Morata: “Nunca sabes si será la última vez”

En las mañanas abrasadoras de los primeros días del Mundial de Qatar, Álvaro Morata se acercaba de vez en cuando a los utileros de la selección española preocupado. Le intranquilizaba verlos trabajar bajo aquel calor desértico de mediados de noviembre, acarreando balones, conos, petos y neveras con bebidas por la hierba de las instalaciones de la Universidad. Se interesaba por qué les suponía trabajar en aquellas condiciones, qué diferencias había con otros campeonatos. También fue uno de los que propuso que las primas que iban a recibir de la federación por los resultados en el campeonato no se pagaran solo a los futbolistas, sino que se repartieran entre todos los empleados que contribuían al equipo, como los que se ocupaban de que hubiera refrescos en la banda del campo de entrenamiento.

Morata no era capitán entonces, papel en el que se estrenará esta noche contra Noruega. Entonces tenía más reciente la inquietud de haber podido quedarse fuera del Mundial que la cercanía del brazalete, que hereda tras la retirada de Busquets y la ausencia de Koke en la lista. Tres semanas antes del Mundial tuvo que retirarse después de solo diez minutos del Cádiz-Atlético por un pisotón de Mbaye en el tobillo derecho. Aquello intranquilizó mucho al delantero, que entrevió la posibilidad de perderse el que parecía que podría ser su último Mundial, después de haber visto cómo en 2018 Lopetegui escogía a Diego Costa y le dejaba fuera.

Ayer aún lo tenía presente: “Le digo a la gente más joven que hay veces que no sabes si va a ser la última que vas a estar con la selección. Yo jugué mi primer Mundial con 30 años, y no sé si va a ser el último”, dijo. “En el fútbol y en la vida pasan muchas cosas. Por eso hay que valorar estar aquí”.

El delantero rojiblanco siempre le ha otorgado esa importancia a aparecer con la selección española, con la que ha tenido una relación jalonada de decepciones y angustias. La Eurocopa de 2020, disputada en 2021 por la pandemia, resultó especialmente destructiva para él. Llegó como delantero titular indiscutible para Luis Enrique, pero su desacierto en el primer encuentro, contra Suecia en La Cartuja, provocó que la afición se volviera contra él. Desperdició algunas ocasiones en los dos siguientes encuentros, también en Sevilla, y el último día expulsó en público lo que llevaba días rumiando más o menos en privado en la concentración. Sus hijos iban por la calle con su camiseta y los insultaban, y les decían que deseaban que se muriera su padre. También él recibió amenazas de muerte. “Tuve que dejar el teléfono”, contó.

Aquello le mantuvo bajo una preocupación profunda que también inquietaba a Luis Enrique. El seleccionador recibía las noticias de las conversaciones en las que se desahogaba el delantero con miembros de la expedición, y cruzaba los dedos para que no descarrilara. De esos días es su sentencia de que el siguiente partido lo iban a jugar “Morata y diez más”.

Las personas que han trabajado con el delantero del Atlético saben que las alteraciones que sufre en el equilibrio emocional afectan a su rendimiento. También él, que trabaja la parte mental con una persona. No parece casual que cuando habla de Luis de la Fuente siempre destaque que “el míster es una persona cercana, que le gusta dar cariño a sus jugadores”. Se le ve contento en el papel: “Es un orgullo increíble, una alegría”. De momento describe su tarea como “hilo conductor entre el míster y la plantilla, algún mensaje de WhatsApp para los horarios”. Pero a lo que vuelve una y otra vez es a la atención a los otros: “Trataré de estar siempre disponible para mis compañeros”.

Cuando al día siguiente de la publicación de la primera lista de De la Fuente recibía felicitaciones en el entrenamiento del Atlético, respondía: “Pero solo voy yo de aquí... Una pena”. Le faltaban Koke, Marcos Llorente, quizá Hermoso.

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