico incesante. Los helicópteros llevan a los turistas que no quieren hacer el trekking de aproximación y los devuelven a la capital cuando acaban su faena, ya sea porque desean regresar lo antes posible a la civilización, o bien porque están heridos o agotados.
De hecho, es vox pópuli el fraude a las compañías aseguradoras: bajo pretexto médico, los alpinistas son rescatados sin que exista un motivo justificado, transportados a Katmandú, donde un médico conchabado con las agencias locales firma un parte médico que justifique el rescate. Los helicópteros también se usan para equipar los campos de altura, especialmente en el Everest, donde el tramo de la cascada del Khumbu, entre el campo base y el campo 1 es sumamente peligroso y expuesto a aludes. Con todo, el tráfico ha crecido de forma brutal y el Gobierno de Nepal, ávido de los ingresos por turismo, anuncia medidas de freno que nunca cumple.
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