Laporta y el ‘caso Negreira’: lo inexplicable no tiene explicación
La prioridad del mensaje fue la de apelar a la unidad de los socios y aficionados, y convencer a la UEFA para evitar una posible exclusión de la Liga de Campeones
La mejor defensa del Barça está en manos del delantero Laporta. No hay centrocampista ni término medio que valga ante un presidente que ha metabolizado el barcelonismo desde que regresó al Camp Nou. El mandatario se envolvió con la bandera azulgrana para proteger al club y sostener que no ha habido corrupción deportiva en el caso Negreira. La prioridad del mensaje fue la de apelar a la unidad de los socios y aficionados, y convencer a la UEFA para evitar una posible exclusión de la Liga de Campeones.
No hay nada mejor para conseguir el aplauso del barcelonismo que identificar a los enemigos de la institución: Javier Tebas, el presidente de LaLiga, y por supuesto, el Madrid, al que Laporta se refirió como el club del régimen durante 70 años y con el que ahora comparte en cualquier caso el proyecto de la Superliga. El victimismo siempre funcionó en los malos momentos azulgrana por la misma razón que nadie duda de la catalanidad de la entidad durante los mandatos de Laporta.
Menos contundente y más seductor se comportó el presidente barcelonista con la UEFA, a la que sugirió que no se apunte al “linchamiento público sin juicio” al que está sometido el Barça. Laporta domina el cuerpo a cuerpo cuando se trata de discutir sobre las posibles consecuencias del asunto y, en cambio, huye del origen del conflicto en un debate hoy cada día más extendido entre la realidad y la metarrealidad, visible también a veces en el Barça. No hay entidad en el mundo que tenga los intangibles del FC Barcelona.
No alcanza con invocar al “més que un club” y al estilo de juego, sino que su gestión exige una política inequívoca y una praxis que no se corresponde con la actuación de hasta cuatro presidentes en el caso Negreira. Aunque intentó proteger al Barça, Laporta marcó distancias respecto a Rosell, Bartomeu y Gaspart. El consenso o una actuación única se descartó desde el inicio en una causa que contempla la posibilidad de una administración desleal y/o falsedad documental, como se recordó en el Auditori 1899.
La intervención de Laporta fue tan clarividente en la acusación como confusa en la exculpación: se desconoce por qué los informes de Negreira padre eran orales mientras que los del hijo están documentados al menos desde 2014 a 2018, el periodo que se investiga; parece evidente que se pagó un sobreprecio por unos trabajos sin un destinatario claro; no se sabe quién firmó y a razón de qué el primer contrato; y sorprende que ningún mando advirtiera un conflicto de intereses o ético durante 17 años (2001-2018).
Los pagos se prolongaron curiosamente hasta que Negreira dejó de ser vicepresidente del Comité de Árbitros, y el excolegiado alegó alzhéimer cuando fue instado a declarar por la Fiscalía. A la espera del recorrido de la causa, Laporta pretendió dejar claro que el asesoramiento técnico y arbitral recibido por el club, y por el que asumió que se había abonado la cantidad correspondiente, no constituye “ningún ilícito penal”, nada sorprendente después de dos meses de silencio oficial desde el Camp Nou.
No parece en cualquier caso que el Barça procediera igual que los demás clubes que en su día tuvieron sus atenciones con los árbitros, sino que en su interés y obsesión por contrarrestar la influencia del Madrid denunciada desde el Camp Nou se extralimitó hasta el extremo de acabar denunciado y encausado por el ya llamado caso Negreira. No se puede explicar lo inexplicable, ni siquiera Laporta, por más que reclame con razón la presunción de inocencia y se queje del mal a la reputación del Barça.
Los motivos de los pagos y el destino del dinero abonan el relato periodístico mientras la Guardia Civil sigue su rastro por orden de la magistrada López Mejía.
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