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Cuando Obradovic expulsó a Arlauckas y luego se bebieron una botella de Chivas

Jugadores que coincidieron con el técnico serbio en el Real Madrid, entre 1994 y 1997, recuerdan aquella etapa antes del reencuentro entre ambos en cuartos de la Euroliga

Euroliga
El Real Madrid campeón de Europa en 1995. En cuclillas, en el centro con el trofeo, Obradovic y el presidente Ramón Mendoza, y a la derecha de éste en la imagen, Antúnez. De pie, en el centro, Sabonis entre Antonio Martín y Joe Arlauckas. / AS
Juan Morenilla

El nombre impone por sí solo: Zeljko Obradovic. Pasan las décadas y el gran druida del baloncesto europeo mantiene su aura de gran conquistador. El entrenador serbio colecciona a los 63 años un botín de nueve Copas de Europa: en 1992 con el Partizán en su primer curso en un banquillo, en 1994 con el Joventut, una temporada después con el Real Madrid, cinco coronas con el Panathinaikos (2000, 2002, 2007, 2009 y 2011) y un último laurel con el Fenerbahçe en 2017. Gomelsky, Ferrándiz, Maljkovic y Messina le miran desde abajo con cuatro títulos cada uno.

Obradovic gana allá donde va, dueño de una receta que mezcla el cariño paternal con el látigo. Los jugadores le aman tanto como le odian y las aficiones se rinden a sus pies. Ahora el rey ha vuelto a casa, a ese Partizán en el que comenzó a forjar su leyenda. Y con el que desde este martes se mide al Madrid en cuartos de la Euroliga. Obradovic dirigió al conjunto blanco entre 1994 y 1997. Una Copa de Europa fue su gran tesoro, en 1995 en Zaragoza ante el Olympiacos con Arvydas Sabonis y Joe Arlauckas como figuras. Así le recuerdan algunos de sus pupilos en el Madrid:

Joe Arlauckas: “Totalmente loco”

“Yo venía de un año muy bonito con Clifford Luyk. Habíamos ganado la Liga pero perdimos en cuartos de la Copa de Europa precisamente contra el Joventut de Zeljko. Clifford era muy bueno. Le decíamos que estábamos cansados y nos daba la mañana libre. ‘Vale chicos, no pasa nada, que disfrutéis’, nos decía. Con Zeljko si le decíamos eso entrenábamos tres veces al día”, revive hoy Joe Arlauckas, el pívot estadounidense que ese primer curso formó un dúo letal en la zona con Sabonis. “Yo estaba en el mejor momento de mi carrera, era el mejor cuatro en España y seguramente de Europa, y estaba Sabonis, que simplemente era el mejor, y llega este yugoslavo, que solo tenía cinco años más que yo, y nos empieza a echar broncas a los dos. ¿Pero éste quién es? Fueron tres años duros. Cuando está entre las cuatro líneas está totalmente loco, pero sabe exactamente lo que hace en todo momento. A mí me preguntó: ‘¿Te crees que eres el mejor de Europa? Pues yo te voy a hacer mejor todavía”.

Arlauckas recuerda los 63 puntos que metió él solo al Bolonia en la Euroliga en 1996. También el peaje hasta esa cima. “Había un chico en el equipo, Martín Ferrer, que al principio de temporada me dijo: ‘Lo siento mucho pero ha dicho Zeljko que en todos los entrenamientos tengo que ir a por ti, te voy a dar’. ¡Lo tenía en mi cara todo el día! Obradovic es el tío más difícil que tuve en mi vida en una pista, pero es la persona más justa que me he encontrado. Se le ponía la cara roja gritándome, pero cuando terminé de jugar para él sentía que era uno de mis mejores amigos y que había jugado el mejor baloncesto de mi vida. Me enseñó a ser mejor padre y persona. Zeljko cambió mi vida”.

