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Fernando Gaviria pasa página y se compromete a volver a ser grande en el Movistar

“Sí que se puede”, dice el sprinter colombiano, gran novedad del equipo de Unzue para 2023, con “motivación extra” para volver, a los 28 años, a ser el gran velocista que derrotaba a los mejores

Fernando Gaviria, a la derecha, junto a José Joaquín Rojas, en la presentación del Movistar.
Fernando Gaviria, a la derecha, junto a José Joaquín Rojas, en la presentación del Movistar.Rafa Gomez/SprintCyclingAgency
Carlos Arribas

Se presenta el Movistar, y en 2023 serán 12 años ya en el pelotón con ese nombre, y la novedad no es un escalador que pueda ganar el Tour haciendo pareja con la estrella, Enric Mas, ni tampoco la ausencia por primera vez del eterno Alejando Valverde --”es un honor seguir ligado a este equipo, y lo necesito”, dice entre lágrimas en el escenario el viejo Valverde, que aún se entrena con sus excompañeros, a los 42 años, y les hace sufrir, les saca los ojos, como le gusta decir--, sino un sprinter que sueña con clásicas y con volver a ser lo que fue, el gran Fernando Gaviria, llegado al estrellato con una explosión a los 20 años, y Mark Cavendish, el rey entonces, aún recuerda dos derrotas seguidas ante el desconocido antioqueño, y eclipsado a los 25 cuando, en marzo de 2020, la covid le dio duro.

Alejandro Valverde, en la presentación del Movistar 2023.
Alejandro Valverde, en la presentación del Movistar 2023.Rafa Gomez/SprintCyclingAgency

“Completamente. El primer año sí que temí que el coronavirus. Lo tuve un mes y me hacía muchas pruebas. Y pensé que sí, que me dejaba tocado, pero luego, en el diciembre de 2020 me hice un chequeo total en Colombia, me revisé corazón, pulmones, todo, y al final no había como mucha marca en los órganos afectados, no había nada que hiciera la diferencia. Eso me dio mucha tranquilidad. Era impensable que me pudiera afectar más”, dice Gaviria, nacido el 19 de agosto de 1994 en La Ceja, en el oriente antioqueño, cerca de Medellín, en Colombia. “Los últimos tres años han sido difíciles en lo personal, lo profesional, en lo humano. Años complicados, complejos. Pero hemos pasado la página. Estamos en un equipo nuevo. Estar en Movistar es una motivación extra para mí. Me gusta cómo me tratan, me gusta cómo hemos estado hasta este momento, cómo he vivido cada momento. Motivación extra. Sí que se puede”.

El equipo de Cavendish, el Quick Step, siempre rápido e impulsivo, con los ojos cerrados fichó inmediatamente a Gaviria, al fenómeno, y despidió a Cavendish, el derrotado. Cuando llegó al WorldTour sus sprints en Europa eran un boom, una belleza. No era un sprinter clásico, que necesitara un tren y una disciplina. Su alma melancólica, su cierta poesía, la soledad del sprinter en el marasmo, y los meses que pasó comiendo adoquines y aprendiendo inglés en Flandes, en casa de Tim Harris un ciclista inglés alocado que alquilaba sillas para banquetes, le prestaron aires de clasicómano, y se decía que no solo la Milán-San Remo sería su clásica, que también podría con el Tour de Flandes, nada menos. Mientras crecía y se acercaba a la madurez de las clásicas, ganaba. A los 21 años ponía a su rueda a los más grandes, a Sagan, a Viviani, a Caleb Ewan.

A los 22 reinventa el sprint en la Avenida de Grammont, el kilómetro final de la París-Tours, la catedral del sprint entonces, donde salta a más de 600 metros, incontenible, y deja a Démare, el ganador del San Remo, con la boca abierta, sin hipo. “Cierto que esa victoria fue tremenda”, dice Gaviria. “Pero la primera victoria en el Tour de Francia no la cambio. Lo que conllevaba eso, muchos meses de concentración, mucho tiempo fuera de casa sin ver a mi familia, mucho trabajo, Y llegar y cumplir el objetivo y vestirme de amarillo. No cambio esa victoria por ninguna. Vestir de amarillo es único. Y no todos los años se empieza con un sprint. Esa camiseta es algo muy especial”.

Un año antes de debutar en el Tour de 2018, a los 23 años, y ganar la primera etapa, ya había triunfado en el Giro, cuatro etapas y maglia ciclamen a los 22. Suyo era el futuro.

En 2019 fichó a lo grande por el UAE. En 2020, la pandemia. Antes del 20, había conseguido 42 victorias en cinco años; en los tres últimos han sido seis, y ninguna ante los mejores del mundo del sprint, que ya no son los de su época, sino jovencillos, los nuevos gavirias, como Jakobsen, Philipsen, Kooij, De Lie…

“Cuando andas fuerte todo el mundo te quiere, te sigue, pero cuando no estás como siempre empiezan a hablar, empiezan los rumores, pero nadie sabe lo que pasa por dentro de cada uno, lo que afecta a cada corredor”, dice Gaviria. “No llego con rabia, no, sino con deseo de hacer las cosas bien para un equipo que apostó por mí cuando no estaba en mis mejores años. Pero confían y confío”.

El debut en enero

Habla y no para en alabanzas del Movistar, de la gran tradición de grandes corredores, de lo que significa estar en el equipo que fue de Indurain, de Delgado, de Gorospe, de Olano, de Valverde, de Nairo… Un equipo que siempre ha pensado en las clasificaciones generales y nunca ha mamado la cultura del sprint. “No me preocupa. El equipo ha evolucionado. Tenemos todas las opciones a disposición de nosotros. Ya no solo piensan en la general. Cuentan conmigo”, dice Gaviria, que debutará en enero en la Vuelta a San Juan, en Argentina, donde ya ha ganado ocho etapas en cuatro participaciones, más cuatro más cuando la carrera argentina se corría en San Luis. “Está claro que un tren es complicado porque no se tiene la experiencia en este equipo, pero hay corredores de calidad para subirme en los últimos kilómetros, para colocarme en finales complicados. Estoy contento con eso, con lo que tiene el equipo, corredores muy fuertes para ese trabajo”.

No sabe si correrá alguna carrera de tres semanas. Solo piensa ahora en acumular kilómetros para llegar fuerte a las clásicas de primavera. “Hacer el Tour es complicado porque el equipo irá pensando solo en Enric Mas, un corredor que ha ido creciendo y creciendo. Aún no hemos hablado de grandes vueltas”, dice Gaviria, a quien entrena Leo Piepoli y se prepara en altura en La Ceja, su pueblo, donde están su familia y sus animales, varios perros de varias razas, y uno sin raza, y un gato, y caballos, y los necesita a todos, y vivirá en Mónaco el resto del año. “La San Remo la tenemos en mente siempre, ya pensando en ella, aunque cada vez es más complicada porque los escaladores la quieren también. Estamos haciendo ahora una buena base para las clásicas”.

Y su voz grave, barítono grande sería, se hace más densa aún mientras avanza en su declaración de compromiso con su nuevo equipo, el viejo Movistar de Eusebio Unzué de toda la vida. “Con un buen grupo de trabajo podemos hacer grandes cosas”, dice. “Esa es la motivación. El saber que confían en mí”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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