No, Alcaraz no se cansa de ganar

Empieza a ser familiar el fotograma. Carlos Alcaraz se aproxima a la red y cede el paso a su rival, acogotado, reflexivo, rendido a la evidencia: hoy por hoy, superar al murciano viene a ser algo así como clavar un triple mortal con tirabuzón. Difícil, difícil de verdad. Lo intentó por todos los medios el ruso Karen Khachanov, pero se estrelló contra el muro que ha levantado el actual número dos, excelente en la rectificación del segundo set. Cuando todo apuntaba a que el duelo se dilataría, sacó el libreto y a su estilo, inventando filigranas y arrancando el oooohhhh de la grada, se levantó, recondujo (6-4 y 7-5, en 1h 50m) y certificó su acceso a las semifinales de este Masters de Madrid. Saber escapar, saber vencer. Se medirá el viernes con el alemán el croata Borna Coric (20º del mundo, doble 6-3 a Daniel Altmaier).

“Karen venía jugando a un gran nivel y me ha llevado al límite, se ha decantado por pequeños detalles”, valoró nada más cerrarse el partido, sin bajarse de esa ola que surfea en esta temporada, hasta ahora prácticamente impecable: seis torneos disputados, y en todos ellos una andadura mínima hasta las semifinales: Buenos Aires (campeón), Río de Janeiro (finalista), Indian Wells (campeón), Miami (semifinalista), Barcelona (campeón) y Madrid (semifinalista). Repite en el barrio de San Fermín. “Es un dato muy bueno, estoy manteniendo un nivel alto en cada torneo al que voy y es algo que trabajamos; es un objetivo que tenemos, el mantener el nivel en todos los torneos. De momento lo estoy consiguiendo, y estoy muy contento por ello”, resolvió tras salvar una situación de apuro, porque el cruce así se lo exigió.

Engaña Khachanov, un grandullón de 1,98 que destaca en la movilidad respecto a otros jugadores de su envergadura. Ancho de hombros, de brazos fuertotes y apariencia poco liviana, sabe desplazarse y pelotear, y así lo demostró en este miércoles de calor y abanicos en la central de la Caja Mágica. Debatió de principio a fin, pero enfrente se topó con un jugador que rezuma confianza por los cuatro costados. Mil y una soluciones tiene Alcaraz, brillante con el viento a favor y capaz de encontrar escapatoria cada vez que se tuerce el panorama. Se llama madurez en el juego. Lo hizo en el estreno contra Ruusuvuori y repitió frente al ruso, que en el segundo parcial le cercó y acabó igualmente escaldado. Enfiló finalmente la misma ruta que el finlandés. Adiós, Madrid.

Tiene Alcaraz un don único, ese extra que atesoran los grandes tenistas que escapa a la estadística y a las mediciones de los sofisticados sistemas de sensores. Sabe competir, descifra los tiempos y por muy mal dadas que vengan, no baja los brazos. La descripción podría corresponder a la de una figura veterana, pero tiene solo 19 años (20 este viernes) y se desempeña con el registro de los elegidos. La victoria como rutina —27 ya esta temporada, solo dos derrotas— y un halo dorado que se tiene o no se tiene. No se entrena, no se estudia, no se compra. Nació el murciano para esto del tenis y, sobre todo, para dejar huella. Espectacular en las formas, deslumbra en el fondo. Como sucede con los fueras de serie, mentalmente está un par de escalones por encima del resto. ¿Cuánto durará? Esa es la cuestión, la pregunta del millón. Se rebeló con fe Khachanov, pero terminó aturdido. La marea se lo llevó por delante.

Un 78% de victorias en la élite

En su corto trazado por la élite, el de El Palmar ha logrado 117 victorias en 150 partidos; es decir, se impone en un 78% de las ocasiones. “Es increíble que, con tan poco tiempo en el circuito, porque diría que es mi segundo año, llevo dos años y medio, haya jugado tantos partidos y haya ganado esa cantidad. Es un orgullo para mí. En tan poco tiempo me he consolidado en el circuito, he jugado grandes partidos, por momentos increíbles. Todo eso me ha hecho aprender y crecer muy rápido”, apreció.

Guerreó con todo el ruso, sí. Se fue de vacío, como casi todos. Y eso que en la segunda manga logró enredar y meterle el dedo en el ojo al español, que durante media hora perdió un punto de filo y cedió terreno; llegó a ir 5-2 por debajo, pero no apuntilló Khachanov (26 años, 12º de la ATP) y se metió en un lío de aúpa. Si le das vidilla, Alcaraz te come. Empieza a cundir la sensación de que los demás saltan a la pista con un juego en contra, como si cada vez que dan un paso en falso se supieran perdidos. Lo dicho, tiene 19 años y, teóricamente, está por hacer. Pero acelera Alcaraz el proceso y lejos de mirar atrás, pisa el acelerador. Abortó la posibilidad de un 5-1 adverso con una dejada exquisita y delineó un revés arquitectónico, y firmó una secuencia de 5-0 que selló el partido y le condujo al penúltimo episodio del torneo. Una vez más, brazos en alto. De nuevo, por demolición.

“No, no me da miedo todo lo que estoy consiguiendo, soy un chico muy ambicioso que no quiere perder ni a las canicas”, remató delante de los periodistas; “creo que no me voy a cansar [de ganar], ni tengo miedo a ello. Vivo el día a día y me encanta jugar al tenis. Soy un chico ganador, así que no creo que vaya a pasar que un día me canse”.

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