Fue un choque de trenes. Fuego contra fuego. Hasta que el maestro detonó la bomba. “Teníamos broncas diarias. A mí no me bajaba nadie. En un entrenamiento me estaba tocando los huevos todo el rato, llevábamos una hora y 40 minutos y exploté: ‘¡Que te jodan, déjame en paz!’. Y me expulsó. ‘¿Tú me vas a echar a mí, a Joe Arlauckas, estás loco o qué?’, me encaré... Me fui a la ducha y vino a decirme que estaba obligado a ir después a El Barril, el restaurante. Le mandé a la mierda. Ya me había llevado una bronca suya y no quería otra de mi mujer por llegar tarde y que se pensara que estaba con mis amigos. Pero me obligó y fui. Cuando llegué a la barra estaba con dos copas con hielo y una botella de Chivas. ¡Quería que bebiéramos whisky! Y yo sin comer. Entonces me lo explicó: ‘Joe, siento que estoy perdiendo a los jugadores y necesitaba demostrar que aquí yo soy el puto jefe. Te tocó. Eras la persona perfecta para echarte la bronca’. ¡Qué hijo de puta! Nos terminamos la botella de Chivas. Llegué a casa borracho. Imagínese a mi mujer”.

José Miguel Antúnez: “El baloncesto es ajedrez”

Como Arlauckas, José Miguel Antúnez completó los tres años de mili con Obradovic. Con la mayor exigencia, en su caso, de ser base, como lo había sido el jefe. “Siempre me dijo que ser entrenador era su gran pasión, que no dudó ni un segundo en retirarse como jugador. Era su destino. En el Partizán fue campeón logrando compaginar a Danilovic y Djordjevic, que no eran amigos. Al Joventut llegó como un mariscal, un toro desbocado. Estaba acostumbrado al método serbio de yo ordeno y mando, sin respetar el trabajo de los demás. En el Madrid ya sabía cómo funcionaba todo aquí. Un año con Zeljko vale por dos. Era cercano, se ponía a tirar con nosotros, pero su exigencia era máxima sobre todo con los bases. ‘¡Esto no existe en baloncesto!’, repetía, como el pase por delante de la zona. Y decía que el baloncesto es ajedrez. Es el mejor en cuanto a visión del partido. En una final siempre encontraba una solución. Luego tenías que tener mucho carácter para poder aguantarlo, él primaba mucho la actitud y el trabajo. El baloncesto debía ser lo primero para ti. Recuerdo una sesión de vídeo con Cargol que fue lo más duro que he visto en mi vida”.

Antúnez fue titular en aquella final de la Copa de Europa de 1995 y resistió la renovación de la plantilla en los dos cursos siguientes. “Con Zeljko alcancé mi madurez. Tuve choques durísimos reprochándome que no hiciera lo que él quería. Por un lado tenía a Obradovic gritándome, y por otro a Sabonis, a quien debía darle los balones como él quería, y eso no era nada fácil. Gracias a Obradovic jugábamos como un reloj. Sus métodos funcionan, pero hay que darle el control absoluto”.

Juanan Morales: “¿Crees que estás muerto? No”

Juanan Morales tuvo doble dosis de Obradovic. Fue campeón de Europa con el Joventut en 1994 y se reencontró con el técnico en el Madrid entre 1995 y 1997. Sus recuerdos radiografían esa pequeña evolución de Zeljko. “En la Penya era el método yugoslavo a tope. Baloncesto control, poquísimas posesiones, y a 30 segundos. En el Madrid las cargas físicas eran más reguladas, pero aún muy altas. ‘¿Te crees que estás muerto? No, no estás muerto’, nos decía. Te llevaba al límite absoluto a nivel físico, a un punto agonístico. Escaleras, sprints, pesas, líneas… todo lo que hiciera falta. Eso sí, con Zeljko corres mucho pero sabes dónde vas. No es como otros entrenadores de mano dura con los que corres como pollo sin cabeza. El sistema no era agotar al jugador, sino jugar bien aunque estuvieras agotado. A mí al principio me parecía correr por correr, arriesgarnos a una lesión. Luego descubrí por qué lo hacía”.

Morales, hoy presidente del Joventut, recuerda los “castigos”, sobre todo “hacer líneas”: correr de la línea de fondo al tiro libre y volver, al medio campo y volver, al otro tiro libre y volver, a la otra línea de fondo y volver, y otra vez... Y tiene grabada en la memoria otra fase del repertorio del sabio. “Vosotros sois muy amigos porque cuando acaba el entrenamiento os vais por ahí. Pero vuestro amigo no es quien con quien te tomas una cerveza, sino el que te hace bien un bloqueo”. Puro Obradovic.

Obradovic, en la Euroliga.
Obradovic, en la Euroliga.ANDREJ CUKIC (EFE)

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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