Djokovic y el drama, siempre drama
El serbio, que aterrizó en París con sus peores cifras en tierra, bate a un loable Davidovich (7-6(4), 7-6(5) y 6-2) y progresa indemne a los octavos de París
Novak Djokovic boquea como el pez recién pescado. El serbio se aproxima al toallero, infla los pulmones como puede y expulsa el aire con profusión, desprendiendo una sensación no demasiado lejana al ahogo. Nole sufre, Nole se detiene, Nole se agacha. Hace cosas raras; volea una bola que caía en mitad del pasillo, falla otras dos clarísimas en la red y bombea en el resto sin demasiado sentido cuando tiene la oportunidad de romper y sellar prácticamente el segundo set. Le falta oxígeno, le duele el cuádriceps y estrella varios raquetazos contra la musculatura, maldiciendo, lamentando y remando a contracorriente, contra las cuerdas en algunos momentos. El viento le hace tragar polvo, se le entumece la pierna, estira. El malagueño Alejandro Davidovich le tutea. Es él contra los elementos. Es él saliendo de otra más, la enésima: Djokovic ya está ahí, en los octavos de París: 7-6(4), 7-6(5) y 6-2, tras 3h 36m.
Sigue el balcánico dirimiendo su particular partida de póquer, enredándose y escapando, jugando al despiste porque en esas artes no hay quien le siga el paso ni sepa tirar el farol como él lo hace. Nole no está fino y su juego sigue sembrando dudas, pero ahí está. Franqueada la franja pantanosa del torneo, irrumpe con su inmenso halo competitivo y sin magulladuras en el tramo caliente. Tres duelos, exigentes todos ellos y resueltos en tres sets, sin dejar migas de momento; Kovacevic, Fucsovics y Davidovich, en fila de a uno. Es el Djokovic encendido y fogoso, a remolque, enfrentado al rival y a todo lo que se le ponga por delante. En su salsa. No hay mejor combustible para él que la adversidad, encarnada este viernes en un dignísimo adversario que peca de inocencia en los instantes delicados y acaba inclinándose. Como casi siempre, todo era una trampa. Sonríe El Chacal.
“Una victoria es una victoria, pero esta un poco más después de esos dos sets que han durado tres horas…”, aprecia el ganador, que desembarcó en el Bois de Boulogne la semana pasada con cara larga y un discurso preventivo, envuelto de gasas y, sugería, dudas y más dudas. No lejano al derrotismo. “Por juego y por forma, Alcaraz es el favorito”, razonaba. “Tengo que estar preparado [para las lesiones], porque esas cosas pueden suceder hoy más que antes”, abundaba. “Nadal es mi mayor rival, por eso el otro día [cuando el mallorquín anticipó su retirada, el próximo curso] sentí que una parte de mí se iba con él”, exponía melancólico. A partir de ahí, tres intervenciones que no han despejado las incógnitas respecto a su rendimiento, deficitario los dos últimos meses, pero que sí alimentan el instinto competitivo de un luchador tan pertinaz como él, borroso pero por ahora en pie.
Escucha Djokovic pitos de la central de París tras el tiempo médico, y levanta el pulgar. Celebra la segunda manga fuera de sí, subido de tono el festejo. “De esto van los Grand Slams, los cinco sets, de hacer siempre un gran esfuerzo. Estoy orgulloso de mi actuación”, prosigue a pie de pista el de Belgrado, que abordó el torneo acorralado por las cifras y, sobre todo, por las sensaciones que emitió en el rodaje de Montecarlo, Banja Luka y Roma; esto es, cinco victorias y tres derrotas, su estadística más pobre en la gira sobre arcilla. “Esto es un grande, algo diferente, y la experiencia está de mi lado”, desliza mientras su relato de estos días va incorporando aderezos varios: el reclamo político sobre Kosovo, el nanodispositivo que porta en el pecho –para estimular el sistema nervioso central, al parecer– y ahora, otra vez, más problemas en el chasis. Es decir, más madera y más incertidumbre. Más conjeturas.
La respuesta del cuerpo
“¿Un Grand Slam sin drama? No creo que eso me pueda ocurrir a mí, pero eso a la vez me anima”, señalaba tras superar la segunda ronda. En el recuerdo, enero y Australia, la historia del maltrecho muslo. Victoria, el 22º major. “No tenemos tiempo para empezar a hablar de todas las lesiones que tengo, porque la lista es larga. No quiero sentarme aquí para hablar sobre esto. Sigo jugando. Estas son las circunstancias que debes afrontar cuando eres un deportista profesional. Hay que aceptarlo. A veces necesitas ayuda del fisio, otras pastillas… Mi cuerpo está respondiendo de manera distinta a como lo hacía hace unos años. Tengo que adaptarme a esta nueva realidad, por decirlo de alguna forma”, afirma ante los periodistas, sin saber todavía con quién se medirá en los octavos del domingo –frente al peruano Juan Pablo Varillas (3-6, 6-3, 7-6(3), 4-6 y 6-2 a Hubert Hurkacz)–.
Dice Nole que es autocrítico y que puede hacerlo mejor, pero que al mismo tiempo quiere aferrarse a las cosas positivas y del pulso con Davidovich extrae una lectura valiosa. “No recuerdo la última vez que invertí tres horas para dos sets... Hemos jugado al gato y al ratón. Me ha hecho trabajar en cada punto y ha sido extremadamente duro, han pasado cosas extrañas. ¿Que puedo hacerlo mejor? Por supuesto, pero, a fin de cuentas, todavía no he perdido ningún set. Hay que estar preparado para los momentos difíciles”, subraya ante los periodistas, mientras los datos dicen que a la hora de la verdad, su brazo es firme como pocos: se ha adjudicado los cuatro desempates que ha tenido que dilucidar hasta ahora, y lo ha hecho sin cometer un solo error no forzado en 40 puntos dirimidos.
No tiembla Djokovic, el maestro de jugar al despiste y escapar. Sea como sea. No está, pero siempre está.
“LOS ABUCHEOS SON IRRESPETUOSOS”
Djokovic se refirió a los pitos que recibió cuando finalizó la atención médica que solicitó, al sentir molestias en el mismo muslo del que sufrió durante el Open de Australia.
“¿Mi relación con los aficionados de aquí? Diría que es de subidas y bajadas. Por una parte me han apoyado mucho, y la mayoría de la gente viene a disfrutar, pero por otra en todos lados hay individuos o grupos a los que les encanta abuchear, y me parece irrespetuoso. Francamente, no lo entiendo, pero pagan la entrada", lamentó el tenista, de 36 años.
“Unas veces estaré tranquilo. Otras no", ahondó; “de hecho el 99% de las veces estoy tranquilo, pero a veces tengo que oponerme a eso porque cuando alguien es irrespetuoso, él o ella se merecen que les respondas".
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