El gran día de Djokovic, Ruud mediante
A sus 36 años, el serbio puede lograr su 23º grande y liderar por primera vez la gran carrera histórica si vence en la final al nórdico, derrotado el curso pasado por Nadal
En el Bois de Boulogne, terreno de tantos sinsabores para él, la historia llama definitivamente a Novak Djokovic, el hombre de los récords. Tiene a tiro ahora el más deseado, aquel que le moviliza y más le excita, aquel que le elevaría en términos históricos como el más grande entre los grandes. Igualado desde enero a 22 majors con Rafael Nadal, ambos por encima de Roger Federer, 20, el serbio no encuentra mayor motivación que la de distinguirse como el indiscutible líder numérico de todos los tiempos, e intentar cerrar así el eterno debate entre él y los otros dos compañeros de baile. Puede lograrlo esta tarde (15.00, Eurosport y DMAX), pero para ello tendrá que batir en el episodio final del torneo parisino al noruego Casper Ruud, el alumno perfecto, cansado ya de encajar golpes: dos grandes finales, otras tantas derrotas.
Está Nole ante la gran oportunidad, después de haberla dejado escapar hace dos años. Entonces, alineados los tres gigantes con 20 grandes, acudió al US Open con la opción de situarse por primera vez en lo más alto, pero perdió la final contra Daniil Medvedev y el español dio luego un acelerón, dos trofeos más a la hucha. Consiguió igualarle el balcánico en Wimbledon y atraparle en enero en Australia, 22-22, y ahora suspira por el 23, cifra dorada porque alcanzaría el registro de Serena Williams y quedaría a un solo peldaño de la australiana Margaret Court, la jugadora más exitosa. También quiere esa cabeza.
“La presión siempre está sobre mis hombros, así que esta vez no es diferente. Creo que es un privilegio. Confío en poder ofrecer mi mejor nivel y lo único que puedo adelantar es que voy a estar muy concentrado. Solo pienso en ganar, y en seguir escribiendo la historia de este deporte”, exponía después de rendir a Carlos Alcaraz, habiendo despachado así al favorito para alzar hoy la Copa de los Mosqueteros. Sin el español de por medio, asoma el pulcro Ruud, profesional aplicado y sin estridencias; un magnífico tenista de 24 años al que quizá le falta un punto de mala uva o de encrespar su carácter en los días señalados.
Se inclinó sin rechistar hace un año aquí, contra Nadal, y complicó en verano a Alcaraz en Nueva York, al que le arañó un parcial. Sin embargo, en su evolución se echa en falta un premio mayor que pueda darle alas —en su ficha no hay mejor recompensa que los ATP 250, cuarta categoría— y consolidar su ascensión, progresiva y silenciosa. “Va a ser difícil, seguro. Así que voy a tratar de actuar sin presión y disfrutar. Esa fue mi mentalidad el año pasado y no salió. Me gustaría intentar hacerlo mejor”, señala el número cuatro del mundo, quien en contra de su naturaleza competitiva, este curso ha ofrecido un rendimiento muy irregular. “Al principio del torneo no pensaba que iba a estar en la final, pero di lo mejor de mí, y ahora me llega el desafío más difícil del año, jugar contra Novak”, precisa.
Diversos alicientes
Lineal, Ruud propondrá al balcánico intercambios más largos que Alcaraz, pero tiene menos filo. Los precedentes están en su contra (0-4), pero la estadística le ofrece un incentivo sobre el que apoyarse: desde 2020, él es el jugador más productivo sobre arcilla con 87 victorias, 12 finales y 9 títulos. No obstante, Djokovic emerge en todo su esplendor, a lomos de toda su mística. “Estoy muy cerca, lo sé. Lo siento”, transmite. “Sé cómo manejar las emociones y cómo llegar a la final de la mejor manera posible. La experiencia está de mi lado y estoy orgulloso de todos mis logros, pero sé que el trabajo no está acabado. En el caso de que gane, ya tendremos tiempo de hablar de la historia…”, concede Nole. Él y París, peculiar relación.
Encara su séptima final, tras haber caído en las de 2012, 2014, 2015 y 2020; siempre contra Nadal, a excepción del inesperado tropezón de hace ocho años frente al suizo Stanislas Wawrinka. No está ahora sobre el tapete el mallorquín, fuera de combate, dispuesto a un último baile que no se sabe si tendrá lugar, y se interpone ahora Ruud, último impedimento entre él y un objetivo más que jugoso. Si gana, además de hollar la cima histórica, ascenderá a otra dimensión en Roland Garros, con los mismos laureles que Ivan Lendl, Mats Wilander y Guga Kuerten. Al mismo tiempo, una victoria le devolvería el número uno en detrimento de Alcaraz, que se lo birló por última vez en la antesala del grande francés, a su paso por Roma.
No queda ahí la recompensa. Si redondea este último trazado, el palmarés le reflejaría como el campeón más veterano del torneo, superando por 18 días el registro fijado por Nadal la temporada pasada. Del mismo modo, Djokovic pasaría a encabezar la carrera anual —la Race de la ATP, que alumbra al jugador con mejor rendimiento de la temporada— y se convertiría también en el primer tenista masculino que conquista al menos tres veces cada Grand Slam, honor logrado hasta ahora por tres mujeres, tres imperios: Court, Steffi Graf y Serena.
”Estoy en una situación ideal para ganar. Y eso es lo que todavía me impulsa cada mañana cuando me despierto. He dicho muchas veces este año que donde quiero jugar mi mejor tenis es en la gira de tierra batida”, precisa. “Gané el primer grande [en Melbourne] y ahora estoy en la final del segundo, así que no puedo pedir más”, completa Djokovic, a un solo metro de la gloria. Es su gran día. Lo sabe, y va a por ello. Ruud mediante.
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