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Sueños y pesadillas en Teahupo’o, la ola letal del surf en París 2024

Los surfistas españoles encaran el ciclo de clasificación para los Juegos Olímpicos con la mirada puesta en una de las olas más potentes y bellas del planeta, localizada a 15.000 kilómetros de la capital francesa

Surf
Matthew McGillivray durante una competición de surf en Teahupo'o, Tahiti, el 18 de agosto.Damien Poullenot (World Surf League via Getty Imag)

En Teahupo’o, un enclave paradisíaco y remoto situado en Tahití, la isla más grande de la Polinesia Francesa, se forma una de las olas más potentes y bellas del planeta. Allí, a 15.000 kilómetros de París, sueñan con llegar los mejores surfistas del mundo, pues es la sede elegida para este deporte en los Juegos Olímpicos de 2024. La cita aspira a encumbrar al surf entre el público de masas. “Es una ola muy peligrosa, con consecuencias definitivas. Si va bien es increíble, pero si va mal puede resultar fatal”, explica Aritz Aranburu (Zarautz, 1985), el español que más lejos ha llegado en el circuito profesional de esta disciplina.

En polinesio, Teahupo’o significa “muro de calaveras”. Su rompiente es un fenómeno tan precioso como crudo. El océano Pacífico topa violentamente contra una barrera de coral brillante que roza la superficie cristalina. En unos segundos, el lecho marino pasa de 15 metros de profundidad a apenas cubrir por la cintura. Allí cabalgan los mejores especialistas sus tubos, la ola fetiche para la gran mayoría de surfistas. Así lo explica Aranburu: “Hay quienes se vienen arriba ante el riesgo y otros que no se sienten tan cómodos”, un referente en estas condiciones. Un error, una caída, es sinónimo de malas noticias. “En mi primera visita me abrí el empeine el día en que volvía para casa. Me tocó regresar en muletas y con los dos pies cosidos”, recuerda. En poco más de dos décadas desde su descubrimiento a escala global, la ola se ha cobrado cinco vidas y ha registrado varios accidentes graves.

En este escenario único, el californiano Laird Hamilton cogió lo que se definió entonces como la ola del milenio. A pesar del bombo mediático, la pequeña comunidad que vive al lado del arrecife, justo al final de la última carretera transitable al sur de la isla, mantiene un estilo de vida relajado. La mayoría de los vecinos, unos 2.000, viven de la pesca diaria. “Es precioso, como para pintar un cuadro”, define Aranburu. Sobre la propuesta del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos, traslada la petición de los locales: que nada cambie tras el paso de la marabunta. “Para el espectador será impactante. Dará mucho que hablar y puede representar el bum definitivo”, vaticina.

Él y otros miembros de la élite del surf español fantasean con poder acudir a la cita. “Es un emblema, un sueño para cualquier surfista”, comenta Andy Criere, que en 2022 viajó por primera vez a este lugar consagrado. La exigencia económica y la complejidad del calendario juegan en contra de los profesionales a la hora de curtirse en estas aguas. “Debes hacerte un hueco allí, visualizarte a ti mismo dentro de la ola. ¿Qué debo hacer, qué necesito, qué sensaciones me da la ola?”, se pregunta el donostiarra, de 28 años. Nadie sale de la visita sin mojarse, sin la punzada salada del coral vivo.

La ruta para alcanzar la cita olímpica da jaqueca. De los 24 puestos para cada género, los 10 mejores hombres y 8 mujeres de la liga mundial de surf (WSL) en 2023 se clasificarán directamente. El resto de las plazas se jugarán, en gran parte, en los campeonatos del mundo de 2023 y 2024. Hay unas cuantas posibilidades más, pero los mundiales son la principal baza española para alcanzar el sueño. En el preolímpico de Tokio 2020, Aranburu y Criere estuvieron cerca, y Nadia Erostarbe (Zarautz, 2000), una de las grandes exponentes del panorama nacional, se quedó a una sola plaza de conseguirlo.

Las mujeres se abren paso

Lo explica Erostarbe: “No tenemos otra que coger tubos si queremos estar en los Juegos”. La presencia de mujeres en Tehaupo’o ha profundizado en el debate sobre la seguridad de los participantes en París 2024. La WSL, para dar más rodaje al campo femenino, recuperó en 2022 una prueba en la que no surfeaban desde 2006. “Competir allí es muy especial, pero tengo miedo por los países donde el surf no es su punto fuerte. Si alguien se clasifica y les meten en un Tehaupo’o crecido sería terrorífico”, explicaba Stephanie Gilmore, ocho veces campeona del mundo, cuando todavía se debatía sobre la sede. “En el fondo, hasta yo siento miedo por mí misma”, añadía en palabras a la revista Stab.

Nadia Erostarbe durante una competición de surf en Portugal el 30 de septiembre.
Nadia Erostarbe durante una competición de surf en Portugal el 30 de septiembre.Damien Poullenot (World Surf League via Getty Imag)

El presidente de la federación tahitiana agitó la polémica. “Podemos poner a las mujeres cuando las olas no sean tan poderosas”, aseguró Lionel Teihotu a la agencia France Presse. A día de hoy, ninguna surfista española se ha batido jamás con la ola mitológica y su monstruoso labio, que alcanza los tres metros de grosor en los grandes días. “Da mucho respeto, pero a la vez tenemos muchas ganas de hacerlo”, afirma Erostarbe. La clave del asunto reside en el entrenamiento: “No hay olas similares. Para familiarizarte, lo mejor es empezar en playas de arena y luego introducirte en los arrecifes”. En la costa norte de España y en el suroeste de Francia hay buenas rompientes para arrancar, y luego toca viajar a sitios como Indonesia o Hawái para batirse en condiciones mínimamente comparables. Los tres miembros del equipo español del anterior preolímpico coinciden en una cosa: lo ideal sería organizar un viaje a Tahití, aunque no hay planes firmes en este aspecto.

El escenario olímpico, más allá del mero peligro o la conservación del entorno idílico, plantea otras cuestiones de difícil respuesta. ¿Cómo puede ser válido un preolímpico en olas más pequeñas para determinar quién viajará al coloso? Organizar un campeonato con casi 300 participantes ―los que hubo en los ISA World Surfing Games de 2022― en Tahití es imposible por la falta de infraestructura. “En 2022 los mundiales fueron en Huntington Beach, y en 2023 se harán en El Salvador. Son olas que no se parecen en nada. Quizás en 2024 busquen algo más parecido”, aventura Criere. La rompiente centroamericana del próximo campeonato del mundo se le ha dado bien a los surfistas españoles. Sueñan y ahuyentan, por ahora, la alargada sombra de Tehaupo’o. “Primero, a intentar clasificarse, y luego ya veremos”, concluyen.

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